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Entrevista a Omar Pimienta, un creador Tijuanense

«No soy ni poeta ni artista visual, me considero un agente creativo fronterizo»

Fuentes: Rebelión

Al principio uno tarda en darse cuenta, a pesar de las insoslayables evidencias, de que no vive en San Diego, sino en San Diego/Tijuana o SD/TJ como escribimos frecuentemente para referirnos a ese lugar donde el norte choca y se mezcla con el sur, la esquina más occidental de América Latina, el área fronteriza más […]

Al principio uno tarda en darse cuenta, a pesar de las insoslayables evidencias, de que no vive en San Diego, sino en San Diego/Tijuana o SD/TJ como escribimos frecuentemente para referirnos a ese lugar donde el norte choca y se mezcla con el sur, la esquina más occidental de América Latina, el área fronteriza más grande del mundo, The tale of two cities, el cielo y el infierno, el desenfreno y el miedo, la hermana rica y la hermana pobre, asumidas como se asume el viento, la lluvia o las mareas, como si San Diego no fuera un vampiro, como si Tijuana no fuera la belleza ajada sobre la que clava sus dientes, como si hubiera oferta de brazos morenos sin brazos blancos dispuestos a explotarlos, como si los narcos vivieran de venderse a si mismos la mota. Tijuana es un arma cargada de futuro, San Diego es un cementerio cargado de pasado; Tijuana huele a vida, a pan caliente, a tacos al pastor, a tierra sucia; San Diego no huele a nada, es como reza una de sus etimologías apócrifas el «cadáver perfumado», una misión dominica en el Fashion Valley.

Es más complicado, dirán algunos profesores fronterólogos de fina pituitaria tirándonos números y estadísticas a la cara. Es verdad, pero cada vez que miro desde un cerro la barda que entra en el mar tratando de desafiar a la naturaleza no puedo evitar pensar que San Diego no es más que una hacienda mal disimulada, el patrón alambra su rancho para proteger los campos de golf, las piscinas, las palmeras, el orden aséptico de sus calles y autopistas, la hierba bien cortada, la fruta fresca en la mesa. Y como buen hacendado la puerta del rancho se abre cuando necesita braceros obedientes que le hagan los mandados y se cierra cuando se termina el trabajo, sin mala conciencia, sin pensar dos veces qué pueda pasar del otro lado del alambre, las olas del pacífico no le dejan ver el hambre del sur, o eso piensa.

Por eso, la imagen de una frontera altamente militarizada y cerrada a cal y canto siempre será sólo la mitad de la historia. Sorprenderá a cualquiera que no viva en SD/TJ que la frontera, como la cueva de Ali Babá y los cuarenta ladrones, se abra y se cierre todos los días para dejar pasar a miles de tijuanenses, unos andando otros en coche, unos sólo con permiso de trabajo, otros a merced de un coyote que sepa navegar en la noche esquivando a La migra, unos con la famosa tarjeta SENTRI para cruzar más rápido, otros aguantando largas colas y no menos largas humillaciones.

Omar Pimienta es uno entre miles de Tijuanenses que cruza la frontera todos los días para estudiar, para trabajar, para mostrar su arte y su poesía. Durante un año entero hizo una foto todos los días de la frontera, para documentar ese largo peregrinar del sur al norte y de norte a sur de los «commuters», imágenes de esa contradicción que permite que las mercancías circulen libremente y los seres humanos se agolpen como animales frente a una puerta de hierro o mueran tratando de alcanzar una vida digna.

Pero la verdadera patria de Omar Pimienta es la Colonia Libertad, un barrio desde el que se puede tocar la barda de metal de la frontera y, a la vez, divisar la enormidad de un mar de casas de colores que es esta Tía Juana donde nadie pensaba quedarse a dormir más que una noche. Desde sus colinas peladas se puede mirar al norte como se mira un futuro siempre por alcanzar, sus calles de tierra, lavaderos de coches, taquerías, negocios de un día para otro, hablan, a quien mire con cuidado, de otra libertad, de sus paradojas, de sus significados crueles y dignos, de su capacidad de ser materia para la poesía y el arte en manos de un tijuanense que sabe que el territorio más importante de cualquiera es la infancia.

Omar Pimienta creció en la Colonia Libertad y ya nunca se pudo marchar, los tiempos, los anhelos de su familia, de sus vecinos, el taller de herrería de Don Marcos, su padre, un billete de cien dólares que desaparece, se vuelven míticos, como si la «Liber», como es popularmente conocida, fuera su Comala particular desde el que contar, cantar y fotografiar esta frontera que es una herida, pero también un espacio lleno de potenciales futuros. Al lector de esta entrevista no le sorprenderá saber que la poesía de Omar Pimienta han recibido varios reconocimientos, entre otros el Premio Emilio Prados de poesía por su libro «Escribo desde aquí» y el premio de publicación del centro cultural Tijuana, por «La Libertad: ciudad de paso» y su obra artística se ha exhibido en museos y galerias en México, EE.UU., Argentina, Alemania, Colombia. Omar ha sabido captar la belleza en un charco en la tierra, ha sabido hacer de las historias mínimas de su familia y de la colonia libertad el registro poético de una ciudad y un mundo que son mucho más que los estereotipos que la atraviesan constantemente de Norte a Sur y de Sur a Norte.

 

 

Luis Martín-Cabrera . ¿Te consideras un poeta o un artista mexicano, norteamericano o fronterizo?

Omar Pimienta. Me considero un agente creativo fronterizo, no necesariamente poeta y no necesariamente artista visual, aunque sí creo que hago cosas creativas y, por eso, me considero una persona fronteriza creativa. Como artista visual y como poeta en sí nunca me encuentro a gusto, en ambos casos tengo muchas lagunas porque me he dedicado a hacer las dos cosas, soy una persona que hace muchas cosas a la vez y nunca me especializo en nada. Yo conozco poetas y sé que no soy uno de esos, hablo con ellos entiendo el cincuenta por ciento de lo que están diciendo, sus bibliotecas son inmensas. Conozco también artistas visuales y es lo mismo, su bagaje y su conocimiento del arte lo domino al cincuenta por ciento, si sumas las dos cosas, si hubiera una carrera como tal de artista y poeta, creo que sería muy bueno, porque dominaría el cincuenta por ciento de ambos mundos [risas].

LMC. ¿Qué significaría ser un agente creativo fronterizo? ¿En qué sentido sería diferente a ser una agente creativo en Valladolid o en Guanajuato?

OM. Mi obra tanto poética como visual depende mucho de mi espacio geográfico, que es la frontera, y también depende mucho de esa misma frontera que me creó en relación a ambas prácticas, la poesía y el arte. Mis poemas son muy visuales y mi obra gráfica es conceptual, pero también tiene mucho que ver con la literatura y todo al final tiene que ver con la historia en general y con una historia personal altamente fronteriza.

LMC. Como rezan la mayoría de los títulos de tus libros de poesía, «Escribo desde aquí,» «La libertad: ciudad de paso», uno de los motivos recurrentes de tu obra artística es la Colonia Libertad, ¿puedes explicar qué es la Colonia Libertad y cuál es la relación con tu trabajo artístico y poético?

OP. Específicamente con «La libertad: ciudad de paso» creo que inicio un cuestionamiento de dónde estoy, en qué situación estoy, por qué estoy estudiando en San Diego State Estudios Latinoamericanos, pero soy de Tijuana y además tomo varias clases de literatura. Entonces en Estudios Latinoamericanos al estar analizando estos pueblos latinoamericanos, los movimientos políticos desde una perspectiva de educación gringa, pues caí en cuenta de que estos sujetos de estudio era yo a diez metros de la línea: asentamientos urbanos irregulares, en un alto porcentaje los países tercermundistas no se pueden desarrollar, porque la gente no tiene propiedad, no puedes dar créditos porque un día vives aquí otro día vives en otra casa, es difícil regular a una población en el tercer mundo. Y me dije estás estudiando esto y estás en San Diego, pero yo he vivido esto, no me lo tiene que contar nadie, tengo amigos a los que les doy mi dirección para que puedan encontrar trabajo. Entonces empiezo a analizar que la Colonia Libertad, en Tijuana, donde yo crecí, es la representación de Latinoamérica, crece en relación a dónde está el trabajo, que así, visto desde arriba, es Estados Unidos. La gente se amontona ahí, porque es el límite y te queda más cerca de tu lugar de trabajo. Desde una perspectiva más local, desde Tijuana, sus asentamientos todos están en relación a la fuente de trabajo, casas irregulares alrededor de las maquiladoras, crece todo el norte de México en relación a las maquiladoras, crece la Colonia Libertad inicialmente porque eran los establos donde estaban los caballos del hipódromo en los años veinte. Crezco en un asentamiento muy precario, la calle donde yo crecí se pavimentó en 1994, eran puras calles de tierra, la casa de mi padre era de las más bonitas, porque tenía una arquitectura muy californiana, tenía zacate, driving y todo. Había como un cierto orgullo y éramos de los que teníamos más acceso a los EE.UU., pero inmediatamente después estaban todos mis amigos bastante mal económicamente. Nosotros teníamos además un taller de herrería, había como ciertos privilegios, mi papá y mi mamá llegaron a la primaria, así que privilegios de que tuviéramos una biblioteca o acceso a la mejor educación no, pero sí estaban muy preocupados porque estudiaras.

LMC ¿Cómo obtuvieron tus padres la nacionalidad norteamericana?

OP . Mi padre vino a los Estados Unidos a principios de los cincuenta, estuvo trabajando en Los Ángeles en un cine de tiquetero, pero él decía que iba a probar suerte en Hollywood, porque había manejado un carro que proyectaba películas por los pueblos de Jalisco, muy joven como a los 17 años. El dueño de ese carrito de cine le consiguió trabajo en el Million Dollar Theater de Los Ángeles y se fue, pero se le acabó el permiso de trabajo, se volvió a Tijuana, consiguió un nombre falso, volvió a cruzar, luego el Programa Bracero volvió a abrir, entró al Programa Bracero a finales de los cincuenta principios de los sesenta. Pues trabajó por veintitantos años en Estados Unidos de forma «legal» e «ilegal» y vivía en Tijuana que cruzabas y ya estabas en el «field», había «files» en todo San Diego, Oceanside, Otay… Él tuvo acceso a hacerse ciudadano norteamericano por tantos años de trabajo y yo era menor de edad, entonces automáticamente me nacionalicé, tuve que decir que sí que iba a ser ciudadano americano y firmé los papeles.

LMC . Una cosa que tiene Tijuana que a mi me llama la atención es que parece ser una máquina de generar interpretaciones teóricas, críticas y artísticas, desde fuera hay una especie de compulsión a teorizar la frontera en general y la frontera San Diego/Tijuana en particular por ejemplo, el trabajo de Néstor García Canclini, hay departamentos incluso de «border Studies», ¿cómo se percibe eso desde tu posición, en qué sentido tu trabajo dialoga o no tiene absolutamente nada que ver con estas teorías?

OP. Yo creo que mi trabajo dialoga directamente con las problemáticas que se estudian o que se aplican desde esta aproximación académica a la frontera, pero intento hablar desde adentro y no me quiero pelear con la idea de que estas problemáticas existen, porque una reacción muy común en Tijuana es apelar al universalismo y decir voy a hacer obra que no tenga nada que ver con la frontera. Yo creo que las problemáticas están ahí y hay que abordarlas.

LMC ¿Cuáles serían?

OP . Una muy fuerte es esta descomposición del nacionalismo en la frontera en reacción inmediata al centralismo mexicano, pero tomando en cuenta las fuerzas que halan y empujan del lado estadounidense. Es complejo porque la población tijuanense se va recreando constantemente, entra gente, se va gente, los que hacían obra en los ochenta están dando clase en EE. UU. o exhibiendo en otros países, las nuevas generaciones, ya con Escuela de Artes Plásticas en Tijuana leen toda esa literatura, pero es muy difícil concebirse como tijuanense, porque o naciste o llegaste de la Ciudad de México o de Zacatecas o de Sinaloa y eso ya te predispone a ser de otra parte. Luego hay otra población que viene del Norte, nace en EE.UU. y vive en Tijuana y también hay predisposición a no considerarse de Tijuana, luego ser de Tijuana es realmente una población pequeña y es una población que también tiende a irse, porque tiene ciertos privilegios económicos, llegaron cuando había posibilidades de prosperar económicamente, entonces o se van a la Ciudad de México a estudiar o se van al extranjero. Yo digo que tiene unos diez o quince años que el ser tijuanense capitalizó con Nortec (un grupo de música que combina los sonidos el electrónicos con la música norteña) y con movimientos culturales casi 100% tijuanense, pero capitalizó también por el aspecto mismo de ser biculturales. 

LMC En «La libertad: ciudad de paso» , tu segundo libro de poesía, hay un tono narrativo muy visual, algunas imágenes son irónicas, pero otras son francamente violentas. Por ejemplo, en el poema «mi primer amor» escribes «cuando Tijuana me dio mi primer beso/ me arrancó la lengua/ acariciarla me quemó las yemas/ cuando por fin cogimos me castró/ lo peor es su ira cuando sabe que la amas». ¿Por qué estas imágenes tan violentas? Te lo pregunto porque es además una de las cosas que están fijadas desde fuera en el imaginario de Tijuana, que es una ciudad violenta, dominada por el narcotráfico, etc.

OP. Estaba practicando obra tanto en artes visuales como en poesía que no trataran de limpiar la imagen de Tijuana y que de hecho jugaran con ese imaginario, quise apropiarme del imaginario existente, para poder dar imágenes muy simples y que el lector con todos sus prejuicios añadiera a lo que está diciendo y poder crear una tercera historia a partir de lo que tú vienes aportando como lector y lo que yo te estoy dando como «nativo amigable». Es un lenguaje muy simple el que utilizo en ese libro, porque mi tirada como creador es dominar lo preconcebido del espacio que estoy manejando, ya sea conceptual o geográfico, a partir de símbolos muy simples y saber qué puede detonar en ese encuentro, dar un paso más arriba pero no en el lenguaje, sino en la imaginación, hacer detonar la poesía ahí. Hacer que la metáfora se vaya gestando por la historia que carga el libro. Vas a tener un imaginario de Tijuana seas de donde seas, sobre todo si compras el libro, entonces trato de manipular ese imaginario utilizando el mismo lenguaje pero para contar una tercera historia.

LMC . ¿Cuál es tu relación con el movimiento y los estudiantes chicanos, con los mexicanos del otro lado? 

OP. Es… es nula. Apelo a una generación que tal vez nunca se geste. De hecho, ayer lo estaba analizando con mi hermana, yo le preguntaba ¿crees que cada vez hay mas o menos gente binacional? Cada vez la disparidad es más grande entre los dos países, la violencia obviamente va a empujar a más gente, la gente que pueda pagarse un apartamento en San Diego, se va a ir, se está yendo, secuestros, por qué vivir aquí. Pero luego también viene llegando gente de Estados Unidos muy pobre, deportados, gente que no puede pagar renta en San Diego, prefiere vivir en Tijuana, que puede cruzar a trabajar, entonces tal vez quien pueda tener esa doble ciudadanía, quien pueda vivir en ambos mundos, tal vez sean cada vez menos.

LMC . Pero qué pasa con muchos estudiantes o artistas que se sienten más cómodos en inglés, pero que su familia es de Tijuana o de Nayarit, cuál es la relación con toda esa gente que se expresa primordialmente en inglés o en Spanglish, con el arte chicano, con la literatura chicana.

OP. No sé, creo que mis bases académicas son las mismas. Tomé diez clases en mi vida de Chicano Studies, porque eran las clases en las que estaba seguro, no dominaba el inglés como para meterme en filosofía universal, entonces sí miré Zoot Suit quince veces, mi educación es más de chicano que de mexicano, pero escribo en español. El lenguaje, las metáforas se me escapan en inglés. 

No, lo que pasa es que no hay mucha relación, porque en todo caso yo no me concibo como alguien de quien se han aprovechado, sino más bien como alguien que se ha aprovechado del sistema. Creo que para concebirte como chicano tienes que haberte sentido discriminado, colonizado, oprimido, pero todos los movimientos que ha hecho mi familia han sido como para mejorar y he hecho cosas tal vez no legales para lograrlo, he vivido en Tijuana muchos años y he estudiado en EE.UU. sin tener que pagar como un ciudadano extranjero. Hice mi primaria en Tijuana, así que nunca sufrí esa discriminación institucionalizada del lenguaje en la educación básica. Sufrí discriminación cuando trabajaba en EE.UU. , sabía que estaban abusando de nosotros de mi padre y de mí cuando instalábamos rejas. «no , no pues no te vamos a pagar» , «¿Cómo que no me van a pagar?» «No, no te vamos a pagar» quitaba las rejas me las llevaba, obviamente perdíamos dinero, pero siempre había un lugar a donde volver que era seguro. Volvías a Tijuana, a la Colonia Libertad; okay no le vendiste la reja al gringo, el gringo te la regresó y perdiste algo de dinero, pero mañana le vas a vender otro o mañana vas a ir a tomar clases en una Escuela Comunitaria o mañana vas a terminar con una beca. 

LMC. Una cosa que me llama mucho la atención de tu poemario «Escribo desde aquí» es el modo en el que, entroncando con la tradición de Pedro Páramo, utilizas la Colonia Libertad, tu familia en general y a tu padre en particular como personajes literarios, ¿Cómo partes de tu historia familiar y la transformas en materia poética, qué sentido tiene para ti hacer eso? 

O.P. Creo que es una especie de desplazamiento, si yo trato de crearme una patria tendría que ser mi familia, porque han estado desplazándose todo el tiempo, se desplazaron hacia el norte, llegaron a Tijuana, se quedaron en Tijuana, Tijuana tiene 122 años, realmente no tengo ni siquiera anclajes literarios muy hondos, porque no tengo formación como poeta. De lo poco que sé de las tradiciones literarias no me siento relacionado, pero me siento relacionado con esos anclajes familiares y con lo que al final toda la gente se relaciona, con los sentimientos más básicos, que en este libro en específico se reducen a esa inmediatez, que es la familia y el barrio donde creciste. Creo que además la tendencia mundial va para allá con toda la cantidad de gente que emigra y todos estos desplazamientos que antes no se daban de igual forma. Creo que cada vez va ser más la gente que tenga nostalgia del barrio, porque se están perdiendo en esta economía global. Todos tenemos historias familiares, es fácil hasta cierto punto hablar de estos temas, porque va a haber una empatía inmediata y uso esa empatía inmediata, porque en realidad apelamos mucho a crear nuestra propia identidad en relación a nuestros propios familiares, entonces las historias se nos van pegando y este cuerpo que tú como lector vas a añadir al poema, va a darle una lectura distinta a mi historia personal de mi abuelo, de mi padre. Y estas historias ya con el libro al final, poema tras poema, tejen una historia personal muy parecida a la de cualquier persona, pero con su historia y sus personajes específicos. 

Creo que esta obsesión con la familia tiene que ver también con ser el más pequeño de los hermanos, no tener con quien jugar y tener que estar oyendo las historias, ser muy metiche y no poder hablar, «esta es conversación de adultos», pero oírlo todo. Ahora ya soy adulto puedo hablar y lo voy a publicar [risas], tiene que ver con la orfandad, con el desplazamiento de la familia, tener tu familia inmediata ahí, pero saber que tienes primos y tíos muy lejos en otras ciudades, que tienen historias muy interesantes y también que la casa funcionara como un corredor hacia el norte y hacia el sur. Llegaban los tíos porque iban hacia el norte y viceversa se acababa la cosecha y llegaban y nos dejaban ahí tomates, fresas y se iban al sur. Entonces había mucha familia que llegaba y se iba, la embajada de Techolotlan en Tijuana le decían. 

LMC Pero más específicamente, qué está en juego cuando alguien lee por ejemplo, un poema como este:

«Juan Carlos alguna vez me dijo:

tienen que cambiar las cosas

eres fuerte y no tan tonto

Me contó: 

un domingo sólo teníamos 100 dólares 

en la casa en la cartera

tú tendrías un año

el taller de madera se había quemado

sólo quedaba el ardor en la cara

la piel bronceada de ver en llamas tantos años de trabajo

Don Marcos compraba unas herramientas 

nos dijeron que habíamos pagado con un billete de 20

dijimos que era de 100 y el único 

en el mundo

con nuestro nombre

(our word against theirs) 

Me dijo que las manos verbosas de Don Marcos

tartamudearon en temblores y a él no le alcanzaba el inglés

años después cuando él ya estudiaba en San Diego

me dijo que algún día la fuerza el lenguaje la palabra la inteligencia

que no teníamos más ni mucho menos 

(our Word against our Word but our Word at last)

Juan Carlos me dijo o no o lo entendí o no que ese domingo:

A Don Marcos le temblaban las palabras en la punta de los dedos.»  

 OP. Es una clásica historia de fracaso, el último fracaso, que es cuando la persona quiere trabajar y no puede, no se le da el derecho al trabajo, se le quema el taller, quiere comprar herramientas y lo chingan. Entonces, el transfondo social es muy básico, un señor trabajador y su hijo comprando herramientas que los chingan, hay una barrera del lenguaje que no permite ni siquiera poder solucionar la injusticia; es una historia aunque tenga todo ese transfondo, está tratando de llamar tu atención al hecho de que es el hermano mayor del autor y el padre del autor, utilizo mi condición de sujeto fronterizo para dar una historia universal: un trabajador que no puede trabajar. A lo que apelo es a esto para que lo puedan entender en otro sitio que no sea Tijuana. Este poema todavía me duele, creo que al final apelo a que se transmita el sentimiento, aunque sea algo tan metafísico y tan tonto. Si me puede y si creo que tiene importancia lo escribo, no quiero escribir nada que realmente no siento, creo que va desde ahí, que me pueda, no pienso directamente en mi audiencia y luego digo, este me puede mucho, pero nadie lo va a entender y así es como decido cuáles son publicables y cuáles no. 

LMC . Ahora, ¿tu considerarías que este afecto, estos sentimientos, este poema son políticos?

OP . Es un poema político, sí. Creo que el simple acto de escribir es político porque alguien lo va a leer, hay una comunicación. Pero es un poema político porque también quiero que genere algo político, para empezar poner en el mapa estas pequeñas historias, porque estas cosas suceden 10.000 en San Diego al día, sin que sea la gran tragedia, estas pequeñas cositas que joden y que son políticas. Es muy difícil para mí no ser político, porque tú lees esto y ya lo lees con una predisposición política, porque soy una persona que escribe desde un lugar efervescente políticamente, Tijuana, la Colonia Libertad, la frontera.

LMC . ¿Hablamos un poco de tus proyectos de arte? Puedes contarnos un poco de tu proyecto de fotografía diaria de la frontera.

OP . Es un blogspot (fotodefronteradiaria.blogspot.com) en el que subía una imagen diaria de mi trayecto de cruce fronterizo, o sea, estaba delimitado por el tiempo que estuviera esperando en línea y el tiempo inmediato después del cruce, no sé 100 o 150 metros, entonces yo tomaba fotos desde que llegaba a hacer la cola hasta que ya sentía que había salido de esta zona regulada. Tomar una imagen a cualquier hora que regresara o que cruzara y subirla al blog. Al final fueron más de 200 fotos en un año de agosto a agosto del 2005 al 2006, era como un proyecto de acumulación.

LMC. ¿Qué tratabas de documentar? 

OP. Todo. Tomaba como 100 imágenes y seleccionaba la que me gustaba más. Y sí, estaba muy dictado por estética o por algo que estuviera sucediendo que valiera la pena enseñar al mundo. He trabajado mucho con la idea esta del «communter», de la gente que cruza todos los días y los estudiantes que cruzan. Es la frontera más transitada del mundo, 40,000 o 50,000 cruces diarios, pero lo que yo percibía que se filtraba mucho al resto del mundo era el cruce «ilegal». Lo primero que me di cuenta cuando quería hacer obra es que la única materia de la que no tenía ninguna duda era de la experiencia propia de cruzar, de mi familia, de mi barrio, para no caer en la idea de hablar por otra gente y otras experiencias. Me di cuenta que era un ciudadano en circunstancias muy especiales, y qué era tan especial, pues, entre otras cosas, que yo tengo que cruzar todos los días hora y media de cola para ir a EE. UU. y recibir una educación o para ir a trabajar. Esto es muy distinto al que cruzaba por el cerro, esta historia es traumática, pero yo no puedo comentar eso, puedo comentar lo que estoy viviendo.

LMC. Y cuando miras todas las fotos, me imagino que hay múltiples interpretaciones y narraciones posibles, pero qué saca uno de mirarlas todas en conjunto?

OP. Yo creo que de las 200 hay cinco fotos que yo imprimiría en 16X20 y pondría en una galería. Las demás son fotos muy cotidianas, por la ventana la señora dormida en el otro carro, mi deposito sin gasolina en el «empty», una mosca en el parabrisas , etc. Es estar hora y media esperando, el tedio. Estas imágenes son una décima de segundo de ese proceso, se abre el obturador en 400 milésimas de segundo captura lo que alcanza y con la repetición del ejercicio te das cuenta de lo tedioso que podría ser el cruce. Entre las diez que salvo, hay una de un niño con una camiseta militar (ver foto) caminando por una banqueta, con los brazos extendidos, en este caso iba a pie, es en el área peatonal, está como en la cuerda floja, como un avión, para equilibrarse y atrás está el cruce. A mí me podía mucho, porque me reflejaba de niño, con una mentalidad muy militarizada, yo tenía uniformes de guerra, juguetes bélicos, crecí con caricaturas muy bélicas. Pero también esa como inconsciencia y esa necesidad lúdica de estar aprovechando tu tiempo para entretenerte en este espacio tan cargado políticamente que es la frontera. Hay otra (ver foto) de un letrero de luz de Macdonals con los «Golden Arches» y abajo uno de esos letreros de noticias que corren de izquierda a derecha que decía «La CIA no tortura». La foto está completamente negra, porque era de noche y nada más se ve eso el arco y «la CIA no tortura». Y ahorita hay unos comerciales hechos específicamente para la frontera de Jack in the Box que dicen: «I want to declare something: my food is delicious» («Quiero declarar algo: mi comida es deliciosa»), luego otra: «My wait time in line is shorter» («mi espera en la línea es más corta») llegando al «drive thru» ¡ el grado de comercialización al que ha llegado la frontera!

LMC. ¿Qué nos puedes contar del otro proyecto de arte público que consistía en instalar una réplica de la estatua de la libertad inflable con un ágora en la colonia libertad?

OP. Es una pieza de arte público que tiene que ver con la monumentalidad, la idea de monumento obviamente en los espacios públicos. Consistía en hacer un monumento en la Colonia Libertad que no es un lugar turístico para nada y que es uno de los pocos asentamientos en el mundo con un muro como cuarta pared. La gente si va a la Colonia Libertad es para ver el muro, entonces dije voy a hacer un monumento pero no quiero un monumento que luego lo vayan a tirar. Para empezar lo que hice fue apropiarme de un bosquejo de Bartoldi para la estatua de la libertad que tenía una pirámide pre-colombina como pedestal. Agarré ese ícono y lo adapté para que la estatua fuera inflable, de plástico, de 17 pies y el pedestal pre-colombino fuera una pirámide que girara en su base para abrirse y funcionar como un ágora. La idea es llegar a un espacio público armar la pirámide ahí, inflar la estatua de la libertad y abrir la pirámide para hacer de ese espacio un lugar público y que haya talleres, conferencias, que el simple hecho de que se instale genere un debate en la Colonia, que la gente se pregunte por la burla, esta colonia no es libre, tiene una delimitante internacional, pero fue por mucho tiempo el «Ellis Island» del «West». La pieza se hizo y la he expuesto dos veces y en este momento se está juntando dinero en una Asociación de Nueva York para hacer diez eventos el año que entra.

LMC. Últimas preguntas: ¿Cómo se ve la política de EE.UU. desde Tijuana y en qué sentido ha cambiado la vida de los migrantes desde que tenemos a Obama en la Casa Blanca?

OP. El año 2008/09 fue el año que más deportaciones hubo en la historia de California, casi medio millón en un año. Esas deportaciones eran inmediatas a Tijuana, sino las 400.000, si 300,000. El problema es que la administración de Obama se ve como una mala administración, pero con la certeza de que hubiera sido mucho peor si no fuera él. Se veía venir por la crisis económica, que si esa ola la viniera surfeando Bush nadie te asegura que no fueran millón y medio de deportaciones. El lenguaje de la gente que pide dinero es casi, casi inglés, es gente que sabes que acaba de volver, que te habla en spanglish, «you guys have work». Sí te das cuenta de que en muchos casos la gente que no tiene ninguna infraestructura es gente que salió de las cárceles, pero son 400,000, pues de ese número llega de todo y los que se quedan son la gente más golpeada y los cárteles de la droga se nutren de ellos. Hay más gente vendiendo en la avenida de la Revolución, porque dominan el inglés, pero no hay turismo. El taller de herrería de mi papá está a diez cuadras de la frontera y a nosotros históricamente nos llegaba gente recién deportada y sí veo un cambio en la gente que deportan, están deportando casi directamente de las cárceles, porque la gente trabajadora que deportan tiene infraestructura, familia, trabajo y logra regresa inmediatamente o se va a su pueblo, pero la gente problemática es la que se queda, así que la vida en la ciudad se ha deteriorado, hay mucho crimen de baja intensidad.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.