Hablan de la producción de productos que produce estos productos según la racionalidad medio-fin, sin hablar de la reproducción del productor que produce estos productos, ni de la naturaleza, de la cual se extraen las materias primas para su producción. (FRANZ HINKELAMMERT [1]) Una de las líneas divisorias entre el Norte y el Sur es […]
Hablan de la producción de productos que produce estos productos según la racionalidad medio-fin, sin hablar de la reproducción del productor que produce estos productos, ni de la naturaleza, de la cual se extraen las materias primas para su producción. (FRANZ HINKELAMMERT [1])
Una de las líneas divisorias entre el Norte y el Sur es la deuda ecológica debido a un intercambio desigual de materias primas y mercancías. La mayoría de materias primas utilizadas en la producción de mercancías son extraídas de los países del Tercer Mundo, donde sus bienes naturales son vendidos al capital transnacional para ser explotados, dejando tras de sí contaminación, miseria, muertos y comunidades desplazadas. Y no sólo las necesidades que nos impone la cultura hegemónica del capitalismo deben ser satisfechas con mercancías inútiles y costosas, sino que en los países desarrollados cuando estas mercancías pierden su valor de uso, son desechadas como materia inservible, siendo cínicamente el Sur uno de sus sumideros. [2] Básicamente, la función de los países del Sur es cumplir las exigencias de los países del Norte a cambio de la degradación de nuestros bienes naturales. La incapacidad de los países del Sur de pagar la deuda externa, los lleva a entregar en bandeja de plata los bienes naturales al mercado internacional, de esta forma evitan la marginación y siguen recibiendo ayuda mediante inversión extranjera para el saqueo de materias primas. La exigencia del pago de la deuda externa que los países del Sur tienen con el Norte, llega hasta el extremo de obligar a los países del Sur a exportar materias primas a costos irrisorios.
Lo anterior demuestra que los países del Norte, o sea, los países desarrollados, no podrían sostener su metabolismo si no consiguieran a bajo costo los bienes naturales de los países proveedores de materias primas, o sea, del Sur, de los países en vía de desarrollo. Es sumamente importante reconocer que no existe en el planeta bienes naturales suficientes para satisfacer las necesidades de la sociedad capitalista, a excepción de una mínima fracción del total de la población mundial que si puede satisfacer sus necesidades, a cambio de la explotación de los ecosistemas de los países en vía de maldesarrollo, de ahí surge el reclamo de los países del Sur debido a la deuda ecológica que el Norte tiene con ellos producto de un «[…] comercio ecológicamente desigual, por el cambio climático, también por la biopiratería y por la exportación de residuos tóxicos […]», [3] además la deuda ecológica tiene aspectos morales que no se pueden reflejar en una valorización monetaria, debido a que los índices abstractos de la economía clásica como el PIB o el ingreso per cápita no pueden expresar el impacto negativo de los procesos económicos sobre la naturaleza [4] y las consecuencias que deben afrontar, por ejemplo, comunidades indígenas o campesinas cuya relación con la naturaleza está dada de forma más cultural a diferencia del Homo œconomicus sometido a las leyes del mercado capitalista. [5]
Tan solo en Colombia, donde el sector extractivo representa la mayor parte de la economía del país, la inversión extranjera despoja a las comunidades de sus bienes naturales para perpetuar el modelo extractivista. Las fluctuaciones de los precios de las materias primas, junto con la caída de los precios del petróleo, llevó a Colombia a acentuar el modelo extractivista auspiciado por las grandes transnacionales, a cambio de la sobreexplotación de los bienes naturales. No es gratuito que Colombia sea el segundo país con mayor cantidad de conflictos socioecológicos según el Atlas de Justicia Ambiental -EJAtlas-, con un total de 127 conflictos. Sin embargo, en Colombia la deuda externa ha venido aumentando al igual que los conflictos socioecológicos. En el año 2014, EJAtlas registraba un total de 72 conflictos, para este año existe un registro de 127 conflictos. La situación de los demás países del Sur no es muy distinta.
Los países del Norte nunca han reconocido la deuda ecológica que tienen con los países del Sur, sin embargo, la deuda que los países colonizados han contraído con el Norte, con los mismos colonizadores que los condujeron a endeudarse, es exigida a ser pagada. En muchas ocasiones, la élite criolla de los países del Sur, defendiendo los intereses del Norte, sólo pueden ofrecer al omnipotente capital, sus bienes naturales.
La deuda ecológica está conformada por las externalidades que no son internalizadas en el proceso de acumulación de capital. La economía clásica no tiene la capacidad de determinar los costes socioecológicos de los procesos productivos del régimen capitalista, los cuales son profundizados en la explotación de los países del Sur. El orden socioeconómico tiene la capacidad de privatizar los beneficios en nombre de la élite capitalista, y socializar las consecuencias socioecológicas con los oprimidos de los países pobres.
Tal como menciona Andrés Bansart, «[…] la riqueza de una parte del mundo se hizo en detrimento de nuestros países, de su población y de su equilibrio ecológico.» [6] Nuestros países, los del Sur, sólo son una tuerca oxidada y desgastada, pero necesaria, en el engranaje de la maquinaría capitalista. «[…] La madre patria del capital no es el clima del trópico con su lujuriosa vegetación, sino la zona templada.» [7]
La deuda ecológica es un punto de convergencia para la alianza de los distintos movimientos anticapitalistas que luchan por la igualdad social y la justicia ambiental. Además, distinguir los orígenes de la deuda externa, nos lleva a reproducir las palabras -todavía vigentes- de Thomas Sankara: «[…] No podemos pagar la deuda porque, al contrario, nos deben lo que las mayores riquezas nunca podrán pagar, esto es, la deuda de sangre. Es nuestra sangre la que ha sido derramada» [8] y nuestros ecosistemas los que han sido destruidos, la deuda ecológica.
Barrancabermeja, 25 de febrero de 2019
[1] Franz Hinkelammert citado en Jorge Vergara Estévez. Modernidad y utopía. El pensamiento crítico de Franz Hinkelammert. Diputación Foral de Ávala, 2015, p. 56.
[2] «Además de usar los océanos y la atmósfera como sumidero o depósito temporal gratuito de dióxido de carbono, los países del Norte recurren, cuando pueden, a la exportación de residuos tóxicos […].» En Joan Martínez Alier, «Conflictos ecológicos y justicia ambiental», en Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global, núm. 103, 2008, p. 22.
[3] Joan Martínez Alier, «Conflictos ecológicos y justicia ambiental», op. cit., p. 25.
[4] Julián Sabogal Tamayo, «Entre la economía política de Karl Marx y la economía ecológica», en Revista de Economía Institucional, vol. 14, núm. 27, 2012, p. 211.
[5] «[…] Es conocido el caso de los U’Wa en Colombia quienes argumentaron en su conflicto con Occidental Petroleum que la tierra y el subsuelo eran sagrados.» En Joan Martínez Alier, «Los conflictos ecológico-distributivos y los indicadores de sustentabilidad», en Revista Iberoamericana de Economía Ecológica, vol. 1, 2004, p. 24.
[6] Andrés Bansart, Ecosocialismo, El perro y la rana, Caracas, 2009, p. 57.
[7] Carlos Marx citado en Alfred Schmidt, El concepto de naturaleza en Marx, Siglo XXI, Madrid, 1977, p. 98.
[8] Thomas Sankara, «Un frente unido contra la deuda», Vigésima Quinta Conferencia en la Cumbre de los países miembros de la Organización para la Unidad Africana, Addis Abeba, 29 de julio de 1987 en Damien Millet, África sin deuda, Icaria, Barcelona, 2008, p. 237.
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