Recomiendo:
0

A propósito de la novela Norep, de Omar Genovese

Notas sobre Norep: deconstruyendo el Mito nacional

Fuentes: Rebelión

«Norep», de Omar Genovese. La Comuna Ediciones, La Plata, 2010

 «La Conducción es un gesto ampuloso

e intencional, de aspecto magnánimo…»

(Norep, Cap. XIV, p. 88)

V iejas como el mismo miedo, las ficciones fantásticas son anteriores a las letras, decía con precisión Bioy Casares. Y debemos decir que la reciente feliz nouvelle del poliédrico escritor Omar Genovese (es su tercera obra) recupera intenciones estéticas, que o bien habían desaparecido o eran subestimadas: la crítica política funcionando como romanticismo fantástico. Norep (¿¡Juan Domingo Perón!?) rebasa&desborda los estrictos límites profesionales del literato y nos invita a bucear en las aguas profundas y opacas del mito político nacional de los argentinos. Esas aguas inasibles y malditas, combinación de sonambulismo y pesadilla, ha sido et nunc et semper un objeto de deseo indescifrable para historiadores y politólogos. Repito: es una obra de ficción pero nos permitimos una lectura obliterada desde la filosofía y la política. Genovese genera una deconstrucción ab absurdum, una deconstrucción sabia que sabe que la superstición política favorece finalmente a la poesía, una deconstrucción ¿por qué no? miltoniana, donde se deifica al mismo Demonio y se banaliza la magia torpe, débil y patética de la lógica política populista. Genovese abre la novela asumiendo su papel romántico de plena complicidad con el lector que ha perdido toda inocencia: es un mentiroso en busca de la Mentira absoluta. El inicio es bien bioycasarianne, recordando una nueva «trama celeste», donde el Yo narrador simplemente exhibe las pruebas llegadas desde un oscilador ideológico enterrado en el mismo Averno. Existe, dice Genovese, formas intermitentes pero seguras, de comunicarnos con el mismo ámbito del Anticristo. Entramos en los reinos infernales, esta vez sin Beatrice, que se parecen a un laberinto kafkiano, a un organismo burocrático de los míticos años 1950’s, vivo y gris, que simplemente se reproduce en infinitas cavidades y pasillos sin remedio ni límite. Allí aparecen los personajes más famosos, infames, inhumanos e ignominiosos de la Historia: Hitler, Mussolini, Stalin (Koba), Beria, Goebbels, Göring, Himmler, Mengele, Pavelic, Pol-Pot… y entre ellos mora el gran conspirador, el hablador par excellence: el condenado espectro de Juan Domingo «Norep», fantasma sin manos, un paradójico líder sin multitud, conviviendo con su pequeño grupo de leales e incondicionales, con su horda, su Bund justicialista: Evita, su cuñado Duarte, Apold, López Rega, Richter, Rucci, Vandor, Cafiero… El Averno genovesiano es bicéfalo: tiene una peculiaridad antipopulista esencial, ya que en él se niega no sólo al territorialidad sino que «nada gregario es posible», es imposible fabricar «generar la noción de Pueblo»; al mismo tiempo posee la otra cara de la moneda, es la quintaesencia del Peronismo ya que el Averno «es norepista, hace continua la saga del hombre vital en su prolongación condenatoria». En ese universo claustrofóbico donde las coordenadas populistas no tienen forma de asirse, ni fijarse autoritariamente, Norep necesita para ser sí mismo en cualquier mundo, generar y producir sus propias relaciones entre Masa y Poder, esa es «su esperanza cósmica», reconstruir de alguna manera su querida «masa acrítica». La «masa acrítica», una antítesis de la conciencia de clase, definida como ese sujeto colectivo con «la voluntad mísera de cambiar la realidad y cierto apego hacia el sentido de la Trascendencia», la masa «propiedad de la inercia». La «Masa Acrítica» jamás es un puerto seguro al autoritarismo, ya que «jamás presentará reacciones de agregación espontánea con tendencia a la Rebelión», una masa compuesta de supernumerarios, fieles «norepios» que vociferan «tres A en concordancia rítmica», que es la fórmula» el pase mágico, la llave hacia el Discurso fundamental» que exige y reclama el Líder, el Supergeneral del Pueblo. Y la «masa acrítica» necesita para dinamizarse la lógica binaria del amigo/enemigo, los enemigos ficticios, orwellianos, porque el segundo momento de la construcción populista es que «hay que crear un buen enemigo, alguien visible y concreto». Norep delira bajo un anhelo maquiavélico que lo desvela, como sólo podría desvelarse a un muerto. Norep añora que ya no podrá conquistar el máximo bienestar populista: «la felicidad de un Pueblo asador», porque finalmente ¿no es él mismo, Norep, la quinta esencia del populismo sans phrase, «el asado del Mundo»?

La superstición, señalaba Voltaire, es después de la Peste Negra el más horrible azote de la especie humana. Agregaríamos, que la superstición política es su forma más acabada y exangüe. Ya lo sabían los escritores subversivos del siglo XVII; la crítica a la Política se basa en realidad en la crítica a la superstición, a la falsa trascendencia. ¿No es acaso el Peronismo «la» superstitio argentina por antonomasia? ¿No es ese «reguero emocional imposible de detener»? ¿No es acaso «el murmullo peronista un rezo pagano»? Genovese lo intuye, lo sabe: Norep es un dispositivo literario que abrasa la superstición política, la desmiembra desde una visión carnavalesca, desde un engañoso comique absolu, donde una patético Perón y su Sancho Panza (Lopecito) coinciden en que «nadie puede encarnar a Norep fuera del Infierno». Además Genovese anula la posibilidad reaccionaria del eterno retorno de lo mismo: Norep le angustia la descendencia en el sagrado Movimiento, las parodias institucionales de sus acólitos, la erosión en el universo ideológico pejotista posmoderno de la Doctrina Social de la Iglesia Católica y finalmente la propia duda en los Descamisados: «ya no existían las manifestaciones, ni el idea de una familia pacífica y obediente a las leyes de la Patria, como tampoco los gestos de amor fraterno entre trabajadores.» Y este Perón encadenado, está en lo cierto, observando con angustia la sucesión histórica-farsesca de cinco, seis, siete peronismos, que repiten en la vacía retórica slogans corporativistas, desarrollistas y filofascistas, «el fango de un pasado deformado» o se metamorfosean en las ideologías dominantes de la coyuntura. Norep oscila en su herradura ideológica en el mismo Averno, como el movimiento real y práctico que le simboliza, entre la fascistafilia, la derecha corporativa y el momento pre-fascista. Norep ya no distingue entre su identidad, su propia vida y el Movimiento: él no es un Líder más, es el Peronismo, con todo lo que significa: «Yo soy el Movimiento encarnado en cada uno de los descamisados y trabajadores norepistas.» En clave arltiana, Norep genera sus propios aliados, sus peculiares «Siete Locos», que le ayudarán a conspirar y planificar no sólo su retorno desde la cuarta dimensión, sino reproducir, en el mismo Infierno enfrentándose al ángel satánico, la lógica política del año de la decisión:1945. Se trata de regenerar el Gran Fasto Político Fundamental, «Gran Circo Norepista». Desde este punto de vista, Genovese es el anti Lamborghini: Norep le escupe en la cara a su Perón en Caracas; y desde el mismo punto de vista, Genovese es una vuelta de tuerca a la masa acrítica de la «Fiesta del Monstruo» de Borges y Bioy Casares, arengada desde una gran descarga eléctrica. El Peronismo es el oscilador semántico de la Ideología argentina, cuyo Movimiento generado desde el Estado gracias a la producción de «sujetos masificados», el fenotipo del Descamisado, emite la Verdad. La Verdad «es» el Movimiento, y, como le señalará a Norep su enemigo más íntimo al final de la novela, «los idólatras construyen celebraciones pasajeras tan vanas, como lo son las Veinte Falsedades insuficientes para justificar a un Déspota, a todos los déspotas.» Peronismo, perdón, Norepismo y Conservadurismo no se diferencian más que por la táctica.

La política argentina tiene, lo descubre con crudeza Genovese, un misterioso Huésped Mudo, sin manos, sentado a la mesa ideológica del Movimiento nacional. En la mesa se encuentran todos, desde la Derecha hasta la Izquierda, incluidos los intelectuales. En todas las discusiones alguien está presente el Mudo-Manco Invisible, que en la mayor parte de los casos no está visible y que, sin embargo, domina la discusión: plantea la agenda, el orden de temas, prescribe el método, determina la orientación, demarca amigo de enemigo. Norep no necesita «hablar» desde el más allá, al no ser un ingrediente que se pudiera captar y situar con determinación en la discusión política burguesa argentina, ésta gira en torno a la esencia del Norepismo y circula así con sus angustias, obsesiones, pecados, ideas, proyectos y anomalías. La discusión política nacional se extenuaba y se perdía en los meandros de la Historia para finalmente comenzar de nuevo la reunión infinita con el Huésped Mudo. El círculo parlanchín de la clase política argentina se cierra, absorbiéndolo, en torno al Mudo-Manco invisible. El hablador par excellence Norep, el elemento neutro que es el elemento absorbente de toda desviación e innovación, desplaza los acentos del Nacionalismo burgués desde su patética mudez en el Averno. El acento es paradójico: será nacionalrevolucionario aunque actúe como un social conservador, por que el Norepismo no sólo es Circo, sino Teatro de la Confusión. El teniente coronel Perón, perdón: Norep, será el nacionalsocial que es el más revolucionario entre los conservadores de todo el Mundo.

Norep como novela tiene otra virtud: su signum diaboli, la unión de lo crítico-fantástico con la risa. Genovese sabe que enfrentarse el Gran Mito nacional de los argentinos sin risa es una tarea baladí, trabajo de Sisífo, un suicidio estético y literario. Desde la literatura no puede tomarse en serio al Peronismo, jamás. Es el discurso de la incertidumbre, del absurdo, el que erosiona los dorados lugares comunes populistas, desgasta las leyes inmutables de la tradición reaccionaria, carcome los códigos sociales heredados, subvierte los simbolismos escleróticos, las vacas sagradas del panteón nacional-popular, la represión sexual del macho peroncho, la sociedad burguesa corporativa. Norep tiene el castigo más feroz imaginado en el Averno: un curioso Ayatollah liberal, casi un comando civil de los 1950’s, que anula su preciosa producción de «sujetos masificados» con sólo agitar por sobre la masa acrítica el shibbolet «Oximorón!». Oximorón aplicado al Huésped Mudo es la posibilidad de quebrar el oscilador semántico de la Ideología argentina y abrir la posibilidad de recomponer en el Pueblo, en la Argentina Potencia, una auténtica «densidad autónoma». No contamos nada más para no adelantarle al lector el delirante y espléndido desenlace de la novela. La zona de risa en Norep es precisamente la zona de contacto entre la novela y el confiado lector. La risus diaboli arranca todas las máscaras, tiene efectos destructivos contra el Poder, por lo que aquí Genovese moviliza al lector contra la sociedad burguesa, al mejor estilo y efecto de Hawthorne, Hoffmann, Gógol, incluso Henry James, y más acá Pynchon (del cual Genovese ya demostró su admiración) o William T. Vollmann. James era precisamente el que aconsejaba que había que hacerle pensar al lector en el Mal, en el Mal por sí y para sí, y entonces el escritor quedará liberado de débiles especificaciones. Al amar la mentira, la risus diaboli de los fantástico-político, el romántico Genovese se ha arriesgado a convertirla en su Verdad, a llevar como estandarte las flores del Mal.

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.