Especial para Clarín, Buenos Aires, 5-9-05 Primero fue el rugido de Katrina que azotó la costa del golfo de EE.UU. Ahora, el pavoroso silencio mientras emergen las víctimas. Parece que todo el Washington oficial contiene el aliento para que no se escape el secreto sucio: que Katrina es el castigo por el aumento de las […]
Especial para Clarín, Buenos Aires, 5-9-05
Primero fue el rugido de Katrina que azotó la costa del golfo de EE.UU. Ahora, el pavoroso silencio mientras emergen las víctimas. Parece que todo el Washington oficial contiene el aliento para que no se escape el secreto sucio: que Katrina es el castigo por el aumento de las emisiones de CO2 y el calentamiento global. Los científicos nos lo advierten desde hace años. Dijeron que teníamos que estar atentos al Caribe, que sería el primer lugar donde los efectos del cambio climático se harían evidentes por medio de huracanes muy fuertes, incluso catastróficos. Y así fue.
La realidad es que Katrina se recordará como un «momento clave» de la era del combustible fósil, el punto en que la opinión pública estadounidense empezó a desechar el cómodo mito de que el fin de la era del petróleo y los efectos cataclísmicos del calentamiento global eran un futuro remoto.
Katrina no es mera mala suerte. Nosotros creamos la tormenta monstruosa. Hace casi una generación que estamos enterados del posible impacto del calentamiento global. Pero seguimos acelerando, como si no nos importara. ¿Qué esperábamos? El 52% del total de los vehículos de EE.UU. son de alta cilindrada, cada uno de los cuales significa un motor letal que lanza cantidades récord de CO2 a la atmósfera terrestre.
¿Cómo explicarles a nuestros chicos que los estadounidenses representan menos del 5% de la población del mundo pero devoran más de la cuarta parte del combustible fósil que se produce por año? Y cuando nuestros vecinos de Europa y el mundo preguntan por qué los estadounidenses se mostraron tan renuentes a dar prioridad al tema del calentamiento global mediante la firma del Tratado de Kyoto sobre cambio climático, ¿qué les decimos?
Es una vergüenza que EE.UU. y otros países -no somos los únicos- hayan privilegiado sus caprichos personales inmediatos en detrimento del bienestar del planeta.
Si pudiera llegar al presidente Bush, esto es lo que le diría: Sr. Presidente, si hubiera mirado el ojo de la tormenta, habría visto la futura destrucción del planeta en que vivimos. Es hora de decirle al pueblo estadounidense y al mundo que la verdadera lección de Katrina es que tenemos que utilizar nuestro talento y nuestras energías para liberarnos del petróleo que amenaza el futuro de todas las criaturas de la Tierra.
Presidente Bush, ahórrenos sus homilías sobre el valor y la decisión estadounidenses para «sobreponerse a la tormenta y perseverar». En lugar de ello, díganos la verdadera razón por la que tuvo lugar Katrina. Pídanos a todos que pensemos en cambiar nuestra forma de vivir derrochando energía. «ínstenos a conservar nuestras reservas de combustible fósil y a hacer sacrificios en lo relativo al futuro uso de la energía. Bríndenos un plan para que EE.UU. pueda abandonar los combustibles fósiles en aras de una nueva energía sostenible que se base en fuentes renovables y en hidrógeno. Estamos esperando…
* Autor de La economía del hidrógeno: La creación de la red energética mundial y la redistribución del poder en la Tierra.