Estos últimos días se ha visto en Bonn al molt honorable ex banquero y ex president Jordi Pujol -¡con séquito semioficial de varios coches, estelada incluida!- ¿Haciendo campaña o por asuntos privados? Lo ignoro. ANC, la Assemblea de Carme Forcadell que asegura no estar a favor de la independencia por motivos identitarios con 1.714 argumentos […]
Estos últimos días se ha visto en Bonn al molt honorable ex banquero y ex president Jordi Pujol -¡con séquito semioficial de varios coches, estelada incluida!- ¿Haciendo campaña o por asuntos privados? Lo ignoro. ANC, la Assemblea de Carme Forcadell que asegura no estar a favor de la independencia por motivos identitarios con 1.714 argumentos identitarios, salvo error por mi parte, sigue sin decir nada sobre el acoso a Raimon, compartiendo silencio con el presidente de «tots els catalans», don Artur Mas. En .Cat como se suele decir en una TV3 cada día más nacionalista, votando a algunas candidaturas de izquierda -ya se imaginan en quien estoy pensando- apoyas, al mismo tiempo… ¿y sin contradicción?, a dos grupos parlamentarios europeos con programas y candidatos distintos y en ocasiones con políticas muy pero que muy alejadas por decirlo suavemente (lean a título de ejemplo, la entrevista con Winfried Kretschmann, el presidente verde de Baden-Würtemberg, que se publicó en El País del pasado jueves 22 de mayo, en la página 5).
Es igual, pelillos a la mar. No hablemos hoy de don Oriol Pujol, ni de los nuevos ataques a la sanidad pública catalana, ni siquiera de ese monstruo de ludopatía y «dinero fácil» llamado BCN World. Tampoco de Esther Quintana y de las tropelías de la conselleria catalana de Interior o de la exhibición, que no presencia, de Pasqual Maragall en el mitin central de ERC. Hoy, sábado, 24 de mayo, es día de reflexión. Toca reflexionar pues.
Dos textos para ello. Por si fueran útiles.
El primero es de Francesc Valls [FV], de la edición catalana del global-imperial de 18 de mayo de 2014. Su título: «Cataluña, Escocia y las políticas sociales.»
España, sostiene FV, no es Gran Bretaña (¿a pesar de Irlanda del Norte y de la política practicada en el Ülster por gobiernos de derecha y de «izquierda»?). Pero Cataluña tampoco es Escocia. No solo, apunta FV, por el civilizado debate sobre el referéndum (que habría que comprobar en detalle y más allá de las apariencias british para ver realmente las dimensiones de esa civilizada discusión), «cuyo tono y espíritu ya eran considerados por The Economist hace un par de años como escasamente imaginables en la España del siglo XXI». No sé, no sé si The Economist es una buena fuente de tono y espíritu ajustado en estas temáticas. Dejémoslo.
La diferencia es cuestión de talantes, sin duda, pero también de modelos sociales, en opinión de FV. «El Partido Nacional Escocés (SNP) de Alex Salmond, que ha dotado a su proyecto de contenido social, barrió en las elecciones de 2011 con su política de oposición a los recortes». Hay más: el petróleo del mar de Norte no ha vendado los ojos de un Gobierno que apuesta por las energías renovables (cosa inimaginable en este territorio mediterráneo). «El SNP ha hecho tangibles sus políticas sociales antes de llegar a Ítaca, mientras que en Cataluña todo se fía a la consecución de la independencia, sin que los mortales puedan gozar de un modesto anticipo antes de sentarse a la derecha del Padre.» Ciertamente, mientras no alcanzamos la Ítaca independentista, con el gobierno Mas y sus apoyos políticos aquí estamos probando la medicina contraria, incluidos en ella los 100 millones de euros entregados en estos últimos cuatro o cinco años de austericidio (¿de qué austeridad hablamos realmente?) a los colegios catalanes del Opus Dei, algunos de ellos con prácticas de discriminación de los jóvenes.
Universidades, medicamentos y residencias para la tercera edad son gratuitos en esa Escocia que se afirmó nacionalmente por oposición a las políticas de privatización de Margaret Tatcher, sostiene FV. No es lo mismo aquí desde luego. El columnista de The Guardian Jonathan Freeland, según FV, «sostiene que la socialdemocracia edificada en Escocia está más cerca de sus vecinos del norte que del «turbo-capitalismo de la City londinense»». No hay que dar nada por bueno sin comprobación detallada. Pero sigamos adelante.
En Cataluña, la realidad es bien distinta. «No hay manera de despegarse del modelo del ladrillo -ahí está BCN-World-, el consejero de Salud recomienda a los ciudadanos pagarse una mutua privada y es una tarea titánica abrirse paso hacia la equidad». Es cierto. «Lograr cobrar los 456,01 euros de la renta mínima de inserción (RMI) se antoja un proceso kafkiano con un Gobierno que en 2011 presentó como un trofeo ante los inversores internacionales el recorte en 50 millones de euros en la sensible partida que se destina al eslabón más débil». Nada que matizar, fue así. Verdades como puños. ¡Éxitos antisociales del gobierno nacionalista que se presenta, cuando la ocasión lo requiere, como gran y sincero defensor del Estado de bienestar!
Desde 2011, 37.000 personas han perdido el derecho a la renta mínima por el endurecimiento legislativo del Ejecutivo catalán, comenta FV. «Los trabajadores sociales denuncian, además, un procedimiento laberíntico que sitúa en una lista de espera de un año (sin cobro de prestación) a quien logra un trabajo por varios meses». Teresa Crespo, presidenta de las Entidades Catalanas de Acción Social (ECAS) -¡y miembro también del Consejo Asesor de Políticas Sociales del Gobierno de Artur Mas!- ha advertido de los costes de la política de recortes. Por cierto: esa doble presencia, esa doble perspectiva, ¿cómo se come?, ¿se digiere sin dificultades?
Desde la Generalitat han preferido ignorarla. NI caso aunque sea su asesora. Por supuesto. Y lo han hecho, señala FV, «incluso dejando de publicar los informes de consejo asesor en su página web. Alguien debe tener la firme convicción de que la mejor manera de avanzar hacia el futuro es ignorando el presente». Probablemente, hay muchos indicios de ellos. Habría que explicar, en todo caso, qué significa aquí avanzar.
Los datos son alarmantes en opinión de FV. Los por él señalados: «el País Vasco destina un 5% de sus presupuestos a la RMI. Alguien dirá, no sin cierta dosis de razón, que con el régimen fiscal de Euskadi ese ejercicio es fácil. Pero ese argumento se desvanece cuando hasta la modesta Asturias triplica el porcentaje presupuestario que Cataluña invierte en los más excluidos.» En la diana.
El panorama resultaría escasamente significativo admite más que generosamente FV, si no lloviera sobre mojado. ¿Y cuál es el suelo encharcado? El siguiente: «solo uno de cada ocho parados de entre 16 y 29 años percibe prestación de desempleo y más de 200.000 jóvenes catalanes -que viven y están sin trabajo en Cataluña- no tienen subsidio». El Gobierno de CiU, que asegura haber hecho del bienestar la piedra angular de su reivindicación soberanista pero que en sus conferencias inaugurales del curso académico ha argüido y transitado en camino contrario (Mas-Colell es un firme partidario de ello), debería tener como objetivo prioritario dar algún anticipo a cuenta de la futura Arcadia Feliz. Pero no es el caso hasta el momento. Llegarán elecciones o referéndums y entonces habrá algún gesto probablemente.
Escocia, en este sentido, destaca FV, puede ser una fuente de inspiración. No lo será. «Alex Salmond en el prólogo de Scotland’s Future ha escrito: «Nuestra historia nacional ha sido moldeada por los valores de la compasión, la igualdad y un compromiso sin igual para potenciar la educación». Para empujar ese proyecto, el SNP ha contado con la fuerza de las urnas y con la complicidad de unos ciudadanos que han aprendido la lección: de los 59 diputados que Escocia envía a Westminster solo uno es conservador.» No sé si la visión de la historia nacional escocesa se enmarca bien en esos tres nudos pero tampoco es ahora el punto. Aquí, pro ahora, la mayoría del independentismo es conservador.
Mientras en Inglaterra crece el protagonismo de las compañías privadas, tal como aquí, con Mas-Colell y Boi Ruiz en lugares destacados del proceso, «el Servicio Nacional de Salud escocés es un monolito en manos del Estado». El último gran hospital privado que se construyó fue nacionalizado en 2004. ¡Exactamente como aquí! Ni más menos. Es decir, lo contrario. ¿Exagero? Lean: «En la periferia barcelonesa, en Bellvitge, uno de los hospitales insignia de la sanidad pública catalana se prepara para perder 500 profesionales, cerrar 200 camas, clausurar media decena de quirófanos y dejar los salarios un 23% más bajos que al inicio de la crisis».
No es lo mismo, desde luego, casi nada es lo mismo. Las comparaciones son odiosas y los paralelismos complejos, concluye FV. «Pero salvando las distancias entre Cataluña y Escocia, los gestos por pequeños que resulten son importantes para establecer complicidades con el conjunto de la sociedad.» Aquí no se dan este tipo de gestos. Los que existen son otros, transitan hacia lugares muy lejanos y, sobre todo, aquí lo que rige es la retórica tensa y los incendios nacionalistas.
El segundo texto de reflexión. Es de Javier Pérez Andujar: Paseos con mi madre (Barcelona Tusquets, 2011, p. 25 y ss). Sin comentarios míos:
«[…] Así que de San Adrián [una ciudad obrera pegada a Barcelona, donde Manuel Fernández Márquez fue asesinado en 1973], el policía se ponía cada vez más farruco con la pregunta. Iba repasado el carnet, pero levantaba la cabeza y me miraba a la cara para recordarme que también él actuaba por gusto y sobre todo por desesperación. Sentado en la escalinata de la catedral [de Barcelona], un chaval con el cuello aporrillado de quistes gordos como castañas escuchaba la radio y gesticulaba sin ton ni son. No mires a los ojos de la gente, era la canción de los Golpes Bajos y yo me la repetía a mi manera. No mires a los ojos del agente. Luego el chico se apretó la nariz para sonarse, le cayeron los mocos en los escalones y se dio el piro con su radio.
Sí, de San Adrián, le dije al policía.
De San Adrián del Besós dijo otra vez el madero.
En efecto.
¿En efecto? Tú te crees muy listo…
Callé y esperé que se me pasaran las ganas de mandarle a la mierda.
O sea, que te llamas Joaquín.
No, no. Javier.
El policía volvía a repasar el DNI pero ya no lo leía, lo contemplaba con asco como si le hubiera salido una llaga en la mano. Cuando él bajaba la cabeza, su compañero le lanzaba rayos infrarrojos a través de su mirada de hombre duro a base de puchero. Había en el cielo una claridad vasta, marítima, que se hizo astillas con los gritos de las gaviotas del puerto. Del coche de la pasma salía todo el rato el zumbido de la radiopatrulla.
¿Cómo dices que te lamas?, insistió.
Javier.
¿Cuántas veces te han llevado a comisaría?
Nunca.
¡Nunca! Así que de San Adrián del Besós… ¿Y se puede saber qué estás haciendo entonces en Barcelona?
A Barcelona no había forma de acercarse sin tropezar son ese entonces. Se extiende una distancia kilométrica entre la primera y la última letra de esa palabra. Entonces, o para salvar ese entonces, voy a mirarle a los ojos del madero que está interrogándome y de golpe nos quedaremos clavados él y yo, percibiéndonos, reconociéndonos el uno en el otro como se reconoce con solo mirarse la gente que proviene de infiernos diferentes.»
Fue a principios de los años ochenta. En Barcelona, en la Catedral, al lado de la Jefatura Superior de Policía, el centro de tortura del fascismo. Muy cerca de la estatua levantada en honor del empresario y político pro-golpista, Francesc Cambó, una de las grandes figuras del nacionalismo conservador catalán. Al lado de Caixabank y muy cerca también de una avenida: «avinguda Francesc Cambó.»
PS: Del número 2 de caféambllet.com (artículo de Núria Valls). Importe de la subvención en estos últimos 4 años de la conselleria de Educación de la Generalitat a 16 escuelas del Opus Dei que segregan por sexos: 100 millones de euros (el fondo destinado a la escuela concertada creció 41 millones en 2013, mientras el presupuesto del departamento disminuía 1.000 millones en estos últimos cuatro años). Equivalencia: con esos 100 millones de euros podrían subvencionarse 47.000 becas de comedor, construirse cinco nuevas escuelas de primaria y podrían crearse 1.600 plazas de escuelas infantiles.
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