Natural de Guinea Ecuatorial, vive en España desde 1997. Llegó cuando tenía 9 años con su madre y su hermana. Cuenta que empezó su activismo de forma inconsciente desde pequeño, en el colegio, al no entender el rechazo de sus compañeros. Poco a poco, ha ido ocupando espacios dentro del antifascismo, el anarquismo y el movimiento antirracista. Él es Guillermo Akapo Bisoko (Guinea Ecuatorial, 1989) y fue el convocante de la concentración en Madrid en repulsa del asesinato de George Floyd por parte de la Comunidad Negra Africana y Afrodescendiente en España (CNAAE).
Más de un año después, el movimiento Black Lives Matter es más reconocido que nunca, quizá por libros como Cuando te llaman terrorista (Capitán Swing, 2021), escrito por Patrisse Khan-Cullors, cofundadora del movimiento. Hablamos con Akapo del asesinato de George Floyd, la realidad racista imperante en España y el discurso antirracista de algunos partidos políticos que, lamenta, se quedan únicamente en las palabras.
Todo el mundo empezó a conocer “Black Lives Matter” (BLM) tras el asesinato de George Floyd, y mucha gente lo sigue considerando un grito, una proclama, pero en realidad es un movimiento extendido a nivel internacional que nació en 2013, tal y como relata el libro de Patrisse Khan-Cullors, una de sus cofundadoras. ¿Qué sentido tiene el BLM en España?
Muchos activistas antirracistas sí que lo conocíamos, claro. Nosotros ya teníamos nuestro propio BLM en España, pero lo llamábamos movimiento antirracista porque, al fin y al cabo, es una lucha enfocada hacia el mismo objetivo: que las personas racializadas y migrantes tengan los mismos derechos que las demás. Lo puedes llamar BLM o lucha por los derechos civiles, eso es lo de menos, lo importante es denunciar la brutalidad policial y el racismo sistemático que sufrimos.
El hecho de que exista en España es solo una parte de esa acentuación que todo el movimiento ha experimentado desde el asesinato de George Floyd, en mayo de 2020, dejando ver el racismo institucional y estructural que impera en este país. ¿Y qué es la violencia institucional? Pues toda la que sufrimos a nivel sanitario, educativo, sobre lo que significa poder acceder a una vivienda digna, y sobre todo a nivel social. También vimos que lo ocurrido con Floyd sucedió en una coyuntura de pandemia en la que salieron a flote muchas cosas que llevamos años denunciando, como todos los problemas que la población migrante tiene para acceder a un derecho tan básico como la vivienda. Cuando decían “quédate en casa”, yo solo pensaba en todas las personas que no tenían un techo en el que resguardarse.
Miles de personas salieron a la calle y millones se estremecieron con las imágenes de aquel asesinato. Un policía asfixió hasta la muerte a Floyd, un negro ya reducido por el agente y cuyas últimas palabras fueron “I can’t breath” (“no puedo respirar”). ¿Qué supuso para las personas racializadas aquel asesinato?
Un hartazgo, la frustración, la ira. Estamos cansados de esa violencia que no solo sufrió Floyd, sino cientos de personas racializadas a manos de la policía estadounidense; aunque tampoco hace falta irse tan lejos porque también hemos denunciado la violencia policial en España.
El hecho de ver esas imágenes que dieron la vuelta al mundo supuso un “basta ya”, un punto de inflexión en que muchísima gente llena de tristeza y rabia salió a las calles a pronunciarse, a poner su cuerpo en las manifestaciones y ser partícipe del movimiento antirracista para denunciar la violencia que sufrimos y, sobre todo, aquel asesinato. En Madrid supuso la aglutinación de miles de personas blancas, negras, asiáticas, magrebíes, musulmanas, latinas… que salieron a la calle a poner el grito en el cielo.
¿Y cómo cree que actuó la comunidad blanca?
Según mi experiencia personal dentro del movimiento antirracista, las personas blancas aliadas suelen acudir a estas concentraciones. Yo me sorprendí de todas las blancas que fueron a la concentración frente a la embajada de Estados Unidos aquel día. Me llamó la atención todo ese apoyo que nos dieron, su comportamiento fue muy respetuoso en el sentido de que sabían que la primera línea era nuestra. Sin ellas ni sus pancartas y cánticos, sin ese apoyo masivo, la manifestación que terminó en la Puerta del Sol hubiera sido muy diferente. De todas formas, más allá de este ejemplo puntual, la participación de la comunidad blanca en otras convocatorias y denuncias que realizamos ha sido mínima.
Fueron imágenes muy duras, aunque desde las organizaciones antirracistas no cejáis en vuestro empeño de señalar que el racismo también puede ser mucho más sutil, incluso a nivel institucional. ¿España es un país racista?
Sí, desde luego, sobre todo ahora con estos discursos que hacen crecer el odio por parte de algunos partidos políticos en el Congreso de los Diputados, donde avalan y fomentan el racismo. Que alguien diga que no hay racismo en España es como decir que no hay machismo o que no existe el patriarcado.
¿España es más antirracista ahora que hace diez años?
Esa pregunta también me la hago yo en muchas ocasiones. Creo que gracias a la lucha del movimiento, el discurso del antirracismo se ha puesto en el centro. Ahora por lo menos se habla de ello, como lo demuestran algunos partidos políticos de izquierdas que han dejado de lado discursos más antiguos respecto a nuestra opresión. Lo malo es que esa narrativa no se materializa en políticas antirracistas. Solo denuncian lo que nos ocurre por nuestro color de piel o procedencia, pero tengo la sensación de que esos políticos no trabajan al máximo para evitar el odio que cae sobre nosotros.
La cuestión está mejor que hace una década, pero solo desde el discurso. Todavía faltan políticas contra el racismo o, en este caso, políticas antirracistas.
Volviendo al BLM, todo empezó con un hashtag en julio de 2013, cuenta Khan-Cullors, hasta que #BlackLivesMatter se hizo conocido a nivel mundial. ¿Las redes sociales juegan a vuestro favor?
Nos ayudan a que ese tipo de imágenes se hagan virales, igual que a cualquier otro movimiento social que denuncia este tipo de realidades. La gente, cada vez más, se conciencia gracias a estos formatos, así que yo creo que las redes sociales sí están de nuestro lado.
También pueden llegar a ser un hervidero de odio que, en muchas ocasiones, se concentra contra una persona en muy poco tiempo. ¿Cómo lleva una persona negra este fenómeno?
Yo, a nivel personal, he recibido muchísimos insultos, me llaman “negro de mierda” y “rojo de mierda”, por ejemplo. Intentamos denunciar ese tipo de agresiones verbales y así se lo decimos a la comunidad negra, incluso que lo pongan en conocimiento de la Policía, aunque su respuesta es nula. Siendo sinceros, yo solo he denunciado dos o tres veces y su actuación nunca se ha materializado en ese sentido. Nunca actúan. Ni yo ni nadie de mi entorno hemos recibido alguna respuesta por parte de la Policía o los jueces cuando hemos denunciado insultos y amenazas.
Usted formó parte de la organización de la concentración del 7 de junio de 2020 frente a la embajada de Estados Unidos que después se convirtió en manifestación hasta la Puerta del Sol en la que participaron miles de personas para protestar por aquel asesinato. ¿Ha cambiado algo para la comunidad negra desde entonces?
Aquello fue un estallido social en una época en la que veníamos de sufrir mucha violencia. Durante la pandemia,la Policía en España salía en busca de personas racializadas, así que esa coyuntura dio lugar al estallido que te comento.
Más de un año después no ha habido ningún cambio político. Se quedan en lo discursivo. Yo me acuerdo que meses después del asesinato de Floyd, el movimiento Regularización YA pidió la regularización de más de 600.000 personas en situación administrativa irregular para facilitarles el acceso a una vivienda y la vacunación, y algunos partidos que se supone que están contra el discurso de odio lo rechazaron en el Congreso. Violencia no es solo que te asesinen, sino también que no puedas acceder a vivienda y trabajo digno y, en medio de una pandemia, que no te vacunen.
Entonces, ¿cómo se cambian las cosas?
Hay que seguir empujando. Antes se llevaba un discurso antirracista desde los colectivos blancos relacionado con la moral con mensajes como que todos somos iguales y que los que son racistas es porque no han viajado. Nosotros ya hemos dicho cuál es el problema real, que es un problema estructural, y que hay que llegar hasta la raíz. La parte blanca aliada del movimiento antirracista ha aumentado, pero también la negra y esa es la esperanza para cambiar las cosas, seguir empujando, y cuantos más, mejor.
Durante los últimos años, la extrema derecha ha crecido notablemente en España. ¿Supone esto una amenaza para la comunidad negra?
Los negros ya estábamos amenazados mucho antes de que llegara Vox. Es importante que la gente no se olvide de qué es el PP, o de que el PSOE no ha trabajado nada desde la política para escuchar las demandas de la población migrante. Sin ir más lejos, la problemática que sufre esta población para renovar su documentación en Extranjería es algo que lleva ocurriendo muchos años antes de que Vox llegara a las instituciones.
Claro que el crecimiento de la extrema derecha nos amenaza, pero es que siempre hemos vivido así. Su existencia legitima la violencia que se ejerce contra nosotros y nosotras. Lo dicen abiertamente, sin miedo, y en el Congreso de los Diputados de un país que se jacta de ser una democracia hay un partido político que criminaliza incluso a menores. Si el cartel de Vox criminalizando a los chavales no acompañados antes de las elecciones madrileñas hubiera señalado a menores de Francia, Alemania o Suiza, aquí hubiéramos tenido un conflicto diplomático. Lo peor es que la justicia ha avalado ese mensaje. Entonces, ¿a quién tenemos nosotros para que nos proteja?
El libro termina con la cita “creemos que seremos libres”. ¿La comparte?
Sí que lo comparto porque ahí dice “creemos”. El antirracismo es tan utópico que solo nos queda creer en ello, para que se note la gravedad del asunto.