Las personas de todo el mundo son cada vez más conscientes de su finitud, ya sea por muerte individual, como vino a recordarnos el coronavirus, o por la posibilidad de su total extinción, como pasó con los dinosaurios, como alertan los ecologistas. Las condiciones climáticas empeoran con cada año que pasa y dan la razón a quienes temen, anuncian y esperan la catástrofe final.
La humanidad está pensando en mudarse a otro planeta. El físico estadounidense Stephen Hawking asegura que para que la especie no se extinga debe abandonar la Tierra y colonizar otro planeta. El plazo de que dispone es de unos cien años. Pocas generaciones, por lo tanto, después de la nuestra. Los organismos de investigaciones espaciales ya han encontrado algunos planetas con condiciones ambientales más o menos adecuadas para la reinstalación de la raza humana. Pero aún no se ha encontrado ninguno que ofrezca todo lo que nos ofrece la vieja Tierra. O lo que más bien nos ofrecía antes de que iniciáramos su destrucción. Los científicos especializados en ingeniería espacial han desarrollado la hipótesis de que grandes propulsores podrían cambiar la órbita de la Tierra causada por la amenaza inmediata del calentamiento global o por la expansión del sol que probablemente engulliría la Tierra. A algunos les parecerá un argumento literario de ficción científica, pero hoy en día hay cada vez más conciencia de que el hombre trabaja cada vez más rápidamente en la búsqueda de su propia destrucción.
Las mayores y más inmediatas amenazas a la vida en el planeta mencionadas por las organizaciones ambientalistas son la cada vez mayor cantidad de plásticos en los océanos; el aumento de los niveles hídricos que modifican cada vez más velozmente los paisajes; los extremos meteorológicos y su mayor intensidad (huracanes, incendios y grandes tempestades); la degradación de la vida salvaje y las alteraciones del bioma: la destrucción de las selvas: la escasez de alimentos y de agua y su mayor incidencia en enfermedades, epidemias y pandemias ocasionadas por las alteraciones ambientales.
La Agencia Ambiental Europea ha reconocido el fracaso de las políticas europeas climáticas y ambientales, y ha insistido en la urgencia de abordar estos temas. “Europa no logrará visibilizar su sostenibilidad dentro de los límites del planeta si continúa promoviendo el crecimiento económico y no se preocupa lo suficiente por hacer frente a los impactos ambientales y sociales”, señala uno de los estudios de la Agencia. El estudio concluye que es indispensable desacelerar el progreso y el consumo desenfrenado de los grupos humanos más enriquecidos como sucede actualmente.
Los verdes
La preocupación por el medio ambiente no es una novedad, ya que desde la Antigüedad ha estado siempre presente. Las leyes el Imperio romano y antes las de las antiguas ciudades griegas castigaban a los responsables de contaminar las aguas o por el talado de bosques sin autorización. Los egipcios se preocupaban por la forestación de las tierras que exploraban. Las primeras asociaciones de defensa del medio ambiente surgieron a principios del siglo XIX pero fue al final de las dos grandes guerras europeas cuando se afirmó la conciencia ecológica. Su transformación en movimiento organizado en los años 1950/60 se produjo a raíz de los disturbios de la contracultura, igualmente responsables de la onda hippie, el pacifismo, el feminismo y la defensa de los derechos humanos, la revolución sexual y los derechos de las minorías.
Con los 50.000 millones de toneladas de gases de efecto invernadero que se arrojan a la atmósfera cada año y el aumento de la temperatura hasta ahora del 1%, una parte considerable del daño ya está hecho, lo que garantiza un clima aún peor en el mundo que no es nada más que una bola de mármol azul (blue marble) como nos mostró la foto realizada por la nave Apolo 17 (https://pt.wikipedia.org/wiki/The_Blue_Marble)
La ideología de los verdes
Este fue el escenario que dio origen a la aparición de los partidos ecologistas, los verdes, que comenzaron a influir en la política de casi todos los países, especialmente europeos y que muestran una especial sensibilidad frente a este problema.
En Francia el partido Europa Ecología-Los Verdes (EELV) fue festejado como el gran vencedor de las elecciones municipales del 2020 y según la prensa francesa pintó de verde el mapa del país. En Alemania la alianza 90/Los verdes (Bündnis 90/Die Grünen ou Grüne) obtuvo casi el 90% de los votos en las elecciones de 2017 y ganó 67 bancas en el Parlamento o Budenstag. En las elecciones municipales del 2019 obtuvo el 20%. Los verdes han mostrado un crecimiento significativo en todas partes de Europa y además de Francia y Alemania, también destacan también en los Países Bajos, Irlanda, Finlandia, Dinamarca y Portugal donde el Partido Ecologista “Os verdes” se han presentado a las elecciones en coalición con el PCP -Partido Comunista Portugués. Junto conforman la coalición CDU-Coalición Democrática Unitaria que cuenta con dos diputados en el Parlamento Europeo y diez en la Asamblea nacional.
En el Parlamento Europeo varios partidos conforman Los Verdes Europeos/Alianza Libre Europea a los que se le suman varios diputados independientes de izquierda, regionalistas y nacionalistas. En el ámbito continental conforman el Partido Verde Europeo, creado a partir de la fusión de 32 partidos ecologistas nacionales.
Los Verdes Europeos/Alianza Libre tienen como vocero al eurodiputado Daniel Cohn-Bendit, militante de los movimientos de izquierda desde el movimiento de 1968 en París. El Partido Verde Europeo, que participa de esa agrupación manifiesta que sus fundamentos son las políticas verdes, tales como responsabilidad ambiental, la libertad individual, la democracia, la diversidad, la justicia social, la igualdad de género, el desarrollo global sustentable, la no violencia y la paz.
Pese a que en su mayoría se sitúan en el espectro izquierdista los partidos verdes europeos han sido acusados de profesar una ideología neoliberal que coquetea incluso con los partidos de derecha que se manifiestan interesados en los temas ambientales. Le han arrebatado a la izquierda clásica la bandera ambiental. El líder ecologista francés Yannick Jadot ya se ha definido como “ni de izquierda ni de derecha”, lo que es un claro subterfugio de la derecha. Los verdes europeos son defensores del status quo y evitan la confrontación con las estructuras políticas y económicas dominantes, que en última instancia son las responsables de la crisis ecológicas del planeta. Los verdes crecen a costa de los partidos que tienen muchas veces propuestas más coherentes para hacer frente al grave problema ambiental.
Las bases electorales de los partidos verdes europeos están formadas por un público con un perfil joven, femenino, con capital cultural y financiero, pero mucho más importante entre los gestores que entre los trabajadores. Se hallan distantes de una línea de acción política que tenga como objetivo la ruptura con el orden dominante.
El electorado ecologista de izquierda ha acusado a los verdes de que cuando llegan al poder, como ha sucedido en algunos de sus breves pasos por el poder, adoptan políticas de derecha haciéndoles la vida más difícil a los refugiados y a los inmigrantes. Apoyan, además, la política neoliberal de la Unión Europea.
La onda verde que creció en Europa sería, en realidad, un bloque neoliberal en reorganización. Los partidos ecologistas, cuando dejan de cuestionar las estructuras dominantes – verdaderas responsables de la catástrofe ambiental –, le disputan los votos a la derecha y garantizan a las fuerzas conservadoras el dominio de las sociedades y de sus valores más reaccionarios.
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.