Las elecciones de la Comunidad de Madrid dejan vía libre a la política de una Ayuso condicionada por el apoyo de la extrema derecha. Unos comicios que revolucionan un tablero político estatal donde Ciudadanos se acerca al abismo, el PSOE se desploma, Más Madrid supera a los socialistas y Pablo Iglesias deja la política.
Las izquierdas fracasan en su intento de sumar más apoyos en una carrera electoral, de alto voltaje político, que reconfigurará el sistema de partidos español y, muy concretamente, el de unas izquierdas alternativas que tendrán que hacer una reflexión profunda. En este sentido, Más Madrid es la única fuerza que obtiene un buen resultado, logrando el sorpasso al PSOE y consiguiendo superar ampliamente a los excompañeros de un Podemos que salva los muebles. Un resultado agridulce para el exministro y para un partido que aspiraba a un cambio y a una nueva forma de hacer política que, a las puertas del décimo aniversario del 15-M, ha quedado muy lejos de ser una realidad.
La máxima de Podemos y de las candidaturas de su universo era la de hacer una política al servicio de la gente, abriendo la participación, la decisión y el control de las instituciones a la ciudadanía y, así, regenerar y transformar las formas de hacer política. Un partido que continuaba con el relato del movimiento de los indignados, de las Mareas y de la PAH, y que planteaba la necesidad de poner las instituciones al servicio de los intereses de la mayoría social. En este sentido, se quería configurar un instrumento de cambio que, a la práctica, se ha estructurado a través de las viejas formas de hacer política. Canalizando el contexto de indignación, malestar y cabreo con la evolución de la situación política, social y económica, se consiguió ganar ayuntamientos, entrar con fuerza en parlamentos autonómicos e, incluso, conformar el primer gobierno de coalición a nivel estatal. Desde Podemos se han conseguido avances sociales dando algunas respuestas –en todo caso insuficientes– a las necesidades básicas de las personas; pero, su fracaso mayúsculo han sido unas políticas de transparencia, participación y democracia interna que han llevado al partido y a su líder a una deriva autodestructiva, burocrática y, a la vez, electoralista desconectada de las bases y, muchas veces, de las luchas sociales. Una deriva acompañada de continuos giros tácticos, de purgas internas, de renuncias, de híper-liderazgos, de verticalismo, de clientelismo y de desprecio al pluralismo interno. Una situación que provocó la marcha de muchos cuadros desilusionados, así como la ruptura del propio espacio para articular nuevos proyectos como Más Madrid, entre otros muchos.
Las elecciones de Madrid han sido el último episodio de un Iglesias que deja un espacio político que necesita reconstruirse y volver a sumar con el resto de las izquierdas alternativas del Estado. Una suma para configurar –realmente– una alternativa de cambio creíble capaz de poner freno a las políticas trumpistas de la derecha y la extrema derecha, así como de afrontar desde la pluralidad y la diversidad política los retos por la justicia social, la libertad y la democracia real.
Jesús Gellida, politólogo, investigador social y escritor