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No es concebible que a las naciones se les permita cometer crímenes con impunidad

Fuentes: Rebelión

Todos quizás tengamos la respuesta cierta, y, también, la única solución verdadera para preservar la existencia de la humanidad.

La historia de la humanidad registra, con un destaque especial, las guerras injustas que se han librado en forma bárbara contra pueblos y poblaciones más débiles. Las razones esgrimidas han sido variadas en las distintas épocas, pero todas tienen un sello común: la estigmatización de los agredidos y la justificación de las agresiones con mentiras colosales y viles.

Es asombroso el modo cómo los hombres ensoberbecidos por el poder pueden mentir, de cuán cruelmente suelen anatemizar el carácter y la naturaleza de los pueblos que pretenden someter o ya han sometido, y cómo los crímenes y barbaries cometidos contra ellos, suelen convertirlos en virtudes y buenos propósitos la lengua de víbora de la propaganda al servicio de los conquistadores, los cuales son capaces de difamar en forma astuta y desvergonzada, contando con el privilegio de poder comunicar sus opiniones al mundo entero, a la vez que establecen un silencio atroz a las voces de los pueblos que resisten sus embestidas.

Es parte de una filosofía ancestral del despojo, en particular de los pueblos más débiles. De ahí que Fidel dijera certeramente en la ONU: «cese la filosofía del despojo, y desaparecerá la filosofía de la guerra.»

Pero en nuestra época, quizás como nunca antes en la historia, el despojo no se practica sólo coyunturalmente durante los periodos de guerra. Aún en etapas de aparente paz, se ejerce en forma sistemática un despojo tan evidente que los pueblos, liberados o no del tutelaje y la injerencia extranjeros, denuncian juntos o no con sus gobiernos, las injustas condiciones de vasallaje o esclavitud a que son sometidos o pretenden someterlos.

Porque los pueblos liberados o rebelados, posean una o las dos condiciones, inmediatamente son acosados y asediados por cuantos improperios son capaces de concebir los alabarderos de los poderes imperiales, y constituyen el blanco de cuantas invectivas, amenazas y agresiones los mandamás terrenales sean capaces de concebir, porque a través de ellas consideran que pueden poner de rodillas a los nuevos Espartacos sublevados o revivir la condena de los Sísifos rebeldes.

Son incapaces de aceptar y concebir a Espartacos y Sísifos triunfantes, a pesar de que la historia se ha encargado de demostrar que el hombre y los pueblos iluminados por un gran ideal siempre han prevalecido y han burlado, teniendo como aliados el devenir histórico, las derrotas pequeñas o grandes que les cercenaron un día los caminos naturales por donde se encaminaban a cumplir con los destinos de libertad y justicia.

Un análisis los conflictos más recientes, pasados o presentes, en las distintas áreas geográficas, permite constatar una realidad que resulta pasmosa, porque tiene lugar a pesar de la existencia de los organismos internacionales correspondientes y cuya misión es prevenirlos o participar activamente en su solución en consonancia con los principios del derecho internacional.

En este artículo no mencionaré a todas las naciones que con su actuación infringen en la práctica la Carta de las Naciones Unidas y todos los instrumentos establecidos por el Derecho Internacional para promover y proteger la paz en este mundo. Dejo este ejercicio a la razón y conciencia de cada uno de los lectores. Por sus hechos, tan notorios que espantan, son fácilmente identificables.

Para aportarles más elementos, añadiré que son todos los Estados que ante los conflictos internos en los países, se proponen un mayor derramamiento de sangre a través de una intervención extranjera que viole los principios de soberanía y autodeterminación de los pueblos, además de practicar matanzas y miles de desafueros en nombre de un humanitarismo vesánico. Son aquellos que a pesar de contravenir principios de la ONU, amenazan con agresiones de los más variados tipos y las ejercen, ya en forma unilateral o coligada junto con otros estados de similar naturaleza agresiva. Son aquellos que, a pesar de que en declaraciones sobre los derechos humanos está prohibida explícitamente toda propaganda favorable a la guerra, válida para personas y naciones, casi todos los días viven anunciándola y poniendo condiciones para perdonarles la existencia pacífica o tormentosa a los pueblos a los cuales les tienen ojeriza o a los cuales se les quiere despojar de una u otra condición, pero fundamentalmente su riqueza, su cultura, su patrimonio histórico, etcétera, y llegan hasta el absurdo de aspirar a arrebatarles hasta su pobreza natural o histórica, que los pueblos, inspirados en un nacionalismo y patriotismo innatos, prefieren mantener bajo condiciones de independencia y autodeterminación. Son aquellos que aún hoy, después del siglo XX donde se vino abajo la mayor parte del coloniaje, se aferran, en el siglo XXI, con garras de hierro a sus posesiones coloniales y pretenden mantener bajo su soberanía el fruto de una usurpación y una conquista históricas, llámese éste peñón, isla, territorio de ultramar, territorio autónomo, o estado asociado, o base naval en territorio extranjero. El status quo de colonias reales o disfrazas, y la usurpación de territorios extranjeros, producto de guerras injustas y pactos espurios, debería ser intolerable para la conciencia humana y para la política exterior de las naciones. Por cierto, ¿cuándo terminará la aberración de vasallaje que significa el hecho irracional y obsoleto de que el soberano o jefe de estado de un país independendiente, lo sea el mismo soberano de la potencia ex colonizadora? ¿Se ha meditado en la significación absurda que entraña este simbolismo histórico para la democracia real que tanto cacarean los colonizadores como los colonizados, que ostentan tal condición?

Continuando con las naciones que infringen la ley internacional, diré que son aquellas que surcan los mares y los cielos en zafarrancho de combate por diferendos entre naciones en cualquier punto del planeta, que ocurren a miles de kilómetros de sus fronteras naturales. Son aquellas que con sus tecnologías pretenden invadir a cualquier país del mundo empleando aviones espías y bombarderos no tripulados (drones), o combatientes o armas robots, o bio-robots para la información y espionaje. Ya practican a pequeña escala y luego aplicarán, a escala masiva, si no se les impide a tiempo, las nuevas guerras robóticas que desde hace tiempo diseñan a sabiendas que no les alcanzan ni los pies ni los brazos de sus habitantes para invadir físicamente cada palmo de las tierras del mundo que aspiran dominar. Ya el Don Quijote de estos tiempos no tendrá que combatir alienadamente contra «los molinos de viento», tendrá que hacerlo cuerdamente contra los hombres y bestias, y sus máquinas acompañantes, todos integrantes de un ejército robot nacido de los huevos primigenios de los comics y juegos virtuales.

En conclusión, además de reconocer que nunca debe aceptarse que a las naciones se les permita cometer crímenes con impunidad contra otros pueblos, debe convenirse que el arma que asesina debe ser destruida sin misericordia. El desarme y la destrucción de las armas nucleares en el menor tiempo posible, y no para las calendas griegas, sería una forma, aunque existen otras. Y cuando se dice arma, debe entenderse todas las armas. Porque existen armas para fines militares, pero existen armas políticas, económicas, sociales, capaces de exterminar cada día a millones de personas. Estas armas operan en forma silenciosa como si fueran, por sus efectos devastadores, bombas atómicas. Y los países agresores, sépase meridianamente, manipulan con fruición todas esas armas durante todos los días, mientras entonan loas hipócritas a virtudes que no tienen y pretenden confundir, intimidar y enloquecer al mundo con sus salvajes orgías de poder omnímodo y sus más bajas y bestiales pasiones.

Pero no perdamos las esperanzas, ya que esos agresores tan malignos son parte de una minoría. ¿Qué pasará cuando la gran mayoría, esa inmensa mayoría, que es hoy amenazada y agredida, decida enfrentarse unitariamente para quitarse de encima tanta explotación, sufrimientos y exterminios?

Todos quizás tengamos la respuesta cierta, y, también, la única solución verdadera para preservar la existencia de la humanidad.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.