A muchos votantes del PsoE no les importan las concesiones del gobierno de Zapatero a la iglesia católica, ni que no se haya atrevido a denunciar los acuerdos del 79; tampoco parecen muy preocupados por el descarado giro al centro-derecha con sus propuestas neoliberales y rebajas fiscales, o con las renuncias a su programa electoral; […]
A muchos votantes del PsoE no les importan las concesiones del gobierno de Zapatero a la iglesia católica, ni que no se haya atrevido a denunciar los acuerdos del 79; tampoco parecen muy preocupados por el descarado giro al centro-derecha con sus propuestas neoliberales y rebajas fiscales, o con las renuncias a su programa electoral; No, no les importa y le seguirán votando -a veces con la nariz tapada-, con tal de que no gane el Pp. Pero lo curioso es que a la inversa ocurre lo mismo, y así, a muchísimos votantes del PP, no les importa el giro del Sr. Rajoy a la extrema derecha, ni que mientan por sistema, ni que desfenestren a su mejor activo -el Sr. Gallardón-, y así, con la máxima y demostrada fidelidad, le seguirán votando, con tal de que no gane el PSOE.
Y digo yo: ¿Por qué no nos planteamos -aunque solo sea alguna vez-, votar a otra opción?, ¿Por qué no permitimos a IU, por ejemplo, que se consolide como tercera fuerza y así, además de minimizar el sempiterno bipartidismo, o de sentar las bases para una reforma electoral que reflejase proporcionalmente la rica pluralidad española, la resarcimos de la injusticia histórica que por mor de la Ley d´Hont, y de las formas de computar las adscripciones electorales, siempre le perjudica, en beneficio de nacionalistas y partidos mayoritarios?, ¿Por qué somos tan acríticos?, ¿Acaso no nos damos cuenta de que sin las terceras fuerzas, son los partidos nacionalistas los que siguen barriendo para el norte y son -el PP y PSOE- quienes tienen más fácil cometer sus tropelías?, ¿Por qué seguimos permitiendo que nos dejen decidir tan poco con las listas cerradas y los primeros escaños ya asignados -según sus intereses, que no los nuestros- antes de que hayamos ido a votar?
Yo que colaboro desde hace más de una década con el Comercio Justo siempre he dicho que nosotros, como consumidores/as tenemos el mayor poder del mundo -si nos unimos- incluso frente a las multinacionales más poderosas. Cuando hemos decidido no comprar una marca de leche, de café, de zapatillas o de ropa, por la injusticia social y abusos de sus empresas (recordemos NIKE o NESTLÉ), las multinacionales han terminado por cambiar sus prácticas cuando veían que sus ventas disminuían, por poco que fueran.
¿Por qué en política no ensayamos lo mismo? Si cada día, como hemos dicho, la ciudadanía decide menos, si los partidos hegemónicos, curiosamente, proclaman las mismas rebajas, presentan programas tan similares y practican las mismas beligerancias,… ¿que es lo que realmente vamos a elegir el 9-M? Como escribía Martín Seco muy acertadamente en su artículo titulado «Reforma electoral», las opciones que nos quedan son «…o bien uno de los dos grandes partidos obtiene mayoría absoluta, con lo que tendrá la tentación de gobernar de forma autocrática, o por el contrario no llega a controlar la mitad más uno de la Cámara y necesitará el apoyo de otros partidos minoritarios, que sólo pueden ser los nacionalistas, que prestarán su voto a cambio de privilegios para sus Autonomías y, como todo privilegio, en contra de las demás». Pues no.
Rebelémosnos y démosle la vuelta a este falso sofisma. Pensemos en el poder que tenemos con nuestro voto libre y no se lo concedamos esta vez, a ninguno de los dos, ¿a ver que pasa?