Particular o socialmente la costumbre es aquella acción que se adopta. Si hablamos de buenas costumbres o de malas costumbres también podríamos ver quién o quiénes ponen el calificativo a la regla y quién o quiénes se sostienen con esas costumbres, con esa forma de hacer, con eso que se repite sin que quienes son […]
Particular o socialmente la costumbre es aquella acción que se adopta. Si hablamos de buenas costumbres o de malas costumbres también podríamos ver quién o quiénes ponen el calificativo a la regla y quién o quiénes se sostienen con esas costumbres, con esa forma de hacer, con eso que se repite sin que quienes son responsables sociales, políticos, económicos, hagan por cambiar de acción. Las costumbres, en general, tienen un lado bueno y otro malo, por un lado sirven para afianzar conceptos, comportamientos, actitudes que benefician socialmente, y, por el otro lado en ocasiones instauran, clavan en el conjunto social dictados ajenos a sus intereses. Todas las costumbres tienen un carácter de clase; para la burguesía por ejemplo es de buen ver, es una costumbre tener alguien que les sirva, o comer en un restaurante en el que no pueden entrar gentes diferentes a ellos, o disponer de grandes ahorros, fincas, empresas, acciones en número considerable, podríamos continuar con la enseñanza, con los coches o con cualquier otra cosa que suponga una acción determinada; para los trabajadores es costumbre tenerse que callar ante las humillaciones, tener miedo al despido, pagar deudas bancarias porque no se dispone de dinero para comprar un piso, limitar las aspiraciones laborales porque no se ha podido estudiar, trabajar en cualquier cosa, soportar explotaciones de esclavo en contratos basura, escuchar las directrices de otros, que machaconamente insisten en ideas que no son nuestras, que llevan a cabo esa acción ¿para qué?.
Reflexionar es bueno, pero la reflexión se hace sobre la duda. Usted cuando reflexiona sobre algo lo que hace es poner ese algo en cuestión, plantearse ese algo para determinar sus características, sus funciones, el objetivo final, … ; también hay quien reflexiona con otro fin, el de afianzarse en sus ideas, en sus costumbres. Ahora bien, el objetivo siempre aparece marcado por los intereses individuales y sociales de cada uno, recuerden que estábamos hablando de la costumbre: cualquier costumbre por intereses subjetivos y objetivos de la clase a la que uno pertenece y de identidad de su conciencia. Por ejemplo un dirigente ultraderechista que se presenta a las elecciones ha declarado que a los extranjeros se les va a obligar que respeten «las costumbres españolas». Como hemos visto antes las costumbres son las producidas por las acciones: «comer a las dos de la tarde». Pero a continuación hemos visto que las costumbres no son tan asépticas, las costumbres se imponen, se hacen en la repetición a la que contribuye de forma esencial la economía de la que parte cada uno: comer a las dos de la tarde en el restaurante de cinco tenedores. Es un ejemplo muy facilón, pero contestemos a esto: ¿cuántos españoles tienen costumbres como las de ese ultraderechista? ¿Habría que pensar que quienes no tenemos «sus costumbres» no son españoles?
Veamos casos concretos: ese ultraderechista que ha declarado sobre «las costumbres españolas», que ha hecho sus ideas como convicto y confeso a la dictadura franquista, conocido como registrador de la propiedad y parlamentario, se felicita por los beneficios bancarios, la usura; ahora nos preguntamos ¿por qué?. ¿Se felicita usted por los beneficios de los bancos? Otro por qué: ¿por qué declara un empresario que ha contratado para que vaya en su lista que hay que privatizar todos los servicios públicos? La defensa de algo tan inmoral como la usura bancaria es una «costumbre» de quienes tienen vínculos con los negocios bancarios, pero ¿y lo segundo?: lo segundo es la privatización de las empresas públicas: sanidad, hospitales, enseñanza, colegios, universidades, transportes, pensiones, … todavía no lo han impuesto del todo, pero ponen dinero para que la campaña dé votos a los suyos, los ultraderechistas, las multinacionales, los bancos,…se disponen a privatizar lo de todos: quitarle a los trabajadores los servicios públicos; otro caso en el que también son los intereses económicos los que determinan la acción. En la privatización de lo público no están los intereses económicos de los trabajadores.
Miremos algunas costumbres que practica la ultraderecha: Machismo: han dicho no a la Ley de Igualdad entre mujeres y hombres en el trabajo, en la casa, en la sociedad; han perseguido a los médicos que legalmente cumplen con la Ley del Aborto y a las mujeres que han hecho uso de su derecho; niegan sus derechos a los y las ciudadanos y ciudadanas que son homosexuales, y así se han opuesto a su matrimonio, a su derecho de adopción, a su derecho de herencia, …
Otra costumbre de los ultraderechistas: quieren imponer su religión empezando por los colegios, y allí donde pueden la implantan, así como la separación de los niños y las niñas, se oponen a la coeducación, a la educación en igualdad, e imparten asignaturas diferentes a las chicas y a los chicos. También quieren separar a los niños y a las niñas por la lengua materna, los castellanos a un lado, los catalanes, gallegos, vascos,… a otro Instaurar la desigualdad social es la mejor defensa de sus intereses económicos, lo hicieron en la dictadura y lo hacen ahora, son sus «costumbres españolas».
Otra costumbre de los ultraderechistas: defender el golpismo franquista, su guerra de exterminio contra el pueblo y el establecimiento de su dictadura, aunque ha sido condenado en el Consejo de Europa, esta condenado en la ONU, también por los Tribunales de Derechos Humanos Internacionales, de ahí que se opongan a la Ley de la Memoria Histórica, con lo pobre que ha salido. Ellos saben que en la memoria histórica del pueblo están sus marcas de identidad, por eso han negado siempre el conocimiento por parte de todos. Son dictatoriales.
¡Cuántas «costumbres españolas»! Y ahora pretenden instaurar una división más entre los trabajadores en base al lugar de nacimiento, los trabajadores extranjeros que acompañan a los ancianos, que limpian las casas, que reparten, que descargan, que despachan, que pagan sus impuestos, que viven en condiciones míseras debido a la explotación a que se les somete. Los trabajadores españoles también fueron emigrantes, y muchos continúan siéndolo, hay colonias de trabajadores españoles por todo el mundo, todos sabemos de eso, pero sólo ellos no lo han sufrido. A los banqueros y a sus empleados en la campaña electoral no les importa la procedencia del dinero, el nombre de la moneda, dólares, euros,… todo sirve para enriquecerse, la nacionalidad del dinero les importa un comino, no hacen ascos a la procedencia del dinero: el mayor fraude fiscal de Europa, la mayor circulación de dinero negro, el mayor índice de beneficio empresarial, ¿qué tiene que ver eso con la nómina de un trabajador sea de la nacionalidad que sea? Nos quieren acostumbrar a que nos callemos, quieren que aceptemos sus costumbres.
¿Quién habla del fraude a las arcas del Estado? ¿Quién habla de la corrupción y de su persecución? ¿Quién habla de la usura bancaria? ¿Quién habla de la supresión del concordato de la iglesia? ¿Quién habla de la ampliación del derecho al aborto? ¿Quién habla de la eliminación de los contratos basura y la implantación del trabajo fijo para los trabajadores? ¿Quién habla de poner los medios necesarios para impedir el trabajo esclavo? ¿Quién habla del reparto equilibrado de los impuestos para que paguen más los que más tienen? ¿Quién habla de cambiar una ley electoral injusta, hecha así a propósito? ¿Quién habla…quién razona… quién defiende que no se impongan dictatorialmente jefes de Estado y se respete el derecho del pueblo a conocer y decidir?