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Nicaragua se convierte en el séptimo país americano que tipifica como delito el feminicidio

Fuentes: Periodismo Humano

Treinta años después de la revolución sandinista la desigualdad se sigue cebando con la población femenina, manifestándose en forma de asesinatos. Una de cada tres mujeres nicaragüenses ha sufrido alguna vez violencia de género. Aparte del nombre del partido gobernante, ¿queda algo del sandinismo en Nicaragua? Si es así, las mujeres, que fueron parte activa […]

Treinta años después de la revolución sandinista la desigualdad se sigue cebando con la población femenina, manifestándose en forma de asesinatos. Una de cada tres mujeres nicaragüenses ha sufrido alguna vez violencia de género.

Aparte del nombre del partido gobernante, ¿queda algo del sandinismo en Nicaragua? Si es así, las mujeres, que fueron parte activa de la revolución que hace tres décadas derrocó al dictador Somoza, están dispuestas a exprimirlo. Como muestra, este año se ha aprobado la ley que tipifica como delito el feminicidio, penando de forma más dura el asesinato de mujeres. Una plaga que se cierne sobre Nicaragua tras recorrer varios países de América, y que ha encontrado en esta tierra un caldo de cultivo idóneo por la tremenda desigualdad de género que todavía impera en su sociedad.

Nicaragua ha tipificado este año el feminicidio como delito, forma extrema de violencia contra las mujeres, como delito. Ya aparece en los códigos legales y ya son siete los países de América Latina que así lo contemplan: México, Costa Rica, Guatemala, Chile, El Salvador, Perú y ahora Nicaragua. Con la aprobación de esta ley, se viene a institucionalizar la política de lucha contra la violencia hacia la mujer, creando la Comisión Nacional Interinstitucional y el observatorio estatal, para garantizar los programas de prevención, atención, erradicación y sanción de la violencia hacia la mujer. Con la aprobación de esta ley, se elevan las penas para agresores y homicidas hasta 30 años de cárcel.

Si bien es cierto en Nicaragua la muerte violenta de mujeres tiene, comparativamente, menos presencia que en otros países de la región, existe una gran preocupación porque se reconoce que va en aumento, especialmente a partir del año 2003. Desde esa fecha hasta ahora los feminicidios se han cuadruplicado pasando de 29 en el año 2000 a 65 en 2005, 89 en 2010, incluyendo 9 niñas en edades de 2 a 10 años y sólo en el primer trimestre de 2012 el observatorio de la Red de Mujeres contra la Violencia asegura que son 23 las muertes de féminas. Es decir la violencia de género está en aumento y una de sus expresiones más dramáticas es el asesinato de ellas. Hay que recordar que en Nicaragua viven sólo cinco millones y medio de personas, por lo que el dato es alarmante.

Pero ahora mismo prevalece la impunidad. Los 23 últimos feminicidas se encuentran prófugos, 12 detenidos sin sentencia, seis asesinos desconocidos, uno se quitó la vida y siete de ellos eran ex esposos que se habían separado y sólo volvieron para quitarle la vida a las mujeres.

La periodista y diplomática Ángela Saballos considera la aprobación de esta ley todo un logro. «Ahora la mujer denuncia. Estamos alertas a prevenir una mayor escalada de asesinatos a féminas. Gracias a las comisarías de la mujer y al aumento de las denuncias, al menos se contabilizan estos hechos».

La Red de mujeres contra la Violencia presenta en su último informe un dato escalofriante: en los primeros tres meses del presente año se han presentado 5.816 denuncias en las comisarías de la mujer. De éstas, el 60% fueron tipificadas de faltas, no han pasado a ser delitos, poniendo en mayores riesgos la vida de las mujeres y dejando en la impunidad a todos los agresores denunciados.

Según la Encuesta Nicaragüense de Demografía y Salud (ENDESA) el 48 por ciento de las mujeres alguna vez casadas o con una elación ha denunciado haber recibido maltrato verbal o psicológico, el 27 por ciento violencia física y el 13 por ciento violencia sexual por parte de alguna pareja o ex pareja. En total una de cada tres mujeres (29 por ciento) indica que ha experimentado violencia física o sexual en su vida.

Saballos fue la primera mujer reportera en prensa escrita, en 1969, en este país centroamericano. Para ella las desigualdades «forman parte de la cultura nacional y en la mayoría de las ocasiones son fomentadas por la misma madre. Ésta manda a la hija a plancharle la ropa al hermano, lavarle, hacerle la comida… lograr la igualdad desde la cuna es un proceso cultural que toma sus años. Hasta algunas de las mujeres que son reconocidas como feministas deben luchar por sus derechos dentro de su misma casa, su espacio de trabajo y el Estado. Esta lucha se inicia con el padre y continúa con el marido. Es muy raro encontrar a un hombre feminista, yo no tengo esa experiencia. En mi caso, siempre el hombre ha tratado de dominarme, y yo, de ser yo».

«Un detalle visible de esta cultura patriarcal es la costumbre de que la mujer use solamente el apellido del esposo y anteponga el «de» a ese apellido. Otro, que los hombres continúan dándose licencias que, en el caso de que una mujer se las diera, sería una catástrofe social. Por ejemplo, el hombre se permite relaciones sexuales extramatrimoniales, cuestión que en una mujer sería equivalente inmediato al divorcio y a la crítica más agria de las propias mujeres. Ahora, hasta antes de la nueva ley, había imposiciones legales que impedían que una mujer fuera propietaria de tierras que el Estado donara, o aún sujetas de crédito de préstamos especiales, porque no tenían patrimonio que las respaldara».

Ariana Peralta, directora de Apante Consultoría, que asesora a organismos nacionales e internacionales, también considera una victoria la aprobación de esta ley, ya que la desigualdad está arraigada en la conciencia de las mujeres. «Por ejemplo veo muchas situaciones así: a) Voy a consultar con mi esposo, si está de acuerdo te aviso (no hay criterio propio. B) No compro tal carne porque a mi esposo no le gusta (se relegan). c) Al fulano (esposo) no le gusta bailar, por eso no bailo en ninguna fiesta (sacrificio sin sentido). d) Él sale cuando quiere, yo no puedo porque tengo que hacer la casa (esclavitud). La verdad, no entiendo estas posiciones y me molestan.»

Ser mujer en Nicaragua es duro. Gladys Cáceres, directora de la ONG INPRHU Somoto afirma que «las mujeres históricamente hemos creído que valemos muy poco y que nuestra función es la reproducción, cuidar la casa, los hijos y el marido. Generalmente cuando nace un niño varón los padres sienten mayor satisfacción por tradición patriarcal ya que son vistos como sucesores del poder que ejerce el padre. La sociedad es machista y las mayores oportunidades de participación las tiene el hombre»

Habrá que esperar a ver los primeros resultados de la aplicación de esta ley recién aprobada aunque Saballos asegura ya que «no ha sido aún ni interiorizada ni si quiera por los jueces que deberán aplicarla. Hace falta mucho trabajo de comunicación para hacer comprender que esta no es una ley en contra de los hombres sino en contra de la violencia hacia la mujer».

Quizá la aprobación de esta ley sirva de ejemplo a otros países ya que Nicaragua demuestra una historia llena de superaciones. Pero ¿son estas medidas sandinistas?, ¿qué parte del sandinismo original encarna el actual mandatario nicaragüense Daniel Ortega?

«Daniel Ortega en su mandato ha impulsado leyes a favor de la mujer, siendo la última una electoral que obliga a los partidos políticos a llevar igual cantidad de candidatas que candidatos. Pero a su vez fue su propuesta de ley la que cercenó el aborto terapéutico. El sandinismo fue un sueño vivido, la utopía alcanzada con la revolución desde nuestra perspectiva. Ahora es sólo un partido político».

Ariana Peralta no ve el sandinismo por ninguna parte. «Solamente veo demagogia, incoherencia. Lo que dice Daniel Ortega no es lo que hace y una de las características del sandinismo es la transparencia y la solidaridad. En Nicaragua se cree que los médicos continúan con el aborto terapéutico porque si no fuese así, habría más muertes, pero no lo registran como tal porque nuestro gobierno lo prohibió. A mí me practicó un aborto de este tipo el médico que hoy es líder antiaborto. Fue una situación de emergencia y me salvó la vida. Actuó como un profesional responsable».

Vidaluz Meneses, poeta, ensayista, articulista y miembro del equipo fundador del Ministerio de Cultura de Nicaragua en 1980 recuerda el sandinismo como una gran utopía. «De este sandinismo primigenio, Daniel Ortega sólo encarna su interés por los pobres, aunque su gestión compartida al inicio en un 50% con su consorte y cedida a ella en un 100% en su segundo periodo de gobierno se caracterice por medidas populistas y cortoplacistas».

Pero la penalización del aborto terapéutico (sólo un 2% de los países penalizan esta práctica, según Amnistía Internacional) sigue dando mucho que hablar. Reunidas las asociaciones de Católicas por el Derecho a Decidir, concluyen que han aumentado las muertes de mujeres por razones obstétricas indirectas, que las mujeres con embarazos de alto riesgo para salvar su vida se ven obligadas a someterse a abortos inseguros que en su mayoría les llevan a la muerte. Las que por salvar su vida recurren a abortos clandestinos se ven condenadas al encarcelamiento por una ley «injusta» (de 30 a 50 años de prisión). Exigen, en definitiva, la restitución inmediata del aborto terapéutico.

En su artículo ¿Qué queda del FSLN? Martha Isabel Cranshaw, feminista sandinista, y Alberto Cortés Ramos, profesor, consideran que estos cambios culturales que ha sufrido el país desde el mandato de Daniel Ortega se deben «a la transformación religiosa de la pareja presidencial. No se trata solo de una conversión personal, sino de un cambio político avalado e impulsado por el FSLN, en su condición de actor político. Desde los espacios de poder que controla, ha promovido y aprobado políticas cristianas conservadoras, incluyendo la prohibición del aborto terapéutico y el rechazo al matrimonio gay. A diferencia del FSLN del período revolucionario, el de Ortega-Murillo rompió con el movimiento feminista y está aliado con figuras conservadores, incluyendo al Cardenal Obando y Bravo, quien fuera enemigo acérrimo del proceso revolucionario en los 80s. En conclusión y respondiendo a nuestras inquietudes iniciales, ciertamente, Ortega volvió al gobierno en el 2006 y se reeligió en el 2011.

Pero en los años que pasaron después de la Revolución, el FSLN y Ortega se acomodaron a la nueva lógica neoliberal. Ante esta perspectiva, una de las ONG que más están luchando por el desarrollo del país y, en concreto de la mujer es INPRHU Somoto, cuya directora, Gladys Cáceres, recalca que gran parte de los avances que se están realizando es con recursos de la cooperación española.

En 1979 Gladys fue nombrada Delegada en el Ministerio de Bienestar Social, que al fusionarse con el Seguro Social se convirtió en el Instituto Nicaragüense de Seguridad Social y Bienestar (INSSBI). En ese trabajo atendía a la población civil afectada por la guerra y prometía beneficios a la población trabajadora asegurada en el campo y la ciudad. Ahora lleva más de 30 años trabajando en Desarrollo Rural, acompañando a sectores populares en procesos de desarrollo humano. Ha obtenido el premio Internacional a la Creatividad de la Mujer en el Medio Rural. Gladys nos contesta a algunas preguntas sobre la cooperación española con el país.

-Nicaragua ha sido de los países que más fondos ha recibido en los últimos 30 años y, sin embargo, su efectividad resulta desconcertante en comparación con el desembolso.

-Esta es una percepción muy general. Habría que preguntarle a los beneficiarios si en la actualidad están viviendo igual que hace 30 años. En las parcelas de tierra o viviendas con las que se apoya a familias pobres para su autoconstrucción, su inversión se compensa con creces ya que a estas familias se les capacita para producir sus alimentos, mejorar su salud y se les dan medios de vida sostenible. INPRHU ha empoderado a las mujeres dándoles la tenencia de la tierra, la posesión de la casa que les construye, crédito, educándolas… todo esto con los fondos que nos ha confiado la cooperación internacional y creemos que el costo/beneficio es aceptable.

Luis Alberto Álvarez, divulgador social de INPRHU y marido de Gladys asegura que «la ayuda externa es parte del sistema injusto que los países ricos han impuesto a los países empobrecidos y que no sería necesaria si se pagara a estos países los precios justos por sus productos. Por ejemplo, el café: a los países productores se les paga un promedio de 3 dólares por kilo lo que significa que, tostado y molido, el kilo de café debería costar un máximo de 10dólares. De 1kilo de café se producen 32 tazas de expreso y cada taza se vende en Europa a un promedio de 5dólares, es decir que cada kilo de café produce alrededor de 160dólares. ¿Quién se beneficia con la diferencia de 150dólares? Les aseguro que no son los productores de los países empobrecidos. De esta forma, los países jamás van a dejar de ser pobres y jamás van a dejar de necesitar la ayuda externa»

-Teniendo en cuenta que gran parte del dinero llega de España, ¿están ustedes notando los recortes en los presupuestos de cooperación?, ¿afecta a los proyectos?

-Definitivamente sí. La crisis es mundial y algunas agencias de cooperación se han retirado, como es el caso específico del financiamiento de España, que se ha reducido en la aprobación de algunos proyectos. Ahora concienciamos a las familias participantes en los procesos de desarrollo de que tienen que aprovechar al máximo las oportunidades que se les presentan, aprender nuevas habilidades y apropiarse de ellas para superar las crisis que se presenten y que aquí en las comunidades rurales donde no se producen bienes para la exportación hay que garantizar la alimentación necesaria.

Fuente: http://periodismohumano.com/cooperacion/es-muy-raro-encontrar-a-un-hombre-feminista-yo-no-tengo-esa-experiencia.html