Los resultados del último informe sobre el cambio climático elaborado por el economista Nicholas Stern a petición del gobierno británico han alborotado a la opinión pública. Dice Stern que la tierra se calienta a una velocidad inverosímil y que nos aguarda un futuro ruinoso de catástrofes en el que no faltarán los deshielos de glaciares, […]
Los resultados del último informe sobre el cambio climático elaborado por el economista Nicholas Stern a petición del gobierno británico han alborotado a la opinión pública. Dice Stern que la tierra se calienta a una velocidad inverosímil y que nos aguarda un futuro ruinoso de catástrofes en el que no faltarán los deshielos de glaciares, las sequías y los huracanes. Ante estos augurios, todos los titulares de prensa se han encargado de arrojar informaciones más o menos apocalípticas sobre el calentamiento global, pero siempre con un mensaje común: que el cambio climático no es tanto un desastre medioambiental como un desastre económico. Porque según el informe de Stern, se avecina un cataclismo financiero similar al de la Gran Depresión o la Segunda Guerra Mundial.
La economía es el nuevo becerro de oro de la posmodernidad y todo parece estar sometido a la disciplina del mercado. El informe del gobierno británico habla de doscientos millones de refugiados medioambientales, y sin embargo, todo el debate se centrará en cuestiones puramente monetarias. Los pueblos más desfavorecidos serán las primeras víctimas de un sistema neoliberal que ha cedido el gobierno de nuestras vidas a los grandes poderes económicos en detrimento de las instituciones públicas. Han secuestrado la política. Ahora más que nunca existe una colisión de intereses entre una ciudadanía que exige una gestión inteligente y justa de los recursos naturales y un sistema económico dispuesto a apurar nuestro planeta hasta los posos en el nombre del progreso.
Es un buen momento para pegar un volantazo y orientar el rumbo de las políticas energéticas. En 2012 caducarán los compromisos adquiridos en Kyoto y será necesario afrontar un nuevo acuerdo internacional sobre el cambio climático que sin duda estará marcado por la carestía del petróleo y por el afán de protagonismo de los promotores nucleares. Por eso es necesario mantener la vigilancia y no perder de vista el verdadero origen del desequilibrio climático. El timón del planeta debe recaer en las energías sostenibles y en programas de eficiencia energética, pero mientras no hagamos temblar los cimientos del neoliberalismo, cualquier hoja de ruta que diseñemos para nuestro planeta estará condenada al fracaso más estrepitoso.
Jonathan Martínez
Responsable de la Secretaría de Medio Ambiente de Ezker Batua-Berdeak