Creo que fue Wesley Salmon quien habló hace ya algunas décadas de las paradojas de Zenon y su historia como el interesante y fructífero despliegue de una cebolla de innumerables capas. Extraemos una, dos, muchas más, y nos queda una cebolla casi inalterada. Al analizar las paradojas del sabio eleata nos enfrentamos con asuntos como […]
Creo que fue Wesley Salmon quien habló hace ya algunas décadas de las paradojas de Zenon y su historia como el interesante y fructífero despliegue de una cebolla de innumerables capas. Extraemos una, dos, muchas más, y nos queda una cebolla casi inalterada. Al analizar las paradojas del sabio eleata nos enfrentamos con asuntos como la divisibilidad o indivisibilidad del espacio y del tiempo, resolvemos o reconstruimos el problema y, lejos de agotar el reto zenoniano, nos trasladamos a nuevos territorios como el de la infinitud o la misma realización de tareas sobrehumanas, sin poder llegar a una «disolución» definitiva o resolución completa de unas aporías que tanta tinta -y tanto esfuerzo filosófico-, con neta ganancia, han hecho correr a lo largo de los siglos. En Occidente y en Oriente; en el Norte y en el Sur.
La trama UBT no es comparable. En absoluto. No perdamos la razón y el gusto. Zenon es Zenon y Urdangarin-Borbón-Torres es una tríada muy, pero que muy distinta. Pero, eso sí, el asunto en el que estos últimos están inmersos, que han generado «creativamente», recuerda en lo superficial -¡sólo recuerda!- ese despliegue inacabable que han provocado y siguen provocando aquellos fragmentos eternos de un presocrático que sigue dando qué pensar.
Veamos dos capas más de la trama UBT. Andrés Martínez Lorca ha encontrado la expresión exacta para designarlas: ¡puro y sucio surrealismo!
La primera es académica, va de tesis y de doctorados. Tomo pie en un artículo de Melchor Saiz-Pardo [1]. «El socio de Urdangarin se doctoró con una tesis sobre cómo dar «pelotazos»». Más poco a poco.
Iñaki Urdangarin y Diego Torres, su socio y ex profesor, ni mucho menos se ocultaban en cloacas de las actividades empresariales. Hacían «alarde académico de sus negocios a cuenta de los patrocinios sin aparente ánimo de lucro y de la organización de eventos relacionados con el deporte».
Los agentes de la Policía Judicial de la operación Babel, los que investigan los contratos a las empresas del yernísimo y del desvío -¡perdón!: del presunto desvío- de esos fondos, tienen en su poder, señala Melchor Saiz-Pardo, «un valioso manual de uso de esa trama empresarial». ¿Un manual? Sí, un ensayo, la tesis doctoral del mismísimo Diego Torres. En ella, uno de los principales imputados «desgrana cómo sacar provecho económico de los mecenazgos» e, incluso, ¡el surrealismo al que aludía AML!, incluye artículos firmados al alimón con el duque de Palma, con el yernísimo Real. En esos trabajos académicos se presentan «las adjudicaciones del Gobierno de Jaume Matas y los «sablazos» a las instituciones valencianas como ejemplo de gestión». Como lo han leído.
La tesis doctoral, que seguro merece la pena leer, de 180 páginas, se titula «Influencia del alineamiento estratégico en el éxito del patrocinio». ¡Qué términos tan sugerentes! ¡Alineamiento estratégico!
Torres la presentó en enero de 2008, siendo profesor en Esade. La calificación que obtuvo, si no ando errado, fue Sobresaliente cum laude. Había mucha empiria y mucha praxis detrás. Entonces, es sabido, DT era el máximo dirigente del Instituto Nóos, la ONG que el Duque había abandonado «formalmente» unos dos años antes. Las irregularidades de las operaciones, ya conocidas entonces, no fueron obstáculo para que el tribunal de la gran escuela catalana de negocios aprobara la tesis y para que ESADE concediese un doctorado que, salvo error por mi parte, sigue en pie de validación académica. ¡Qué cosas pasan en nuestras modernísimas escuelas de negocios!
Por lo demás, en la tesis, tomo de nuevo pie en Melchor Saiz-Pardo, el socio y colega Torres agradece la ayuda de sus compañeros del Instituto Nóos y, sobre todo, destaca el apoyo recibido de Iñaki Urdangarin, «que a lo largo de todo este período siempre ha escuchado pacientemente mis disquisiciones sobre este tema y me ha dado muchas buenas ideas basadas en su conocimiento directo del mundo del deporte». ¡Para morirse y resucitar un siglo después! Torres, por si fuera necesario, no oculta que el objetivo de su tesis «es analizar el dinero que se mueve con el patrocinio y, en particular, con el deportivo, precisamente de lo que le acusa el juez de Palma». «El patrocinio es una actividad de gran impacto económico y social, en claro crecimiento (…) En el año 2005 la inversión mundial en patrocinio se estimó en 30.000 millones de dólares, de los cuales el 87% se destinaron a patrocinios deportivos», Diego Torres dixit.
Según Melchor Saiz-Pardo, las referencias del ahora, no entonces, ex profesor de ESADE al yernísimo son continuas en su trabajo. En las referencias bibliográficas de la tesis «incluye hasta siete artículos escritos por Urdangarin» («escritos» es, sin duda, una generosísima licencia poética; firmados, más bien). Aún más, cuatro de esos trabajos de un miembro de la Familia real están referidos a los contratos que el ex presidente balear Jaume Matas adjudicó a dedo al Instituto Nóos y los multimillonarios contratos que Torres y Urdangarin también cerraron con las administraciones valencianas con el fin de poner en marcha unos juegos europeos que, como es sabido, jamás llegaron a celebrarse.
Hasta aquí la primera capa: asuntos privados. La segunda, directamente pública, tiene una fuente mucho menos presentable [2], pero también se ha hablado algo de ello en varios medios radiofónicos.
En pocas palabras: «Urdangarín utilizó coches oficiales y despachos de la Embajada de España en Washington para sus negocios privados». Sin discreción y de manera habitual; como han leído. Donde hubo, se retiene. Si uno cree que puede hacer cualquier cosa, si uno piensa que a él nadie le tose ni lo corrige, pues entonces todo vale, como en aquellas heterodoxas y no muy conseguidas consignas del «anarquismo» metodológico.
De hecho, el embajador de España en Estados Unidos, Jorge Dezcallar, se quejó al Gobierno -¡osó hacerlo!- de las intromisiones del Duque palmesano. El «republicano» José Luis R. Zapatero era entonces primer ministro y Miguel Ángel Moratinos su Ministro de Exteriores. Resultado de la queja: silencio. Sin respuesta. ¿Existieron presiones de la Casa Real, consultas acaso, o bien es que el gobierno entendió que no debía meterse donde «no podía» meterse?
Lo sucedido tuvo lugar en 2009 y 2010, hasta finales de este último año, cuando el Duque y la infanta Cristina de Borbón y sus hijos vivían en su «exilio» washingtoniano. Él, como es sabido, era entonces consejero de la primera multinacional española. ¿Incluían esos negocios asuntos de la Telefónica de César Alierta?
Según parece, aparte de despachos, seguridad extra y vehículos oficiales («destinados exclusivamente al traslado de ciertos invitados para actos oficiales concretos»), era suficiente una llamada del yernísimo «al secretario del embajador, o directamente al mismísimo embajador, para que el esposo dispusiese de las comodidades y servicios que le ofrecía la sede consular española.
Como han leído: el Estado a mi servicio. Bien mirado no es de extrañar: las tradiciones (borbónicas) son las tradiciones (reales).
En una carta a Johan Baptist von Schweitzer, fechada el 13 de febrero de 1865, el autor de El Capital, dos años antes de la edición del primer libro, escribía: «[…] Así como el partido burgués hizo en Prusia especialmente el ridículo y originó su actual miseria al creer seriamente que con la «Nueva Era» le había caído en las faldas el gobierno por la gracia del Príncipe Regente, así también hará el partido obrero un ridículo mucho mayor si se imagina que con la era Bismarck o con cualquier otra era prusiana le van a caer, por gracia del Rey, las manzanas de oro en la boca. Que ha de llegar el desengaño de la desventurada ilusión de Lassalle sobre una ingerencia socialista en un gobierno prusiano, es cosa que está por sobre de toda duda. La lógica de las cosas hablará. Pero el honor del partido obrero exige que éste aparte de sí semejantes imágenes falsas aun antes que su oquedad haya reventado ante la experiencia. La clase obrera o es revolucionaria o no es nada.»
O es revolucionaria o no es nada. Pues deberíamos serlo, deberíamos ser, y no ser Nada. Porque hay motivos, porque las dimensiones de la infamia y sus alrededores parecen no tener límite. ¿Qué instituciones del Estado y cuántas entidades privadas están relacionadas con esta trama de corrupción y engaño base de tesis académicas, ocupaciones privadas de embajadas públicas y prácticas económicas de «iniciativa emprendedora», esta última y estúpida arista ideológica del capitalismo neoliberal, que afecta a la hija y al yerno de la primera autoridad del Estado?
Notas:
[1] http://cibernoticiasexpress.wordpress.com/category/corrupcion/
Salvador López Arnal es autor de Entre clásicos (La Oveja roja, Madrid, en prensa).
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.