Sábado, 22 de enero. CGT y otros sindicatos insumisos, no los sindicatos que solemos llamar «mayoritarios» como si eso fuera en sí mismo un mérito, con el apoyo de algunas fuerzas de izquierda [1], han convocado a la ciudadanía barcelonesa a una manifestación en defensa de las pensiones públicas y en contra de las nuevas […]
Sábado, 22 de enero. CGT y otros sindicatos insumisos, no los sindicatos que solemos llamar «mayoritarios» como si eso fuera en sí mismo un mérito, con el apoyo de algunas fuerzas de izquierda [1], han convocado a la ciudadanía barcelonesa a una manifestación en defensa de las pensiones públicas y en contra de las nuevas agresiones que se vislumbran sin ensoñación en el horizonte. Dos datos contrapuestos para hacernos un poco más de idea de lo que estamos hablando: los fondos de pensiones, privados por supuesto, gestionan el 35% de todas las acciones existentes en el mundo, ¡más de la tercera parte! [2]; el excedente del fondo de las pensiones públicas del Estado español era el 15 de septiembre de 2010, en época de fuerte crisis, de paro inconmensurable, de contribuciones aplazadas y de permanencia del fraude empresarial, el excedente, decía, era de más de 64.000 millones de euros [3].
El lugar del encuentro de la ciudadanía insumisa ha sido la plaça de Sants, no el centro de la ciudad. Entre 3 y 4 mil personas. No está mal, en absoluto. La proposición contraria es más verdadera. La manifestación ha sido larga, muy larga. Ha recorrido arterias de la ciudad y ha llegado, finalmente, al centro de Barcelona. Poco después, la sorpresa: otro golpe audaz de jóvenes insumisos, de ciudadanos y ciudadanas a los que tildan despectivamente de jóvenes antisistema, una de las mejores cosas que se puede ser en estos momentos (y, por lo demás, siempre) de galopante y suicida crisis sistémica.
Sin poder precisar, unos 200 o 300 ciudadanos y ciudadanas, acaso más, han ocupado un edificio situado en la via Laietana, al lazo de Plaza Urquinaona (¡qué nombre para una plaza donde el proletariado vendía y vende sus servicios al «mejor»-peor postor!), un antiguo cine que anuncia desde hace años su reconversación en un nuevo espacio multicines de nueve salas. Está cerca, muy cerca, 30 metros de distancia, de la sede de Memorial Democrático, y a unos 100 metros de la Jefatura Superior de Policía, el mayor centro de tortura del fascismo en Catalunya. Allí fue golpeado y maltratado el actual conseller de Economía del gobierno catalán, Andreu Ms-Colell. Era entonces un cuadro universitario del PSUC, el partido de la resistencia, el partido de muchos comunistas catalanes. ¡Quién nos ha visto y quién nos ve!
Unas 25 furgonetas, bien contadas, cuatro o cinco en doble fila, rodean en estos momentos el edificio ocupado. No dejan circular a las gentes por las cercanías. Este cronista de urgencia ha logrado aproximarse por su avanzada edad, su cortesía aparente y por asegurar, bajo palabra de honor (id est, de deshonor) que su lugar de residencia estaba muy cerca del edificio ocupado. Con una advertencia policial: no se pare, circule rápido.
Una gran pancarta cuelga desde la tercera planta del edificio. Las consignas registran verdades como puños, panfletos en estado de gracia rebelde: «La borsa o la vida», «Juntes ho podem fer», «si no lluitem ara, estem morts», «Vaga general!». Casi no hace falta traducir: la bolsa o la vida; juntas -en femenino- lo podemos conseguir; si no luchamos ahora, estamos muertos, huelga general. Han dado nombre a la rosa (Luxemburg, por supuesto) y llaman al edificio ocupado «Casa de la vaga», casa de la huelga. ¡El nombre más hermoso para una hermosa y justa acción!
Treinta o cuarenta jóvenes están frente a la casa de la huelga (su antiguo nombre ha sido arrojado al archivo de la desmemoria). La policía, esos Mossos d’Esquadra que cada día que pasa se parecen más a la «policía nacional» del franquismo, pura mimesis de lo más odioso y zafio de aquella infamia, no permiten que las gentes podamos observar o apoyar con gritos o con miradas lo que está ocurriendo. Es su curiosa forma de entender las libertades ciudadanas. Los mandos deben teledirigir a sus anchas, sin demasiadas contemplaciones.
No es imposible que se produzca un rápido desalojo. No creo que esperen muchos días. La experiencia de la ocupación de la ex sede de Banesto en la plaza Catalunya hizo cundir el pánico en las poderosas y conservadoras instancias del poder barcelonés y catalán. Por ahí no, hasta aquí han llegado. Ahora tienen directamente a los suyos, con Felip Puig a la cabeza, un dignísimo representante de la derecha extrema catalanista, a la cabeza de sus Mossos d’Esquadra.
Cuando escribo esta crónica, el frío inunda las calles de Barcelona. La acción de estos ciudadanos/as insumisos hace la noche mucho más agradable. Más que la ciudad de los prodigios y la millor botiga del món», Barcelona es hoy, es esta noche, la ciudad de Francesc Layret. No es el viento del Este como decíamos hace años, son los aires tunecinos los que, según creo, están inundando de racionalidad, sentimientos de solidaridad y rebeldía una ciudadanía que no quiere estar a los pies de caballos desbocados ni ser dirigidos y dominados por los descreadores y liquidadores de la sal de nuestra tierra. Desean, deseamos, vivir sin permiso.
Notas:
[1] Siento ser tan impreciso en este vértice. No tengo acceso en estos momentos a los papeles de la convocatoria.
[2] Miren Etxezarrera, «Las cuentas de las pensiones». Público, 22 de enero de 2011, p. 5.
[3] Jordi Miralles, «Per un sistema de pensions públic«. Público, 22 de enero de 2011, p. 5 (edición catalana).
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