Algunos de los últimos datos sobre el que seguramente será el mayor accidente de toda la historia, ya sin futuro si somos razonanbles, de la industria nuclear [1]: el nivel de yodo radiactivo registrado en las aguas marinas de los alrededores de la central de Fukushima es 5 millones mayor al límite legal; el nivel […]
Algunos de los últimos datos sobre el que seguramente será el mayor accidente de toda la historia, ya sin futuro si somos razonanbles, de la industria nuclear [1]: el nivel de yodo radiactivo registrado en las aguas marinas de los alrededores de la central de Fukushima es 5 millones mayor al límite legal; el nivel de cesio-137 lo excede en 1,1 millones de veces; TEPCO ha comenzado una operación para verter al mar 11.500 toneladas de agua con una radiactividad relativamente baja (cien veces superior al límite) proveniente de depósitos y del sótano de las unidades 5 y 6 (el objetivo es hacer espacio en esos lugares para almacenar ahí parte del agua mucho más radiactiva -hasta 100.000 veces el límite legal- que anega parte de las unidades 1 a 3); se calcula que unas 60.000 toneladas de agua inundan distintas zonas de la central: una vez drenada, el agua radiactiva será almacenada en tanques y depósitos para basura nuclear en la propia planta, además de en buques de EEUU y una plataforma flotante que será llevada a Fukushima a finales de este mes; la radiación supera ya el límite permitido en una ciudad que está fuera del perímetro de 30 kilómetros de la central nuclear de Fukushima: en Namie, a poco más de 30 km de la central, se detectaron 10,3 milisieverts por hora (se ha colocado en 10 milisieverts por hora el límite desde el que aconseja a las personas permanecer a resguardo en sus casas y no salir al exterior), de hecho la OIEA llegó a aconsejar la semana pasada la evacuación del pueblo de Itate, a 40 kilómetros de la central, por los elevados niveles de radiación registrados si bien al día siguiente señaló que retornaron a los límites permitidos.
Por su parte, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) ha acusado a la empresa operadora de Fukushima, Tokio Electric Power (Tepco), de no haber tomado las medidas adecuadas para evitar el accidente nuclear [2]. «En retrospectiva, las medidas tomadas por la empresa no fueron suficientes», según el director general de la agencia nuclear de la ONU, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), Yukiya Amano. Curiosamente, el director general se ha mostrado convencido de que «un fortalecimiento de las normas de seguridad puede evitar accidentes similares en el futuro». Seguro, ha señalado, «que hay formas que en el futuro no se repitan estos accidentes». No ha explicado las razones de su seguridad. ¿De dónde este «seguro de que existe formas de que en el futuro…»?
El gobierno nipón, un mes después del accidente, ha ampliado a 40 km el radio de seguridad de la central. Hoy, más que nunca, como ya han gritado y vindicado los ciudadanos y ciudadanas de Tokio y de todo Japón: ¡no a la industria nuclear!, ¡no a las aventuras fáusticas e irresponsables! Con palabras de Eduard Rodríguez Farré: «El escenario, en el momento en que hablamos, sigue siendo confuso y las falsedades o medias verdades se acumulan. Se intentó minimizar el accidente, se llegó a decir que no había radiactividad cuando en realidad dos o tres días después ya se había detectado contaminación radiactiva en 17 marines de EEUU que estaban patrullando en helicópteros a unos 100 kilómetros de distancia de la central; hubieron explosiones y dijeron que no pasaba nada. Durantes tres semanas, la única información que se ha recibido proviene sobre todo del Servicio Meteorológico y Geofísico de Austria, que, afortunadamente, decidió desde el primer día sacar la información a la luz. Tenemos mapas que muestran cómo se ha ido moviendo la nube radiactiva.; en ellos se aprecia que la radiación ha recorrido unos dos tercios del planeta. En varios puntos de Europa ya se han detectado trazas, en España también, aunque en una cantidad ínfima en estos momentos. No puede sostenerse que cuanto más lejos estemos habrá menos problemas. La zona de la central está ultracontaminada, pero a partir de 40 o 50 kilómetros todo depende de las condiciones meteorológicas. Inicialmente, la radiación fue hacia el interior de la isla de Honshu y ahí van a quedar muchos lugares contaminados. Las leucemias, entre otras enfermedades, pueden incrementarse a medio plazo, en cinco años, un plazo que en radiobiología es relativamente corto, porque los efectos son diferidos. En los primeros meses o años pueden aparecer efectos inmunitarios, por lo que puede desarrollarse cierta propensión a adquirir infecciones, problemas hormonales, problemas de crecimiento en niños. Hay efectos que incluso podrían tardar más de 10 o 20 años en aparecer».
Notas:
[3] Salvador López Arnal, «Entrevista a Eduard Rodríguez Farré». El Viejo Topo, 2011 (en prensa).
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