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El escritor Miguel Pajares denuncia en “Aguas de Venganza” los abusos policiales en la frontera hispano-marroquí

Novela negra y crímenes en la Frontera Sur

Fuentes: Rebelión

La experiencia vital de un inmigrante senegalés, otra marfileña y un nigeriano; la investigación concienzuda sobre casos reales de migrantes o refugiados muertos en la frontera sur y 25 años de trabajo en el campo de la solidaridad dan para un «thriller». También para una mezcla de novela negra y realismo social. En «Aguas de […]

La experiencia vital de un inmigrante senegalés, otra marfileña y un nigeriano; la investigación concienzuda sobre casos reales de migrantes o refugiados muertos en la frontera sur y 25 años de trabajo en el campo de la solidaridad dan para un «thriller». También para una mezcla de novela negra y realismo social. En «Aguas de Venganza» (Alrevés) el autor, Miguel Pajares, traslada a la ficción crímenes y abusos policiales -verídicos- perpetrados en la frontera entre España y Marruecos. Porque hay muertes en esta línea fronteriza, aunque casi nunca lleguen a juicio (se quedan a lo sumo en la fase de instrucción, y después los tribunales proceden a su archivo). A los presuntos responsables -sea la guardia civil española o las fuerzas especiales del Reino de Marruecos- no se les aplica el Código Penal. Por eso la tercera novela del narrador, presidente de la Comissió Catalana d’Ajuda al Refugiat y coordinador de Sos Racisme-Catalunya durante cinco años, interpela al lector para que reflexione. «Y se cabree», recalca Miguel Pajares durante la presentación del libro en la sede central de Comisiones Obreras-País Valencià.

«Si la justicia es bastante injusta para todos, todavía lo es más para los pobres y para quienes ni siquiera pueden -después de una muerte violenta- aspirar a que se abra un procedimiento judicial», lamenta el autor en el acto organizado por CEAR y Comisiones Obreras. «¿Toda la actuación institucional de la UE en la frontera no tiene -en sí misma- un carácter criminal?», se pregunta. Considera también que esa responsabilidad «criminal» de los gobiernos es muy difícil de probar en los tribunales, pero los números resultan inapelables: hasta noviembre de 2016 murieron 4.233 personas en el intento de realizar la travesía por el Mediterráneo (3.498 en el mismo periodo de 2015). La novela «Aguas de venganza» está escrita principalmente para quienes no leen ensayos críticos, ni para los convencidos. El autor apuesta por el realismo y no exagera en la narración, si acaso alguna vez se pone límites. Tal vez el ensayo fuera el género más adecuado para su objetivo. Miguel Pajares lo ha cultivado en «Inmigración y crisis en España» (2015), «Sindicatos e Inmigración en Europa» (2014), «Inmigrantes del Este» (2007) o «La discriminación racial» (2003).

Pero el investigador del Grup de Recerca sobre Exclusió i Control Social de la Universitat de Barcelona utiliza la novela negra «como arma de denuncia y vehículo para el conocimiento de la realidad». Le da buen resultado el procedimiento: el texto publicado por la editorial Alrevés vio la luz en octubre de 2016, y hay lectores que le han felicitado por el trabajo: no sabían tanto sobre casos concretos, le dicen. Para ello Pajares realizó, previamente y mientras escribía, una ardua tarea de investigación. Se trasladó a Nador y a Tánger, dedicó horas a leer testimonios y entrevistas (también a realizarlas), para de ese modo construir la ficción. En Nador le ayudó un sacerdote jesuita, Esteban Velázquez, que a primeros de año fue expulsado por el gobierno de Marruecos. «Y eso que intentó mantener un ‘perfil’ muy bajo para trabajar en este país». Destaca valiosos materiales como el documental «The Land Between», realizado por David Fedele en 2014, que en 78 minutos aborda la realidad de los refugiados que llegan a las montañas del norte de Marruecos, desde Mali o la República Democrática del Congo. Se recoge el testimonio de quienes huyen de la guerra, el hambre y las persecuciones en busca del sueño europeo.

También hace uso de la novela negra por otras razones. Una de ellas, porque es lector habitual desde muy joven; asimismo porque la crítica social es parte importante del género, lo que no ocurre con las novelas de enigma, en la que un perspicaz investigador atrapa al asesino a partir de pequeños detalles. Con independencia de Agatha Cristie, Sherlock Holmes y las polémicas sobre si son «negras» o «policíacas», lo relevante para Miguel Pajares es el contexto del crimen, no tanto el enigma: «En mis novelas la carga social es mayor de lo habitual», afirma. Además «son novelas que entretienen y contienen una trama policíaca, pero te permiten también ir penetrando en el conflicto (social)». En 2015 publicó «La luz del estallido», de 414 páginas, que tenía como punto de partida el asesinato de un líder ultraderechista. Dos años antes alumbró otra novela de más de 400 páginas, «Cautivas», basada en la historia de una mujer búlgara, Nevena, cuyo pasado como esclava sexual atrapa en el presente a la protagonista y a su hija. Y la última, «Aguas de Venganza» (2016), en torno a la conexión entre unos asesinatos cometidos en la frontera sur y otros registrados en Barcelona; sobre la trama planean «actuaciones concretas», define el autor, de la guardia civil española y por otro lado, policías y militares marroquíes.

Uno de los hilos conductores de la trilogía es el inspector Samuel Montcada, que no es un «alter ego» del escritor y activista. Más bien se trata de una persona «normal», con sus problemas cotidianos y que encara las situaciones tal como se le presentan. «Sencillamente defiende los derechos de las personas, no es un policía canalla, que los hay», resume Pajares, quien vuelve a la cuestión del verismo en la literatura. De cada una de sus obras cuenta con 200 páginas de «vaciado» bibliográfico, «para que la novela sea lo más veraz posible, aunque la veracidad absoluta no exista», concede. Tal vez por ello viajó a Bulgaria, Rumanía y Moldavia antes de escribir «Cautivas». Ahora prepara su cuarta novela, en la que se adentrará en las causas profundas de la pobreza, el expolio de África y el porqué de las migraciones. Cuando una mujer del público le pregunta por sus preferencias, señala entre otras al escritor y cantante de rock noruego, Jo Nesbo, destacado en la novela negra nórdica por la serie del inspector Harry Hole. Y las novelas policíacas del autor irlandés John Connolly, famoso por alumbrar al detective Charlie Parker. También a los estadounidenses, precursores del género.

Documentarse a conciencia no implica que todo quepa en el texto. El trabajo de síntesis y depuración ha dejado fuera experiencias como la del autor en Nador, durante el verano de 2015. El Reino de Marruecos había construido ya una valla, la tercera, con apoyo económico de la Unión Europea. «Era prácticamente infranqueable, formada por varios entramados de concertinas y un foso de cuatro metros con piedras y cristales», recuerda Miguel Pajares. «Muchos quedaban malheridos tras los saltos». En el monte Gurugú ya no quedaban tantos inmigrantes como los que hubo en el pasado: permanecían sólo quienes no tenían dinero para costear una patera. No tenían nada, ni siquiera posibilidades de saltar la valla con éxito; ni camino de regreso al país de origen, pues los traficantes no realizan la ruta a la inversa ni los inmigrantes tenían dinero para pagarles. Se lo contaban al escritor. «Eran como muertos en vida».

Un profesor sentado entre el público se lamenta de la dificultad de romper con los tópicos que repite el alumnado. Algunos tuvo que rebatirlos el autor de «Aguas de Venganza», en una polémica sostenida con el economista Miquel Puig a primeros de noviembre en el diario Ara. No sólo Puig negaba los efectos positivos de la inmigración, sino que calificaba como incompatibles la apertura de fronteras y el Estado del Bienestar. Sin embargo, respondía Pajares, ANUR y Frontex (policía europea de fronteras) apuntan que el 85% de las personas a las que se impide entrar legalmente en Europa proviene de países en guerra. De acuerdo con estas cifras, se trata de refugiados a los que se debería permitir la entrada para que formularan sus peticiones de asilo, tal como establece la Convención de Ginebra suscrita por los países europeos.

«La inmigración dinamiza determinados sectores de la economía y abre posibilidades de crecimiento y empleo que antes no existían; además, tiene un impacto fiscal positivo», explica Miguel Pajares en el diario Ara tras citar una docena de fuentes. En un artículo del libro «Inmigración y Crisis en España» ahonda en la cuestión. Con independencia de las repercusiones sobre las economías del Norte, añade, la facturación «fraudulenta» de las multinacionales occidentales genera pérdidas por valor de 35.000 millones de dólares anuales en las haciendas de los países africanos. Y otra pérdida: la de cosechas causadas por el cambio climático, que responde a emisiones generadas sólo en un 10% de los casos por los países pobres, según Intermón Oxfam.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.