«Es esa mayoría la que tiene que decir, en las urnas, en los medios, en las calles, que no queremos más guerras, que no queremos más armas. Que queremos definitivamente la paz.»
Para reafirmarnos en un No a las guerras imperialistas, vamos a empezar nuestro texto asumiendo el rotundo titular del artículo escrito por José Enrique de Ayala: “No necesitamos más armas“. [1]
Constatamos en los últimos tiempos un fuerte incremento de la presión política -y mediática- para que los países europeos aumenten su gasto en defensa. Lo que en principio era una exigencia de Washington, indica José Enrique de Ayala, «para repartir las cargas de la Alianza, se ha convertido en un mantra que repiten las autoridades europeas, y que tiene ya un impacto real en los presupuestos de muchos países, incluida España.»
El Diario.es publicó el pasado día 9 de marzo un artículo con el título arriba indicado en el que el autor aborda tres cuestiones: a) desmontando el relato belicista, b) más gasto no equivale a más seguridad y c) la paz es posible.
En el primero, Ayala resalta una afirmación que aparece de manera continua en los medios sobre la existencia de «una amenaza de que Rusia ataque a países de la UE o de la OTAN», un tema que invoca repetidamente Volodimir Zelensky y que han hecho suyo otras autoridades europeas, nacionales o comunitarias. José Enrique de Ayala entiende que es «una posición gravemente irresponsable, porque en estos casos existe la posibilidad de que se genere una psicosis de guerra que dé lugar a una profecía autocumplida.»
Una supuesta agresión de Rusia a un país de la OTAN sería un «ataque a toda la organización e implicaría el inicio de la III Guerra Mundial. ¿Cómo iba a enfrentarse Rusia a la potencia de la OTAN si no puede con Ucrania?», se pregunta el analista. Una guerra de este tipo implicaría el uso de armas nucleares y constituiría «un suicidio para Rusia, ya que si Moscú diera el primer paso nada podría evitar la respuesta de EEUU por su propia supervivencia.»
Solo en el supuesto de una invasión de la OTAN a Rusia que pusiera en peligro la existencia y la integridad misma de su Estado podría ser motivo de que este país tuviera que hacer uso del armamento nuclear, una alternativa escasamente viable «porque los dirigentes occidentales tampoco están tan locos, aunque a veces desvaríen.» Ayala señala que por mucho que sea el esfuerzo para el rearme militar occidental, éste no serviría para evitar o neutralizar un ataque nuclear ruso y añade «y si se trata de fuerzas convencionales, ya estamos viendo en Ucrania hasta dónde llega la debilidad militar rusa.»
El miedo a un ataque ruso a Europa, además de no tener fundamento, se utiliza como argumento para incrementar el gasto de defensa y contribuir de este modo a vencer la reticencia habitual de la ciudadanía hacia los presupuestos de guerra.
Un rearme militar, además, señalamos nosotros, constituye un suculento negocio para las empresas dedicadas a la fabricación de armas. En este sentido, la Comisión Europea presentó la semana pasada su plan estratégico para incentivar el crecimiento de las fábricas de armamento y, desde el inicio de la operación militar rusa en Ucrania, apuesta por «una economía de guerra», en palabras del comisario de Mercado Interior, el francés Thierry Breton.
Pese a las dificultades económicas tras la pandemia, el negocio de la fabricación de armamento crece sin parar. Las americanas Lockheed Martin, Reaytheon Technologies, Northrop Grumman, General Dynamics y las francesas Dasaault Aviation y Thales, la italiana Leonardo, la británica BAE Systems o las alemanas MTU Aero Engines y Rheinmetall AG están obteniendo beneficios escandalosos.
Se supone que la amenaza contra la que no podríamos defendernos sin gastar más sería Rusia, revela el articulista. Pues bien, «el presupuesto de defensa de Rusia el último año ha sido de 108.500 millones de dólares (según ‘The Military Balance 2024’), después de casi haberlo duplicado en los dos últimos años a causa de la guerra en Ucrania, una cantidad que difícilmente podrá sostener la economía rusa en el futuro. El gasto de Alemania fue en ese año de 63.700 millones y el de Francia 60.000. O sea, solo entre estos dos países superan ampliamente el gasto ruso. Si sumamos el de los 27, lo multiplican por más de dos veces y media. Y si añadimos los del Reino Unido y Noruega, que siguen siendo europeos (sin contar el de Turquía), nos vamos a casi tres veces y media.»
Puede que Europa no tenga las capacidades militares adecuadas, añade Ayala, «pero desde luego no será por falta de dinero. Lo que tiene que hacer la Unión Europea no es gastar más, sino poner en común sus recursos para utilizarlos mejor y aprovechar las sinergias derivadas de la unión, además de crear su propia estructura de mando y fuerzas para no depender necesariamente de su poderoso aliado transatlántico.»
En el segundo apartado “más gasto no equivale a más seguridad”, el General José Enrique de Ayala apunta «que para que la violencia entre naciones o grupos organizados desapareciera, habría que suprimir antes las fronteras, la acumulación de riqueza, el odio al diferente, el miedo, la avaricia, la ambición de poder. Porque esas son las causas de las guerras, no la existencia de los ejércitos; si no los hubiera nos pelearíamos con palos y piedras. Los ejércitos no empiezan las guerras, solo las llevan a cabo bajo las órdenes del poder político.» La cuestión no es si necesitamos las armas, «sino si estamos haciendo algo para no necesitarlas en el futuro, y cuántas necesitamos en el presente.» Tener más armas, añade Ayala, «no significa estar más seguro, como se demostró con los ataques a las torres gemelas del 11 de septiembre de 2001, que asestaron un duro golpe a la primera potencia militar del mundo.»
En la tercera parte de su texto, Ayala afirma que la paz es posible. Una magnífica aseveración que formula un alto militar profesional. Todo el mundo, sostiene Ayala, «tiene derecho a defenderse si es agredido, pero la obligación de los responsables políticos no es trabajar para ser más fuerte que el vecino o el posible oponente, ni para ser capaz de causar más destrucción que él (…) La dirección debe ser justamente la contraria: puedes dejar claro que te defenderás si eres agredido, pero estás obligado a hacer todo lo necesario para que el posible adversario adquiera progresivamente conciencia de que tú no le amenazas ni supones ningún peligro para él, y de que va a tener la posibilidad de desarrollarse en paz y prosperidad sin necesidad de pelear. Si ambos toman ese camino, nunca habrá guerra entre ellos. Y esto es posible, como demuestra la historia.»
Francia y Alemania, por ejemplo, «han descubierto que les va mejor cooperando que peleando. ¿Por qué no se puede hacer lo mismo entre EEUU y Rusia, o entre israelíes y árabes, o entre las dos Coreas, o en cualquier otro lugar donde la violencia pueda prosperar? Una cooperación amistosa y productiva entre Rusia y Ucrania, o entre la República Popular China y la República de China (Taiwán), haría probablemente irrelevantes las fronteras a medio plazo -como lo ha hecho en Europa-, y aumentaría el bienestar de ambas partes, rebajando la tensión y haciendo innecesario el rearme continuo.»
Añade finalmente Ayala: El miedo es el sentimiento más fácil de despertar, y el egoísmo también. Es verdad que, a veces, hay intereses contrapuestos que pueden conducir al enfrentamiento. Pero siempre se puede intentar hacer compatibles o complementarios esos intereses, antes de llevarlos al límite. ¿Hay algún interés más importante que la paz? Tal vez lo haya para ciertas minorías que tienen algo que ganar -poder, dinero- con la guerra, pero no para la mayoría que ha de sufrir la muerte, el dolor y la destrucción que siempre trae consigo (…) Es esa mayoría la que tiene que decir, en las urnas, en los medios, en las calles, que no queremos más guerras, que no queremos más armas. Que queremos definitivamente la paz.
Nos congratula que un militar de alta graduación dé un paso al frente y se dirija a la ciudadanía manifestando su rechazo al rearme militar y nos invite a todos y todas al ejercicio intenso de los derechos y libertades democráticas para proclamar en voz alta, en las instituciones y en la calle, que no queremos más armas, que lo que queremos definitivamente es la Paz.
Nota
[1] José Enrique de Ayala, General de Brigada del Ejército, retirado. Diplomado en Estado Mayor y Estados Mayores Conjuntos. Diplomado en Altos Estudios Internacionales por la Sociedad de Estudios Internacionales. Fue agregado militar en la Embajada de España en Alemania, y Jefe de Estado Mayor del Cuerpo de Ejército Europeo. Analista de política internacional. Es miembro del Consejo Editorial del Instituto Universitario Gutiérrez Mellado y de los Consejos de Asuntos Europeos y de Defensa de la Fundación Alternativas.
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