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Netflix al servicio del imperialismo

Fuentes: Rebelión

Si bien no son los inventores de la utilización del cine y la televisión como forma de contrabandear su ideología, los estadounidenses fueron sin duda quienes perfeccionaron los métodos para inyectar ideas que luego justifican su accionar prepotente y criminal en las naciones que fueron sometidas a su dominio imperial. Durante la Segunda Guerra Mundial […]

Si bien no son los inventores de la utilización del cine y la televisión como forma de contrabandear su ideología, los estadounidenses fueron sin duda quienes perfeccionaron los métodos para inyectar ideas que luego justifican su accionar prepotente y criminal en las naciones que fueron sometidas a su dominio imperial.

Durante la Segunda Guerra Mundial y después durante la Guerra Fría contra el Bloque Soviético el cine se transformó en una herramienta de propaganda, donde los héroes eran los yanquis y los malvados sus enemigos.

Llegaron a hacerlo sin disimulo alguno, por ejemplo, la serie «Misión Imposible» que se emitió durante 1966 y 1973, mostraba como un grupo secreto de inteligencia, posiblemente la CIA, realizaba acciones en países latinoamericanos, africanos o árabes, donde imperaban «salvajes gobernantes dictatoriales», y entonces este grupo instrumentaba un golpe de estado de restauraba la «libertad» en la republiqueta.

Lo que pasaba en la serie también ocurría en la realidad, para citar casos cercanos a esas fechas digamos que en 1961 el gobierno yanqui organizó la invasión a la Bahía de Cochinos en Cuba la que terminó en un desastre militar, pero en 1965 los Estados Unidos invadieron la República Dominicana para instaurar un gobierno títere y en 1973 apoyaron el sangriento golpe de Estado en Chile derrocando al gobierno democrático de Salvador Allende para instaurar la dictadura de Pinochet.

La dictadura pinochetista no fue la única que contó con el apoyo del imperialismo norteamericano, también sostuvieron a Anastasio Somoza y su hijo que gobernaron Nicaragua entre 1937 a 1979, la de Rafael Trujillo en República Dominicana de 1930 a 1952, la de Francois Duvallier en Haití entre 1957 a 1971, la de Alfredo Stroessner en Paraguay entre 1954 y 1989, la de Fulgencio Batista en Cuba entre 1954 y 1959 y por supuesto las de Argentina de 1955 a 1958, 1966 a 1973 y la más salvaje de todas la de 1976 a 1983.

Por eso cuando los Estados Unidos nos dicen que están preocupados por la democracia en algún país, después de desplegar una sonrisa irónica, hay que ponerse muy serios porque seguramente después de eso intente una invasión o logre financiar a mercenarios que instauren un régimen que permita el accionar, sin condicionamientos de ningún tipo, de las corporaciones de origen norteamericano, a la vez que liquidan los más elementales derechos humanos.

El comandante

Ahora el imperio cuenta con varias corporaciones dedicadas a las noticias y el entretenimiento que tienen la clara intención de promover sus ideas de conquista y denigrar aquellos proyectos soberanos que quieren interponer un dique a sus abusivas ambiciones.

Entre esas empresas, se inscriben los aparentemente inocentes servicios de Netflix, donde a través de algunas series se procede a inyectar el veneno de la difamación a sistemas de gobiernos y líderes latinoamericanos que no por casualidad son aquellos al que el gobierno estadounidense considera «peligrosos» para sus intereses, calumnias que también se extienden a revoluciones que los estadounidenses consideran un mal ejemplo para el mundo.

Nos referiremos a tres casos, dos ya concretados y uno en camino de concreción sobre el que es necesario advertir al público, que tal vez piense que con esas series puede adquirir algún conocimiento de la realidad o la historia de otro país.

Comencemos con la serie El Comandante, un pasquín insultante y difamatorio sobre la figura de Hugo Chávez, el autor de la serie es Moisés Naím, exministro durante el gobierno de Carlos Andrés Pérez (1989-1993), y por lo tanto un adversario político de Chávez.

Se trata de una serie colombiana creada por la corporación SONY y que en algunos países fue emitida por el canal TNT, que a nuestro país llegó a través de Netflix, en lo que es un conglomerado de corporaciones con la misma intencionalidad: difamar la revolución bolivariana de acuerdo a los intereses imperiales de los Estados Unidos.

Lo primero que llama la atención de esta serie es que el actor elegido para interpretar a Hugo Chávez es el que hizo las veces de Pablo Escobar Gaviria en la serie «El patrón del mal», si alguien me dice que esto es pura casualidad por favor que me permita reírme por un rato.

Nos detendremos en el autor de la serie, Moisés Naím, que como ya dijimos es un enemigo del chavismo, en declaraciones a la prensa señaló sobre la serie: «Nos hemos dado el lujo de crear un montón de personajes e historias de ficción que acompañan la historia central de Hugo Chávez»

O sea que lo que están haciendo es crear ficción, inventando hechos que nunca ocurrieron, pero siempre con una sola finalidad la calumnia.

Sigamos con este autor que fue miembro del directorio del Banco Mundial y participa de varias instituciones con sede en los Estados Unidos, y que además escribe sus artículos en diarios de ese país, por supuesto que quien publica sus artículos en la Argentina es el diario oligárquico y proyanqui La Nación.

En un artículo publicado a fines de 2018 en ese diario, Moisés Naím decía: «Nicolás Maduro no debe seguir siendo presidente de Venezuela. Es difícil decidir cuál es su peor defecto. ¿Qué es más grave, la cruel indiferencia que muestra ante el sufrimiento de millones de venezolanos o sus brutales conductas dictatoriales? ¿Qué es más indignante, su inmensa ignorancia o verlo bailando en televisión mientras en las calles sus esbirros asesinan a jóvenes indefensos? La lista de fallas es larga y los venezolanos la conocen; el 90% de ellos repudia a Maduro. Y el resto del mundo también ha descubierto -¡por fin!- su carácter despótico, corrupto e inepto Y sin embargo, Maduro no importa. Sacarlo no basta. Él es simplemente el tonto útil, el títere de quienes realmente mandan en Venezuela: los cubanos, los narcotraficantes y los viudos del chavismo.»

A Naín lo tiene sin cuidado la democracia en Venezuela, no le importa el resultado de una elección y por supuesto sus artículos y al igual que la serie que lo tiene como autor, es una simple instigación y promoción del golpe de Estado que en estos momentos está intentando el sanguinario imperio en Venezuela.

La conexión entre la serie y el intento de golpe de estado está por demás claro, quién no lo quiera ver, es porque tiene intereses comunes con los invasores.

La serie de Clarín

En Argentina Netflix se asoció con Jorge Lanata el operador político del grupo Clarín, para realizar una serie de dos temporadas que se llamará «Codicia» y que presentará como ficción los informes presentados en su programa de Canal 13 contra el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.

El autor, que ya viene promocionando la serie declaró que la misma va a tener 70 % de ficción y 30% de documento y advirtió sin que sea muy creíble de que no se va a tratar de un programa anti K porque también aparecerán casos que implican al macrismo, también en su programa pseudo periodística prometió críticas al macrismo la que nunca aparecieron, transformándose en un burdo programa de abyecta obsecuencia del oficialismo.

Aunque aún no hay fechas nos animamos a señalar que la misma se emitirá lo más cerca posible de las elecciones y se coordinará con los juicios armados por los jueces macristas con la clara intencionalidad de incidir en las elecciones o de ser necesario, intentar proscribir a la única candidata opositora.

Nos causa un poco de gracia que Lanata diga que la serie va a tener un 70 % de ficción cuando sus programas de periodismo trucho tenían un 100% de ficción, porque ya pasado un tiempo más que suficiente se puso en evidencia que se montaron sobre enormes mentiras con la única finalidad de inyectar el odio gorila en débiles mentalidades de clase media.

Ya que la serie se trataría sobre la ruta de dinero K, recordemos que uno de los testigos presentados en ese programa, el financista Federico Elaskar, acaba de declarar ante un tribunal que fue presionado por el sindicalista menemista Luis Barrionuevo y el mismísimo Lanata para que declarara contra Cristina sin que hubiera nada cierto en lo que se mostraba en el programa en cuestión.

Tal vez ahora Lanata se haya inspirado en lo que dijo otro de los testigos de ese programa cuando dijo «Querían ficción y le dimos ficción», lo cual ahora se concretará en la serie de Netflix.

Seguramente uno de los programas estará relacionado con la cuenta en Seychelles abierta por Cristina Fernández en la escala de un viaje oficial, cuenta que nunca fue encontrada, eso si los enviados de Lanata estuvieron en Panamá y sorprendentemente no pudieron encontrar una sola cuenta de Macri y de su familia, de las muchas que tiene la familia presidencial radicadas en el exterior.

No sabemos en que temporada se emitirán las fabulaciones de Miriam Quiroga, entrevistada por Lanata, y que debió reconocer ante el Poder Judicial que no había nada de cierto en sus declaraciones, las cuales fueron realizadas con el objetivo de vender un libro, eso sí Lanata nos decía que en su programa la información estaba «hiper recontra chequeada».

Ficción pura fue la que denominó «Aníbal es la morsa» donde se acusaba a Aníbal Fernández de las peores cosas porque unos asesinos y narcos arreglaron con la producción de Lanata, montando un estudio en la casa de Elisa Carrió, difamarlo unas semanas antes de las elecciones a gobernador, denuncia que posiblemente ayudó a que Heidi ganara las elecciones.

Los narcos amigos de Lanata y Carrió decían que había un jefe que tenía el mote de «la morsa», así que Aníbal fue acusado de portación de bigote, ante la Justicia los acusadores de Aníbal reconocieron que les prometieron beneficios a cambio de calumniar a Fernández. Ni bien asumió Macri y Vidal los acusadores de Aníbal lograron fugarse de la cárcel, tal vez ese fuera el beneficio prometido.

Creo que con la historia de «la morsa» hay por lo menos para dos capítulos, así que quedaremos con toda la expectativa cuando veamos el anuncio de «continuará».

Otro capítulo de este sainete moderno posiblemente se refiera a cuando Lanata acusó a Boudou de viajar a Uruguay con varios bolsos, ¿Qué otra cosa que plata podían tener esos bolsos?, el mismo día y a la misma hora que el ex vicepresidente estaba recibiendo al presidente brasilero Lula en el Senado.

El tema de una serie es que Lanata podrá mentir sin culpa, de todas maneras haber trabajado en Clarín lo hace acreedor a un master en mentiras y en ocultamiento de información.

La difamación de la Revolución Rusa

Recientemente Netflix lanzó la serie Trotsky, hablada en ruso, o sea que posiblemente esta corporación estadounidense se haya asociado a una empresa de esa nacionalidad.

Digámoslo de un principio se trata de bodrio monumental con la única finalidad de difamar a la Revolución Rusa y sus dos máximos exponentes Trotsky y Lenin.

Por supuesto que cualquiera tiene derecho a cuestionar esa revolución pero a lo que que no hay derecho alguno, es a falsear los hechos históricos, es posible que algunos espectadores vean la serie con la intención de enterarse de quién fue Trotsky o saber algo sobre lo que fue la gran revolución proletaria.

En este caso no sabemos quien fue el autor del guion, pero sin duda se trata de un reaccionario y posiblemente de un ignorante porque se distorsiona de manera descomunal los sucesos.

El mecanismo utilizado por los autores de este engendro es el mismo utilizado para realizar la serie El Comandante y posiblemente también será utilizada por el operador de Magnetto, amparados en que se trata de ficción se procede a difamar y calumniar a un personaje histórico pero utilizando falsedades, veamos algunas en el caso de Trotsky

No permitimos comenzar con una humorada porque la construcción del Trotsky de esta serie más que estar influenciado por la doctrina de Marx y Lenín parece ser un seguidor de Alejandro Dolina y su máxima que dice que «todo lo que el hombre hace, lo hace para levantar minas», porque este falso Trotsky parece un galán rudo de telenovela.

Parvus fue un revolucionario y colaborador de Trotsky que es presentado en la serie como una especie de Durán Barba que lanzó a Trotsky a la fama como si se tratara de una marca comercial y que además estaba financiado por una potencia extranjera.

Los revolucionarios son presentados como unos cínicos, carentes de ideales, que despreciaban al pueblo y sin ningún respeto por la vidas ajenas y por lo tanto proclives a disponer matanzas sin ninguna justificación.

La realidad histórica muestra que la Revolución Rusa fue realizada por obreros, campesinos y soldados produciendo una ínfima cantidad de muertes, la mayor cantidad de víctima se produjeron durante la guerra civil posterior promovida por las potencias imperiales que alentaron y armaron a los sectores reaccionarios. Esas víctimas fueron mayormente responsabilidad de quienes intentaron la contrarrevolución.

Se muestra una competencia absurda entre Trotsky y Lenin por la simple figuración, cuando la diferencias entre ellos fue de ideas en cuanto a la revolución, pero que en el momento de los sucesos cruciales ya se habían zanjado y prácticamente actuaban de común acuerdo en la mayoría de las decisiones.

Hay situaciones ridículas que nunca existieron como un intento de Lenin de asustar a Trotsky simulando arrojarlo desde una terraza al vacío, también se inventan encuentros como el de Freud y el Trotsky que posiblemente nunca haya ocurrido.

Otro invento de la serie es lo ocurrido en la revolución fracasada de 1905, donde se muestra a Trotsky echado del Soviet cuando en verdad fue quién condujo esa institución y además se lo responsabiliza de ser responsable de la derrota, cuando precisamente fue encarcelado por ser considerado como un líder peligroso por el prestigio que tenía entre los trabajadores.

La serie incurre en una mentira monumental a mostrar que la revolución de octubre de 1917 se realizó sin ninguna incidencia del que fuera su principal impulsor Vladimir Ilich Lenin, según la serie, Trotsky hizo la revolución, con el apoyo de Kamenev quien precisamente fue uno de quienes más se oponía a la insurrección y que luego Lenín se aprovechó del triunfo y quedó como líder por una concesión de Trotsky.

Pero tal vez el personaje más absurdo y distorsionado sea el del asesino de Trotsky, cuyo verdadero nombre era Ramón Mercader pero que adoptó el nombre de Frank Jackson, individuo que fue adiestrado por los servicios secretos stalinistas con la finalidad de matar al revolucionario exiliado en México, para tal fin conquistó a una secretaria de Trotsky para poder ingresar al círculo muy reducido de visitantes de su casa, ganándose la confianza de Trotsky y su entorno, un día ingresó a la casa con una pica y sorprendió al revolucionario clavándosela en la cabeza.

Pero la historia que cuenta la serie es muy distinta y su verosimilitud es absolutamente nula, por empezar Jackson se presenta como stalinista y sigue visitando la casa sin ningún problema luego de un intento de asesinato que sufre Trotsky, es increíble que éste haya dejado ingresar a su núcleo de confianza a un stalinista, que además lo torturaba acusándolo de las peores cosas, o sea que para los autores del bodrio, el revolucionario ruso era un completo estúpido, además de presentarlo como un loco en su exilio mexicano.

Trotsky y su esposa llegan a saber de las intenciones de Jackson y sin embargo no toma ninguna acción y además lo provoca para que lo mate, por lo que el asesinato de Trotsky por obra y gracia de este invento sería casi un suicido, un absurdo total.

La serie además tiene algunos componentes propios de novela a la hora del te, como un supuesto amorío entre Jackson y Frida Kahlo, el cual de haber existido hubiera puesto en peligro la misión del asesino stalinista, y que además no aparece en ninguna de las biografías de Frida Kahlo a la que hemos tenido acceso.

Obviamente no decimos que todas las series disponibles en Netflix tengan la misma intencionalidad que los tres casos mencionados, tampoco decimos que pueda haber alguna que sea entretenida, pero sin duda hay que estar advertidos, especialmente para aquellos que no viven en los países en dónde transcurre la serie, que lo que están viendo no tiene absolutamente nada que ver con la verdad histórica y además tienen una manifiesta intencionalidad propagandística del imperialismo estadounidense.

Blog del autor: www.elforjista.com.ar

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.