Dentro de uno de mis ejercicios de buceo por la más o menos reciente Historia de Euskadi, me topo con una intervención de ETA (m) de mayo de 1977 en la que leo: «Lo que importa no son los votos… Lo que importa es que el pueblo consiga sus derechos». ETA describía al pueblo del […]
Dentro de uno de mis ejercicios de buceo por la más o menos reciente Historia de Euskadi, me topo con una intervención de ETA (m) de mayo de 1977 en la que leo: «Lo que importa no son los votos… Lo que importa es que el pueblo consiga sus derechos». ETA describía al pueblo del que hablaba: «el pueblo que está luchando y se enfrenta en la calle continuamente».
Se me ocurren dos comentarios a este planteamiento.
El primero es tirando a doctrinal.
Puede haber quien piense que cuando ETA hablaba de «el pueblo que está luchando» se refería al conjunto del pueblo vasco, al que atribuía una actitud combativa global. No. Se refería a la parte del pueblo vasco que «luchaba», para distinguirla de la parte que «no luchaba» (o que no lo hacía como ella quería). En efecto, de haber entendido que era el conjunto del pueblo vasco el que luchaba, le habría parecido de perlas que pudiera manifestarse también con la papeleta del voto en la mano.
Vale la pena retener la frase porque desvela una línea clave de la tradición ideológica de los sucesivos movimientos políticos ligados a ETA, a saber, su apego a la división de la ciudadanía vasca en dos categorías: la de los vascos «conscientes» (los vascos de verdad, «los que importan») y la de la gente que es de Euskadi o vive en Euskadi pero no se gana el título de vasca, razón por la cual lo que vote o deje de votar no importa.
Un amigo me cuenta que un compañero de trabajo militante de HB le dijo hace algunos años: «Yo es que antes que demócrata soy abertzale». Alguien que a la hora de organizar la vida colectiva considera que hay algo que está por encima de la democracia no es demócrata.
Tiene derecho de no serlo, desde luego. Pero no lo es.
Y ahí nos topamos con uno de los nudos del llamado «problema vasco».
El otro -que en realidad es previo- lo ponen quienes piensan que antes que demócratas son españoles.
El segundo comentario que me sugiere la frase es de tipo más histórico.
ETA (m) hizo esa declaración en mayo de 1977, cuando ya Adolfo Suárez había convocado las primeras elecciones generales, que se realizaron el 15 de junio de ese mismo año. Lo que pretendía ETA era que los partidos vascos boicotearan las elecciones si el Gobierno de Madrid no dictaba antes una amnistía total. A la ETA de entonces -ya lo he señalado más arriba-, los votos le parecían filfa. Denunciaba que el PNV se presentara a las elecciones y decía: «El PNV se llevará gente, pero no incide en el pueblo que lucha». Por un lado, «gente»; por el otro, «pueblo».
Todo se liga con todo, y esta sobrevaloración de «la lucha» -o ese menosprecio por las urnas y por el papel de las instituciones conformadas a partir de los votos- tiene que ver, sin duda, con la falta de convicciones democráticas a la que me he referido más arriba, pero también cabe valorarla por su lado práctico: a la larga le ha resultado nefasta al abertzalismo radical vasco. 27 años más tarde, la consigna de amnistía total ha dejado paso a la demanda del acercamiento de los presos -que son más que entonces, por cierto- y la posibilidad de boicotear las elecciones ha quedado sustituida por la reclamación del derecho a participar en ellas.
¿Por qué había que elegir entre acudir a las elecciones y mantener la presión en la calle?
En mi criterio, no había ninguna necesidad de prescindir de nada.
Pero está claro que mi criterio ni era ni es el suyo.
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