Eso es al menos lo que dicen destacados miembros de la comunidad científica y el sentido común de los demás mortales, que el llamado cambio climático que, fundamentalmente, ha sido provocado por nuestro modelo de desarrollo en uso, entre otros efectos que ya empiezan a apreciarse, nos va a dejar en Europa sin primaveras ni […]
Eso es al menos lo que dicen destacados miembros de la comunidad científica y el sentido común de los demás mortales, que el llamado cambio climático que, fundamentalmente, ha sido provocado por nuestro modelo de desarrollo en uso, entre otros efectos que ya empiezan a apreciarse, nos va a dejar en Europa sin primaveras ni otoños.
Y sé que algunos palidecen cada vez que escuchan las estaciones de Vivaldi y lloran las ausencias de una primavera y un otoño que saben a nostalgia. A partir de ahora cada sonata de otoño será el reflejo del sueño que perdimos. Será doloroso advertir el hastío de los tantos divinos poetas a la búsqueda de flores y hojas que le den nombre al tiempo, o asistir al naufragio de las musas ahogadas en equinoccios que ya sólo serán parte de archivos y diccionarios.
Pero con todo y lo terrible que parezca tan oscura predicción, no va a ser lo peor que nos ocurra. Ni tampoco las gravísimas consecuencias que para la vida humana está empezando a tener el deterioro general del planeta.
Lo que de verdad asola y turba y conturba y desola y perturba es saber qué coño va a pasar con la Colección Primavera de El Corte Inglés, qué nuevas tendencias de maquillaje ya no tendrán desfile, qué va a suceder con la Pasarela Cibeles, de qué es que va a vivir Ruiz de la Prada, Oscar de la Renta…esa es la principal desgracia, casi me atrevería a decir que la única.