Con la proclamación de la II República, muchas mujeres empezaron a participar en la vida política y se afiliaron a partidos y sindicatos. Aunque las mujeres se organizaban también en las filas del comunismo o el socialismo, en este periodo fue en el anarquismo donde se dio un desarrollo teórico más avanzado en relación a […]
Con la proclamación de la II República, muchas mujeres empezaron a participar en la vida política y se afiliaron a partidos y sindicatos. Aunque las mujeres se organizaban también en las filas del comunismo o el socialismo, en este periodo fue en el anarquismo donde se dio un desarrollo teórico más avanzado en relación a la cuestión femenina. A diferencia de los primeros, los anarquistas entendían que la lucha por la liberación de la mujer no era una cuestión menor, que se resolvería después de la revolución. Sin embargo, aunque en el plano ideológico reconocían la importancia de luchar por la emancipación de la mujer, en la práctica se centraban mucho en la cuestión económica productiva, ignorando las cuestiones específicamente femeninas. Tampoco tenían en cuenta las dificultades que las mujeres se encontraban a la hora de organizarse políticamente, como el hecho de tener que aguantar comportamientos sexistas por parte de sus compañeros.
Estructura organitzativa
En este contexto, algunas mujeres anarquistas vieron la necesidad de crear una organización que estuviese formada exclusivamente por mujeres. En septiembre de 1936, cuatro meses después de la publicación de la revista que constituyó el punto de partida, se crea la organización Mujeres libres en Madrid. Aunque estaba vinculada ideológicamente al anarquismo y a la CNT, Mujeres libres era un colectivo autónomo, hecho que les supuso el rechazo por parte de otras organizaciones libertarias. En 1938, solicitaron ser reconocidas como una sección autónoma del movimiento libertario, petición que fue denegada por los portavoces. Argumentaban que el hecho de que fuese una organización exclusivamente de mujeres era un elemento de desunión para el movimiento. Sin embargo, las integrantes de Mujeres libres no entendían su autonomía como una forma de romper la unidad. Como plantean ellas mismas en varios artículos, no se trataba de una lucha contra los hombres, sino de buscar la mejor estructura organizativa para lograr que las mujeres participasen en la lucha por la transformación social en igualdad de condiciones que los hombres. Desde su perspectiva, la única forma de lograr la liberación de la mujer era por medio de una organización que tuviese en cuenta las experiencias particulares de las mujeres.
El objetivo de Mujeres libres era la emancipación de la clase trabajadora en su conjunto y de las mujeres trabajadoras en particular, las cuales entendían que se enfrentaban a una doble opresión: de clase y de género. Fueron auténticas rompedoras y pioneras en muchas reivindicaciones que aún hoy siguen vigentes. Hacían especial hincapié en la autonomía económica para las mujeres, lo que implicaba el derecho al trabajo (y no sólo para casos de emergencia), la igualdad de salario y el acceso a la educación superior. Para que esto pudiese ser posible, entendían que era imprescindible un reparto equitativo de las tareas domésticas, así como la creación de guarderías, comedores sociales y colonias para el cuidado de niños y niñas. Fueron las primeras en defender el derecho al aborto y la libertad sexual, además de promover la educación sexual y cuestionar el modelo de familia tradicional. También luchaban por que se reconociese la voluntad de las mujeres y se respetase su derecho a decidir.
El 18 de julio de 1936 tiene lugar el golpe de estado y comienza la Guerra Civil. La resistencia al levantamiento fascista les supone una oportunidad para crecer y convertirse en la organización de mujeres libertarias más importante de la historia. Llegó a contar con alrededor de 20.000 afiliadas y 153 agrupaciones.
Durante la guerra, defendieron el derecho de las mujeres a luchar en el frente, aunque tuvieron que abandonarlo cuando el ejército republicano militarizó las milicias y ordenó a las mujeres a irse a la retaguardia. También abrieron el debate sobre la prostitución. Interpelaban a sus compañeros para que dejasen de promover la prostitución en el frente e incluso llegaron a crear un programa para facilitar a las prostitutas que pudiesen dejar su oficio si así lo deseaban.
La experiencia de Mujeres libres constituye un antecedente clave para la lucha de las mujeres. Su atención a los problemas específicos de las mujeres trabajadoras, relacionados con el ámbito privado y su batalla política por la incorporación de las cuestiones de género a la lucha general por la transformación social, las convierte en un precedente extraordinario para el desarrollo posterior de un feminismo de clase y combativo.