Lowell Bergman es un periodista norteamericano que se hizo conocido en su país por una investigación sobre el poder y la corrupción de una empresa tabacalera. Este trabajo impecable y de honestidad profesional (en nada se parece a las investigaciones de algunos (as) reputados (as) profesionales del medio, que se quedan a mitad de camino […]
Lowell Bergman es un periodista norteamericano que se hizo conocido en su país por una investigación sobre el poder y la corrupción de una empresa tabacalera. Este trabajo impecable y de honestidad profesional (en nada se parece a las investigaciones de algunos (as) reputados (as) profesionales del medio, que se quedan a mitad de camino por obra y gracia del chantaje y/o la coima) le mereció el premio Pulitzer. Posteriormente, el caso fue el argumento de una película exitosa («El Informante»)
Hoy, el mismo Bergman, ha producido para la PBS, un documental denominado la Maldición del Inca. Trata, entre otros, sobre la contaminación, la prepotencia, los daños irreversibles a la salud de los comuneros y pobladores, y principalmente sobre el soborno que hacía el Rasputín del neoliberalismo, Vladimiro Montesinos a jueces, periodistas, empresarios y políticos funcionales al sistema (vale decir, todo el Ejecutivo y casi todo el Congreso de la era Fujimori).
En Perú casi nadie, a excepción del programa televisivo de César Hildebrandt, ha hecho referencia al asunto. Lo que es explicable, pues, el autismo del periodismo del medio no es una enfermedad, sino una cualidad. Es más, cuando los pueblos afectados de la zona andina norteña de Cajamarca han protestado, las autoridades y los medios de comunicación han buscado por todos los medios de satanizarlos y de hacerlos aparecer como simples piezas de una conspiración «terrorista» de izquierda. Hace poco un programa periodístico dominguero dijo que en el norte del Perú potencialmente puede convertirse en el Afganistán de América del Sur.
Hoy, en la prensa norteamericana, la empresa Newmont Metals, cuya careta en el Perú es Yanacocha, ha sido puesta en cuestión. Nosotros, en la primera mitad del año, dimos cuenta de la situación en la que vivían los pueblos andinos del Norte. Por ello fuimos agredidos por una andanada propagandística dirigida por el Primer Ministro de entonces Carlos Ferrero. Casi un año después, Bergman expone los hechos tal como realmente son. Nos queda la satisfacción de haber aportado una minúscula partícula en la difusión del problema y que en más de un medio fuera del país hayamos sido una fuente y una referencia.
Cuando tratamos el problema de Yanococha dijimos que ésta era el brazo del mayor consorcio minero de oro del planeta: 2´851.143 onzas; sus reservas se calculan en 31.7 millones de onzas. Ese poder estaba agrediendo a un pueblo que a su vez estaba dispuesta a todo con tal de defender su vida.
La empresa pretendía exhibir como un gran logro la generación de 8 mil puestos de trabajo; pero ello significaba apropiarse del cerro Qulish, el ojo de agua más importante que tiene el valle y que alimenta a los ríos Grande y Porcón, 140,000 habitantes y 15 mil campesinos productores pasarían a ser una de las 3.200 comunidades campesinas que entre 1992 – 1998 han sido afectadas por la actividad minera.
Lo que ocurrió con el derrame de mercurio en la comunidad de Choropampa no era una ficción de los ecologistas «fundamentalistas», tampoco lo era la muerte de campesinos por responsabilidad de un aparato policial complaciente con el poder, e intolerante y agresivo con la población. Hoy, como lo señala Bergman, la parte legal que representa a los campesinos ha abierto un juicio a la empresa, en Denver. Ahí es posible que se logre lo que en el Perú, con la corrupción institucionalizada en el poder judicial, es imposible.
La empresa tiene conflictos de naturaleza ética y jurídica. La Newmont Mining Corporation fue denunciada por estafa por Patrick Meugein, representante de la empresa francesa de Investigaciones Geológicas y Mineras, además, acusó a la Corte Suprema de Perú por haber comprometido su fallo judicial a favor de la Newmont Mining Corporation, a solicitud de Vladimiro Montesinos.
Sabina Astete, mucho antes que Bergman, denunció que el Doc, «persuadió» al Juez Beltrán (vídeo del 19 de mayo de 1998) con el siguiente «argumento»: «Se da cuenta de que defendemos así los intereses de Estados Unidos.. Es importante para un país como el Perú darle satisfacciones a Estados Unidos» (www. Histes,rcp.net.pe) El fallo de la justicia favoreció a la empresa norteamericana. Este es un elemento de fuerza para solicitar a una Corte Internacional la anulación de todo acuerdo con una empresa que se benefició de la mafia.
Por cierto, la investigación de Bergman aporta nuevos elementos: el 26 de febrero del 98, Montesinos y Lawrence Kurlander (entonces directivo de Newmont) se reunió en la salita del SIN para solicitar favores en provecho de su representada. No fueron los únicos que pasaron por ahí, también lo hizo el jefe de la Cía en Lima, un tal Arabián y el entonces Secretario del Departamento de Estado para Asuntos Latinoamericanos, Peter Romero, quien terminó de asesor de la empresa minera. Como para decir, en todo sitio se cosen habas.
Para algunos no hay nada nuevo bajo el sol. No es cierto. Lo que aporta Bergman son testimonios, que la dan instrumentos fácticos a las denuncias que han hecho los campesinos.
Un Gobierno que no tenga rodilleras hace rato que les habría puesto el pare a los que con la ayuda del más corrupto de los personajes de la historia del Perú, no sólo se enriqueció, sino que asesinó, agredió, contaminó. Y silencio a casi todo el mundo.