«Cada idioma es una cristalización de modos de pensar y de sentir, y cuanto en él se escribe se baña del color de su cristal.» Pedro Henríquez Ureña La humanidad no es estática sino dialéctica; más que a una roca se parece a un río: diferente e irrepetible en cada tramo de su recorrido […]
«Cada idioma es una cristalización de modos de pensar y de sentir, y cuanto en él se escribe se baña del color de su cristal.» Pedro Henríquez Ureña
La humanidad no es estática sino dialéctica; más que a una roca se parece a un río: diferente e irrepetible en cada tramo de su recorrido por el tiempo y el espacio. El lenguaje, oral o escrito, no es más que una herramienta de la que nos servimos para facilitar nuestra interrelaciones, y todas las actividades que de ellas se desprenden.
Al igual que nuestras sociedades, nuestros idiomas van de lo menor a lo mayor, de lo simple a lo complejo, pues son sólo la representación de las relaciones humanas y a la par que ellas van ampliándose (nuevas palabras para designar cosas, acciones, cualidades, sentimientos, etc) y complejizándose (estructura morfológica más precisa y acabada).
Sin embargo, aunque los idiomas evolucionan al igual que las sociedades, no lo hacen a la misma velocidad que estas, generando como consecuencia una asimetría entre las necesidades de expresión de la gente, por un lado, y las herramientas idiomáticas disponibles, por el otro.
En el momento actual de la sociedad humana, nuestro idioma español, sigue estancado en un aspecto vital: el género, en los plurales, que sigue excluyendo alrededor del la mitad de la humanidad, específicamente al género femenino.
La mayor parte de los plurales en el español actual, se realiza mediante el artículo «los» y la terminación «os», que tienen una innegable connotación masculina, por no decir machista; un claro vestigio de relaciones humanas en las que «los» hombres eran las únicas personas civiles» (con derechos de ciudadanía) y por tanto, así lo reflejaba el vehículo comunicacional mediante el cual se interrelacionaban: nuestro idioma español.
Creo que ya es tiempo de que nuestro idioma español sea actualizado, despojándolo de esos innecesarios y perturbadores vestigios del pasado. Es imprescible que transforme la actual forma de hacer los plurales que está dando muestras sobradas de cansancio e ineficacia; así evitaremos cosas como: las fatigosas repeticiones a que se ve forzado el mundo político y social hispanoparlante cuando trata de expresarse en plural y en, un lenguaje no sexista, ejemplo: Compañeros y compañeras, ciudadanos y ciudadanas, por sólo mencionar dos; o para evitar la aberración en la que incurren algunos de valerse del símbolo @ para hacer los plurales sin discriminar a las mujeres.
Humildemente y sugiero que acabemos con esta incomodidad y traba a nuestra expresión, siguiendo la corriente natural de nuestro idioma en algunas palabras de género neutro: estudiante, inmigrante, etc. Para ser más preciso, sugiero que hagamos nuestros plurales regulares sustituyendo el artículo «los» por «les» y la terminación «os» por «es», ejemplo: les ciudadanes, les obreres, les latines, les riques, etc.
Se que al principio nos sonará raro y, hasta ridículo, pero la costumbre hace ley; a medidas que lo practiquemos cada vez nos sonará mejor y nos parecerá normal. Así habremos acabado con esa ignominiosa formal del plural que nos devuelven a épocas de triste recordación.