«La legalidad española puede y debe ser desobedecida«(Antonio Baños, Candidato de la CUP) He de confesar que siento cierto grado de envidia sana hacia los catalanes. Pero no porque ellos tengan, entre otras muchas cosas, la Sagrada Familia, El Paralelo, la Sala Bagdad, El Molino, el Puerto Deportivo de Barcelona, las Ramblas, la Sardana, el […]
(Antonio Baños, Candidato de la CUP)
He de confesar que siento cierto grado de envidia sana hacia los catalanes. Pero no porque ellos tengan, entre otras muchas cosas, la Sagrada Familia, El Paralelo, la Sala Bagdad, El Molino, el Puerto Deportivo de Barcelona, las Ramblas, la Sardana, el Pan Tumaca o la butifarra. Es porque tienen a la CUP. Qué suerte tienen los catalanes, por el simple hecho de disponer de una fuerza política como la CUP, ausente del escenario nacional, con la falta que haría en dicho escenario…No han gobernado nunca a nivel autonómico (aunque sí a nivel local), pero por lo que proclaman (y lo hacen, además, abiertamente, sin ningún tipo de complejo), resultan ser, ahora mismo, y en todo el arco parlamentario de nuestro país a todos los niveles (Gobierno central, autonómicos y locales), la única (insisto, única) fuerza política que puede adscribirse de forma inequívoca a la auténtica izquierda transformadora. Quizás por ello, en la misma noche electoral, cuando el candidato Antonio Baños se expresaba tal y como hemos destacado en la cita, Hermann Tertsch, una de las caras habituales de TeleMadrid, típico símbolo de la caverna mediática antediluviana, pedía el ingreso en prisión de Antonio Baños.
¿Pero quiénes son las CUP? Pues la Candidatura de Unidad Popular (en referencia a la alianza de izquierdas chilena encabezada por Salvador Allende) es una formación política catalana de izquierdas (esta vez sí), independentista (nadie es perfecto), que apuesta por la democracia participativa, la igualdad social, las políticas de desarrollo sostenible, así como la promoción del tejido asociativo y de la sociedad civil. Se fundan en 1986, y hoy día tienen representación en Cataluña, la Comunidad Valenciana y las Islas Baleares. Defienden el socialismo, el anticapitalismo, el feminismo, la democracia directa y participativa, el ecologismo y el euroescepticismo, con más razón que un santo (aunque no sean religiosos). Por supuesto, apuestan por el derecho a la autodeterminación de todos los pueblos, la defensa de los derechos de las clases populares, la redistribución justa de la riqueza, la lucha contra el paro y la precariedad, la defensa de los servicios públicos, el establecimiento de mecanismos de control popular de la economía, así como el despliegue de políticas efectivas que garanticen la igualdad de género. Se manifiestan contra las agresiones ecológicas y urbanísticas, y defienden un desarrollo realmente sostenible, y el refuerzo del tejido cultural de raíz popular. En la CUP también participan otras organizaciones de izquierda no independentistas, tales como En Lucha, Corriente Roja o Lucha Internacionalista.
Y es que la CUP es mucha CUP. No sólo es que sus postulados políticos y sus programas electorales lo recojan claramente, sino que sus dirigentes lo corroboran en cada oportunidad que tienen, en sus mítines y en sus entrevistas. Son los únicos que se atreven a levantar la voz para clamarlos bien alto para todos los que quieran escucharlos, que es lo mismo que decir para todos los que quieran un verdadero cambio político en nuestro país. Ni Izquierda Unida, ni EQUO, ni Compromís, ni Podemos. Hoy día, sólo la CUP encarna el auténtico espíritu de la izquierda transformadora, que entiende que la vía reformista es absolutamente inútil, y sólo conduce al fracaso y a la desintegración de la propia izquierda. Qué lástima que no tengamos una CUP nacional, además de una CUP andaluza, otra gallega, otra aragonesa, otra murciana, otra madrileña, etc. Y así, apuestan claramente por la salida del euro y de la propia Unión Europea, pues entienden, como es palpable y notorio, que el corsé al que nos somete la moneda única y los Tratados de la Unión consagran el modelo neoliberal, e impiden de facto siquiera la implementación de políticas que vayan relajando la mal llamada «austeridad».
Porque en efecto, en medio de tanto partido, coalición o similar de corte neoliberal, de «centro-izquierda», de pseudoizquierda, de izquieda «reformista», socialdemócrata y mil variantes más, pro austeridad o cómplices con ella, o cómplices con los que quieren gestionarla «desde la izquierda», o pro OTAN, o pro Unión Europea, o pro Troika, etc., la CUP emerge como un soplo de aire fresco y auténtico, de aire renovador, marcando distancia entre tanta formación política «sensata» y «razonable». Parece ser que no se enteran de que lo que las clases populares necesitamos no son políticas sensatas ni razonables, sino políticas de clase, radicales, que defiendan de una vez por todas nuestros intereses ante el gran capital, y que se enfrenten sin paños calientes a los grandes agentes de los poderes fácticos que nos gobiernan. Ante todo ello, la CUP no suele andarse por las ramas, y no cultiva la indefinición ideológica, ni las ambigüedades calculadas ante los temas importantes, como hacen otras fuerzas políticas. Llama al pan, pan, y al vino, vino. Y tal y como está el patio político últimamente, esto es de bastante agradecer. Sus propuestas antiimperialistas, por la República (en este caso, República catalana, pero República al fin y al cabo), por la salida de la OTAN, del euro y de la Unión Europea, nos suenan a muchos a auténtica música celestial ante el infernal ruido y confusión ideológica que nos rodea.
Y lo que es más importante de todo, la CUP es la única fuerza política que declara sin ambages y sin complejos que debemos iniciar progresivamente políticas encaminadas a superar el capitalismo, llamando a las cosas por su nombre, detectando y atacando la auténtica raíz de todos los problemas y males que nos aquejan en nuestro mundo, y confirmando sin ambigüedades su clara intención de desarrollar políticas y medidas anticapitalistas. ¡Ahí es nada! Frente a ello, tenemos por ejemplo las vergonzantes declaraciones de Pedro Sánchez, líder de un partido que se autodenomina «socialista», llamando al orden para que las fuerzas de Junts Pel Sí, la coalición ganadora de las recién celebradas elecciones catalanas, no entreguen el poder y la gobernabilidad de Cataluña a «un partido antisistema», en clara referencia a la CUP. La conclusión está clara: ninguna otra fuerza política actual se atreve a hablar con la claridad y valentía con la que lo hace la CUP, así que, para las próximas Elecciones Generales de diciembre próximo, nos vendría muy bien que existiera una CUP a nivel de todo el Estado…¿la tendremos alguna vez? Mientras tanto… ¡VIVAN LAS CUP!
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