Paco Puche es un andaluz jubilado, cuya profesión principal ha sido la de librero. Tiene formación de ingeniero y economista. En los años 1984 y 1985 ocupó el puesto de gerente de la parte psiquiátrica del Hospital Civil de Málaga. ¿Por qué se despertó en ti el interés por estudiar el amianto? Fue casual. Hace […]
Paco Puche es un andaluz jubilado, cuya profesión principal ha sido la de librero. Tiene formación de ingeniero y economista. En los años 1984 y 1985 ocupó el puesto de gerente de la parte psiquiátrica del Hospital Civil de Málaga.
¿Por qué se despertó en ti el interés por estudiar el amianto?
Fue casual. Hace una década me enteré de que un buen amigo y colega ingeniero había muerto «joven» por un mesotelioma (enfermedad mortal exclusivamente debida al amianto). Trabajó en Uralita. Pude muy bien haber estado con él en el trabajo aquel. Fue un golpe a mi conciencia que no me ha abandonado. También, porque tropecé con unos de los magnates del negocio en el siglo XX, un suizo, responsable de muchas muertes, dedicado a «favorecer» a ONGs de nuestro entorno. Esto me indignó. Ando siempre entre este furor y la responsabilidad adquirida por saber.
¿Cómo lo definirías para un libro de primer uso, un diccionario laboral?
El amianto, o asbesto, conocido en España como «uralita», es una sustancia natural, una roca (por eso hay minas de amianto en el mundo), que tiene una estructura interna en forma fibrosa. Estas fibras, fuera de su estado natural, se descomponen en fibrillas (del tamaño de 20 veces más pequeñas que un pelo), que son invisibles. Y, una vez en el ambiente se pueden respirar, que es lo peor, o ingerir y pueden producir enfermedades mortales. Cánceres de todo tipo. Como tenían muchas propiedades (ignífugas, ligeras, impermeables baratas y eternas) se les llamó «fibras milagrosas», hoy, después de conocer que matan a mucha gente, se les menciona como «fibras asesinas». Para la OMS (Organización Mundial de la Salud), desde 1977, el amianto es un cancerígeno de la peor especie, de tipo 1. También, la citada institución considera que no hay dosis mínima segura, que solo la dosis cero es aceptable para la salud.
De esa definición entonces, ¿qué mínimo de lo mínimo no debemos de olvidar? ¿Podemos distinguir entre usuario y trabajador?
No debemos olvidar lo que dice la OMS: cancerígeno potente, responsable del 60% de los cánceres profesionales en el mundo; y necesidad de limpiar a fondo el ambiente contaminado de uralitas, presentes en muchos trabajos y en muchos lugares públicos (colegios, Metro, viviendas, industrias, conducciones de agua, etc.), por su peligro de dosis muy pequeñas. Y no hay que olvidar que son invisibles y que sus efectos peores se manifiestan de 20 a 40 años después de la primera exposición. No te tumban al suelo si las inhalas, pero no quiere decir que con el tiempo no dejen de producir sus consecuencias patológicas.
Por ejemplo, como en España se prohibió su uso y comercialización desde 2002, tendremos afectados por la exposición al amianto en épocas pasadas, hasta el 2040 cuanto menos.
Es importante distinguir entre trabajadores relacionados con el amianto, ahora o antes, (construcción, fontanería, empresas de desamiantado, etc.) y usuarios. Los datos epidemiológicos, que estudian la incidencia de la enfermedad, nos dicen que el 70% de los afectados por amianto son de origen laboral, el 15% de origen familiar (los trabajadores lo llevaban a sus casas sin saberlo) y el resto por contaminación ambiental (especialmente los que habitan próximos -menos de 2 km- a las fábricas con amianto). Hay unos protocolos muy estrictos de protección personal para hacer sus tareas, que deben seguir los trabajadores (hay menos trabajadoras en este sector) que manejan amianto, La protección ambiental está muy descuidada.
Yo te hablo desde el punto de vista de la salud laboral, ¿nos podemos defender ante el amianto o, es una batalla perdida, condenados sin remedio?
Los trabajadores, ya lo he dicho, deben protegerse por obligación. Eso le quitará el día de mañana muchos problemas. Los usuarios lo tenemos más difícil. Estamos olvidados y somos muy ignorantes de sus peligros y por eso las administraciones tratan de minimizar el problema. Pero hay que alertar (y si es necesario alarmar) a la población de que no se puede manejar el amianto con ligereza, que el amianto instalado, que está por todas partes, puede ser peligroso porque el tiempo, los vientos, los incendios y el mal manejo lo desfibriliza (lo hace más friable, se dice técnicamente) y deja escapar fibras invisibles al ambiente, que respiradas, incluso en dosis mínimas…, ya sabemos.
¿Hemos evolucionado después de tantos años?Como homo sapiens, en aspectos fundamentales de la vida, hemos atrasado; como ciudadanos y ciudadanas expuestos al amianto vamos avanzando, aunque lentamente. Se ha prohibido en más de 60 países y los afectados y expuestos pueden prevenir los daños futuros por ley. En los colegios de Andalucía hay ya un plan de desamiantado seguro («seguro» es la palabra clave) para erradicarlo antes de 2022, de todos ellos. La gente se va concienciando. Hay esperanzas, porque, aunque no es posible limpiar, limpiar y limpiar, sí lo es hacer una limpieza decente. Porque no es lo mismo ocho que ochenta. Mejor que lleguemos a ocho que lo dejemos en ochenta, aunque no podamos llegar al cero deseado. Cuanta más información, atención a los trabajadores y desamiantado seguro más vidas salvaremos y sufrimientos nos ahorraremos. Contestando a la anterior, se dice con razón que solo las batallas que no se afrontan son las seguras perdidas. Del resto nos moveremos entre esos ocho y esos ochenta.
¿Hacia dónde vamos?
Los que luchamos en el asunto amianto, decimos que los objetivos son cuatro: Hacer justicia a las víctimas y afectados.
Castigar a los responsables, especialmente a los grandes empresarios (en el tema «amianto», en el siglo XX, solo siete u ocho familias han sido las responsables de la masacre a nivel mundial).
Hacer un desamiantado seguro («seguro» es la clave, hay que insistir)
Solidaridad con los países terceros a los que seguimos enviando nuestros desechos; y luchar por la prohibición universal.
Desde la posición de una organización sindical de izquierda, ¿cuál debe de ser la lucha en este asunto?, hacía donde tenemos que localizar?
Quiero recordar, sin ánimo de ser adulador, que ha sido CCOO, históricamente, la sindical que más ha trabajado en el tema amianto. Hay que recordar a Ángel Cárcoba, un pionero, y a Paco Báez, un ex trabajador de Uralita que no cesa de investigar. Dicho esto, en los últimos tiempos, como tantos grupos, se ha ralentizado la presión social, que ahora despunta. Tienen, como sindicato sedicente de izquierdas, una responsabilidad grande. Se trata de prevenir en el trabajo futuras graves enfermedades profesionales. Para ello, deberían de formar gente para informar a terceros, e iniciar trabajos de presión social en torno al desamiantado seguro en un tiempo razonable. Para todo esto hay que censar el amianto existente (ha estado en más de 3.000 productos) y hacer un plan de desamiantado seguro con fecha de terminación y presupuesto.
Por tanto, formación, información, lucha social, desamiantado seguro, y secciones dentro del sindicato que se especialicen en este asunto.
Rosa Martín Cruzado, Federación de Sanidad de CCOO de Andalucía (FSSA).
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