Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones aquí publicadas, Joaquín Miras Albarrán es miembro fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y estado republicano. Estábamos aquí. Tú habías afirmado: «El pacto fue que se reconocerían derechos sociales a cambio de que las […]
Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones aquí publicadas, Joaquín Miras Albarrán es miembro fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y estado republicano.
Estábamos aquí. Tú habías afirmado: «El pacto fue que se reconocerían derechos sociales a cambio de que las fuerzas políticas se convirtieran en agencias electorales. Hubo fuerzas políticas que se opusieron a esto, los partidos comunistas de occidente. Pero fueron derrotadas».Este pacto del que hablas, ¿cómo, dónde, se concretó? ¿Es una interpretación a posteriori?
Bueno, fue el pacto que se construye en Europa entre la nueva potencia imperialista, Estados Unidos, y la mayoría de las fuerzas parlamentarias de los países europeos pertenecientes a su zona de influencia. En este pacto, las presiones y chantajes, la violencia terrorista y el dinero, el plan Marshall, etc, son instrumentos a la par. La tarea era expulsar del área de gobierno, aislar a los comunistas y apuntalar el capitalismo. El intento de asesinato de Togliatti…la matanza de comunistas en Grecia, etc.
Cuando hablaba antes, has dicho, de la tradición republicana española «no me refería a la actualmente existente sino a la que ha existido en estos últimos siglos». ¿Ves algo de singular o importante en ella?
Bueno, la escuela de Salamanca o Escuela Iusnaturalista, que se inicia a comienzos del siglo XVl, es la escuela que recoge el legado en un periodo de decadencia del mismo, y lo utiliza para pensar los nuevos problemas de la Modernidad. Como nos recuerda Brian Tierney, la grandeza de los holandeses del siglo XVll, Grocio, etc, está en que, a pesar de ser protestantes, no dudaron en hacerse continuadores del legado de esta escuela que era católica…la escuela comienza con Francisco de Vitoria. E incluye entre otros muchos autores de talento, a Juan de Mariana y a Francisco de Suárez.
Hablaremos de ella en extenso más adelante. Afirmas que la tradición política republicana tiene su origen en las polis griegas y en la Roma Antigua, tradición que está recogida y elaborada en los grandes textos filosóficos e históricos de la clasicidad mediterránea. ¿Qué textos son esos? ¿Nos das algún ejemplo? Sé también que has dado pistas sobre ello.
Podríamos decir que la filosofía, esa forma de pensamiento que surge en el mundo helénico, es el filosofar, es un pensamiento orgánico de las experiencias cívicas constitutivas de las polis. Ese pensamiento o reflexión laica, desgajada de la religión, que es la filosofía, es resultado de la experiencia de unas comunidades sociales que luchan por dirigir sus propios destinos y constituyen para ello relaciones sociales interhumanas que posibilitan experimentar que el destino de la comunidad y de cada individuo dentro de la misma depende de su propia capacidad de hacer y decidir, y no es un destino impuesto, una consecuencia de la voluntad de seres superiores, trascendentes. Sin esa experiencia, basada en unas relaciones sociales que permiten a una gran parte de la comunidad dirigir sus propios destinos, no hubiese surgido este nuevo pensamiento que es desfetichizador, inmanentista, y que, a su vez, en lo político, en su filosofía política, defiende la auto elección y la autodeterminación de las comunidades. Así nos lo recordaba Benjamin Farrington. La geometría procedía de Egipto, elaborada por su casta sacerdotal. El cálculo sexagesimal, de la religión caldea, de sus esfuerzos por calcular la orbitación de los planetas-divinidades, etc. Pero el sentimiento de que el mundo social humano, el destino humano, depende de nosotros mismos, los humanos, y el abordar la reflexión sobre la naturaleza considerándola como ente material -para expresarlo rápidamente-, eso, esa característica que es constitutiva de la filosofía, surge de la experiencia de libertad de esas comunidades. La filosofía es orgánica de la experiencia social de las polis y de la democracia. En realidad, la asignatura que es la verdadera «alternativa a la religión» es la filosofía, a pesar de que los profesores de filosofía no lo sepan, no lo asuman. En este sentido, toda la filosofía clásica es expresión orgánica de ese mundo y recoge ese pensamiento.
Pero, desde abismos de ignorancia, ¿no occidentalizas demasiado el pensamiento filosófico? ¿Y en Oriente (sea lo que sea lo que designe esta palabra)? ¿Ocurre allí lo mismo?
El pensamiento que denominamos filosofía no es occidental: es un pensamiento histórico que surge en islas y costas del mar Egeo, tanto las helénicas como las de la península asiática de Anatolia, dentro de un tipo específico de comunidad social. Y se extiende tanto por las costas del mar Negro como por la Magna Grecia en Italia, por el norte de África, y por Asia, los territorios del imperio Persa, etc .
Excelente aclaración geográfica que solemos olvidar.
«Occidente» y, también, «Europa», como denominación no meramente geográfica, son dos términos muy posteriores, de fines de la Edad Moderna, como mucho. Lo que hubo antes en ese territorio era, por un lado, una unidad formada por el mundo romano germánico, por otro lado, el mundo Bizantino, que fue el heredero directo de la tradición, y que se extendían en primer lugar, por Asia, y también por el mundo eslavo, etcétera. El mundo romano germánico y el bizantino estaban, entre sí, mutuamente excomulgados y condenados, no constituían en modo alguno una unidad.
Todo esto sirve para ayudarnos a comprender hasta qué punto determinadas nociones son ideología pura. Lo mismo que la idea de «Europa, continente de paz y libertad», creada durante los años sesenta del siglo XX. En esa época «Europa» era «el mercado común», lo demás era Barbarie…. Continente de paz, el lugar desde donde se desencadenan la Primera y la Segunda guerras mundiales, donde nacen los fascismos; que es el marco de las Guerras Napoleónicas, y de la Guerra de los Treinta años… Pero la ideología es muy contagiosa.
Desde luego. Algunas más que otras.
Hay que decir, además, que el pensamiento occidental real, el actual, el liberalismo actual, pugna por destruir esta tradición filosófica y humanística.
Dicho está. Lo destaco.
Una vez hecha esta salvedad, debo decir que no me corresponde a mí, a nosotros, responder la pregunta sobre si determinado pensamiento es o no filosofía. Sí nos toca, como herederos de la tradición de la filosofía, estipular cuáles son sus características. La filosofía es un pensamiento que se auto reconoce como producto intelectual humano. Que rechaza ser resultado de revelación alguna, sea de dioses, espíritus, ancestros familiares muertos, gautamas, o cualquier otro tipo de mente trascendente. Que incluso cuando elabora una concepción del mundo en la que se considera necesario proponer la existencia de un ser trascendente, esa concepción es conscientemente sostenida como producto de la razón humana y no puede serle impuesta a nadie que no la comparta y no acepte los argumentos racionales propuestos como justificación de dicha creencia. Que rechaza por tanto la inviolabilidad intelectual de doctrinas, de libros.
Es un pensamiento cismundano, como todo pensamiento. Pero que, además, se reconoce como tal, declara ser tal, lo que posibilita la auto elección y autodeterminación humana, también en la elaboración de este mismo pensamiento. La filosofía propugna la autonomía intelectual, frente a la heteronomía de quien se ve forzado a aceptar ideas, por creerlas trascendentes, reveladas.
No está nada mal está línea de demarcación.
Si hay tradiciones de pensamiento que declaran asumir esta fundamentación, esta metafísica que es la de la filosofía, nosotros no podemos negarlas; esas tradiciones son también filosofía. Pero deben compartir esta metafísica de fondo.
Un matiz más.
Adelante con él
La filosofía no niega la existencia de otras tradiciones sapienciales, tales como las religiosas. Ni que tengan pensamiento valioso. Si se me dice algo así como «vanidad de vanidades, todo vanidad, dice el Cohelet», yo me opondré por entero a tal juicio: existe la dignidad humana, existe el sufrimiento humano, existe la vida, existe la aspiración a la felicidad humana, y eso no es una vanidad, y no aceptaré el transfuguismo relativista de la frase. Si por el contrario, leo «bienaventurados los pobres», estaré de acuerdo.
La frase sigue pero no quiero interrumpirte.
Precisamente Hegel en su crítica contra la Ilustración y su anticlericalismo y su creencia de que la religión había sido inventada por mentes desalmadas para engañar a las gentes y dominarlas, señala que el pensamiento religioso es, también, nada menos que simple pensamiento humano, como lo es la misma Ilustración –Fenomenología del Espíritu-, producto creado también por el espíritu humano. No intento de engaño. Pero el mismo Hegel -ahora el joven Hegel- nos recuerda que precisamente la diferencia entre la religión, la cristiana en este caso -el juicio es válido para todo pensamiento reflexivo que no pertenece a la tradición de la filosofía, o sea, que no es conscientemente cismundano-, y la filosofía, puede verse en la diferencia que hay entre Sócrates y Cristo.
¿Cuál es esa diferencia?
Sócrates elabora un pensamiento que obliga a quien lo asume, a ser libre, a pensar por sí mismo, a ejercer la libertad de elegirse en el propio pensamiento. Y ninguno de los discípulos de Sócrates compartió la filosofía de Sócrates; cada uno elaboró su propia filosofía. Sin embargo, los discípulos de Cristo, todos, declaraban ser estrictos seguidores de la doctrina de Cristo, y en relación con lo que los diferenciaba intelectualmente se enfrentaron ferozmente entre ellos en nombre de la verdadera versión de la doctrina de Cristo.
Pues eso que acabas de decir del cristianismo y los cristianos me recuerda a algo más próximo para nosotros. Sigue por favor.
Crearon así una «positividad»: un cuerpo doctrinario intelectual fijo, cerrado e intocable, por ser considerado revelación, de origen no humano. Un cuerpo de pensamiento que aun el en caso de que en su origen hubiera podido tener sentido y responder a necesidades históricas, no podía dejar de pasar a ser disfuncional a las nuevas realidades históricas y pasar convertirse en causa de sufrimiento para los seres humanos. Porque el ser humano es constante autotransformación práxica, praxis intersubjetiva en constante cambio, o sea, es «negatividad». Y todo lo que choca con esta nuestra real ontología y fragua «positividad» que se pretende intocable, es lesivo.
Pero vuelvo a insistir, si una persona no perteneciente a la tradición filosófica nuestra dice que comparte los principios metafísicos inmanentistas, declara que la tradición de pensamiento en la que se inspira es producto del ser humano,y reclama que su pensamiento sea denominado filosofía -con esa palabra de nuestra tradición-, como el mío, pues tendrá razón. Pero ha de ser un pensamiento que acepte que su fuente de legitimidad está en él mismo, en el intelecto humano, y no apela a seres trascendentes para justificarse.
Ni el tarot ni la astrología son ciencias ni el pensamiento que se declara de inspiración no humana es filosofía.
Está muy bien que finalicemos hoy con esa afirmación. Ahí queda.
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