Nuevas centrales nucleares: la estrategia del sur Por Michael Steinberg El pasado julio, el congreso estadounidense aprobó el proyecto de ley de la energía. Según el observatorio de corporaciones Public Citizen (que se refiere a la legislación como «el mejor proyecto de ley de la energía que las corporaciones pueden comprar»), contiene 15 cláusulas que […]
Nuevas centrales nucleares: la estrategia del sur Por Michael Steinberg El pasado julio, el congreso estadounidense aprobó el proyecto de ley de la energía. Según el observatorio de corporaciones Public Citizen (que se refiere a la legislación como «el mejor proyecto de ley de la energía que las corporaciones pueden comprar»), contiene 15 cláusulas que proporcionarán a la industria de energía atómica 12.000 millones de dólares en subsidios para la construcción de nuevas plantas nucleares. La industria proyecta construir casi todas estas centrales en el sudeste de los EEUU.
Cuando el 8 de agosto el presidente George W. Bush firmó convirtiendo en ley el proyecto, les estaba haciendo un enorme favor a sus camaradas del sur que controlan centrales nucleares. Los compinches de Bush no perdieron tiempo en poner manos a la obra. En cuestión de semanas, luego de que un alto ejecutivo de Entergy Corporation, con sede en Nueva Orleáns, sobreviviera al huracán Katrina junto al alcalde de la ciudad, la compañía anunció planes de construir un reactor nuclear en su central eléctrica Grand Gulf, en Misisipí, y otro en River Bend, su central nuclear en Luisiana. Las dos están en el río Misisipí, aguas arriba de Baton Rouge y Nueva Orleáns.
La torre donde Entergy tiene sus oficinas centrales es una de las estructuras dominantes de Crescent City (Ciudad del Cuarto Creciente, apodo de la ciudad por su forma de media luna. N. del T.), en el céntrico distrito económico superviviente de la ciudad. Pero, mientras Nueva Orleáns lucha por recobrarse del huracán y las devastadoras inundaciones, la respuesta de Entergy a sus problemas fue entablar, el pasado 23 de noviembre, un procedimiento de quiebra por el Capítulo 11 para su subsidiaria de Nueva Orleáns. Aunque su compañía de electricidad de Nueva Orleáns se iba a la bancarrota, Entergy pudo, aún así, permitirse continuar en pos de su cometido de construir centrales nucleares, gracias a la generosidad del gobierno de Bush. No sólo por la participación de la empresa en los 1.000 millones de dólares en subsidios sino también porque el Departamento de Energía se ha comprometido a pagar la mitad del multimillonario costo de las licencias combinadas de construcción y explotación de las nuevas centrales nucleares que Entergy solicitó de la Comisión Reguladora Nuclear (NRC, en su acrónimo inglés).
Entergy anunció su intención de construir una planta nuclear en Grand Gulf bajo los auspicios de NuStart Energy, un consorcio de industriales en complejos y reactores nucleares. Las compañías afiliadas están casi exclusivamente localizadas en el sur. Constellation Energy, de Baltimore, quiere una planta en su central Calvert Cliffs, en Chesapeake Bay, o en su central Nine Mile Point, en el norte del estado de Nueva York. Duke Energy, con oficinas centrales en Houston, con su base de operaciones nucleares situada en Charlotte, Carolina del Norte, está interesada en la puesta en marcha de nuevos reactores en uno o más de sus emplazamientos en las Carolinas. Como también lo está Progress Energy, con sede en Raleigh, Carolina del Norte. Y como también lo están los miembros de NuStart Florida Power & Light y Southern Company, ésta última de Georgia.
El pasado 22 de septiembre, también otro miembro de NuStart, la Tennessee Valley Authority (TVA), anunció su intención de construir un reactor en su emplazamiento de Bellafonte, en Alabama. La TVA había comenzado la construcción de una planta nuclear allí antes, pero nunca completó el proyecto. Hasta la fabricante de reactores General Electric, también de NuStart, tiene su sede en Atlanta. De hecho, la compañía Exelon, de Pensilvania, y la manufacturera de reactores Westinghouse son los dos únicos miembros domésticos de NuStart que no están localizados por debajo de la línea Mason-Dixon (límite entre Pensilvania y Maryland, división simbólica entre el Norte abolicionista y el Sur esclavista. N. del T.)
Cerrando la lista del consorcio, EDF International America, con sede en Washington, DC, es el subsidiario estadounidense de una compañía francesa de energía nuclear, de carácter global. Tiene intereses no sólo en el sur de Francia sino también en el hemisferio sur.
El complejo nuclear Dominion Resources, de Richmond, encabeza otro grupo de nuevas centrales nucleares. Dominion tiene en curso la solicitud a NRC para la construcción de un nuevo reactor o dos en su planta nuclear North Anna, cercana a Charlottesville, Virginia.
Con 45 de los 103 reactores atómicos comerciales en funcionamiento de la nación localizados en el sudeste de EEUU, no es sorprendente que las empresas nucleares de la región estén tomando la delantera en los planes de construcción de nuevas plantas. Además, Constellation, Entergy y Dominion compraron, en años recientes, y están explotando ocho plantas nucleares del nordeste. Entergy es ahora la mayor propietaria de plantas del nordeste pero las compañías del sur controlan actualmente la mayoría de los reactores atómicos de la nación.
George W. Bush y sus conexiones familiares con las empresas energéticas del sur — sobre todo, muy notoriamente, con Enron –, ha asegurado a estas compañías el acceso y la influencia instantáneos en la Sala Oval. Aunque anteriores versiones del proyecto de ley de la energía aprobado el año pasado fracasaron debido a la oposición organizada dentro y fuera del Congreso, las fuerzas de Bush siempre volvieron a la carga hasta que consiguieron lo que ellas y sus camaradas de las corporaciones energéticas querían.
El interés sureño en las cosas nucleares se originó con la, en un principio, ciudad secreta de Oak Ridge, en Tennessee, que creció rápidamente durante la Segunda Guerra Mundial cuando desempeñaba un papel clave en el desarrollo de la bomba atómica.
El rol de las universidades — como fue el caso de la Universidad de Chicago –, en la construcción de la bomba ha llegado a ser bien conocido. Menos comprendido es el papel de las universidades sureñas en la continuación de la creación de más grandes y más dañinas bombas y, luego, en la promoción de las plantas nucleares bajo el programa del gobierno de Eisenhower «Átomos para la paz», en la década de 1950.
En 1946, el Instituto para Estudios Nucleares de Oak Ridge colocó a la ciudad sureña fabricante de bombas en calidad de asociada con universidades regionales que incluían a Duke, Auburn, Vanderbilt, Emory y las universidades de Alabama, Kentucky, Carolina del Norte, Tennessee, Texas y Virginia así como también con la universidad del estado de Louisiana.
El grupo, desde entonces, ha cambiado su nombre por el de Universidades Asociadas Oak Ridge. Según su sitio web, el grupo se expandió más allá del sur y ahora incluye «86 instituciones que otorgan el grado de doctor y 8 miembros asociados». El grupo «continúa proporcionando un importante eslabón entre el ámbito académico y el complejo federal de investigaciones, beneficiando no sólo a aquéllos directamente involucrados sino también a la totalidad de la nación.»
Algunos de estos beneficios, con un monto de 12 millones de dólares, van fluyendo hacia esas universidades a través de las aportaciones del Instituto de Investigación en Energía Nuclear. Al anunciar los premios, el Departamento de Energía dijo que eran «para atraer a estudiantes y profesores a los programas del departamento en investigación y desarrollo nucleares avanzados [es decir, para nuevas centrales nucleares]… que puedan beneficiar al medio ambiente e impulsar una economía menos dependiente de combustibles fósiles importados.»
Quizás las empresas nucleares del sur piensen que, eligiendo la localización de las nuevas centrales mayormente en esa región, despertarán una menor oposición pública que en otras partes del país. Últimamente, Entergy ha sido blanco de acusaciones en el nordeste por parte de grupos ecologistas y comunitarios preocupados por las continuas prácticas riesgosas en su central de Indian Point, en Nueva York, como también en su reactor Vermont Yankee. Dominion se enfrenta a implacables críticas a sus plantas nucleares por parte de la Coalición de Connecticut contra Millstone.
El legado de la Clamshell Alliance, que dirigió una masiva desobediencia civil contra la construcción de la planta Seabrook, en New Hampshire, pervive en un continuo activismo y conciencia antinuclear a través de la región. Esfuerzos similares contribuyeron al cierre de la central Shoreham, en Long Island, Nueva York y uno de los reactores de Millstone, como también Yankee Row, al oeste de Massachussetts y Maine Yankee.
Pero el sur tiene su propia historia de «no a las nucleares». Familias vecinas de los reactores St. Lucie y Turkey Point, en el sur de Florida, han iniciado acciones legales contra los operadores de esas centrales nucleares alegando que las emisiones radiactivas de tales reactores son las causantes del cáncer de sus hijos. En la conocida como «área del Triángulo», en Carolina del Norte, la Red de Vigilancia y Reducción de Residuos de ese estado (NC WARN, en su acrónimo inglés), organizó acciones de resistencia al plan de Progress Energy para la construcción de nucleares en su planta Shearon Harris cercana a Raleigh, Durham, y a Chapell Hill. NC WARN sigue la huella de la Coalición Contra Shearon Harris que luchó contra la puesta en marcha de esa planta.
NC WARN también reveló, recientemente, serios fallos en la seguridad de la planta Harris que fueron de su conocimiento a través de informantes que ejercían de guardias de seguridad en la misma, incluyendo la denuncia de que uno de los guardias resultó herido de bala el año pasado.
En Smoky Mountains, la Liga en Defensa del Medio Ambiente de Blue Ridge (BREDL es su acrónimo) ha sido activista en una coalición de grupos que combatían el plan de Dominion de situar una central nuclear en North Anna. En 2004, BREDL dio a conocer un estudio del epidemiólogo Joseph Mangano del Proyecto de Radiación y Salud Pública (en su acrónimo inglés, RPHP), de Nueva York, que revelaba que «la tasa de mortalidad infantil en la zona próxima a North Anna alcanzó el 11% en los primeros tres años después de que el primer reactor comenzara a operar en el lugar, comparado con el 9% de declive en toda la nación». Los abortos espontáneos en el área estudiada alcanzan el 3%, pero muestran un descenso del 15% en el resto de Virginia.
El estudio también encontró que la tasa de mortalidad para niños de entre uno y cuatro años llegó al 99% en el periodo que va desde 1979-82 (los primeros años en que North Anna estuvo operativa) hasta 1983-86, pero declinó en un 8% en el resto del estado. La tasa de mortalidad para niños de entre 5 y 14 años alcanzó el 72% entre 1983-86 y 1987-90 mientras caía en un 3% en el resto del estado.
BREDL [WINDOWS-1252?]también presentó pruebas del Dr. Jay Gould – uno de los colaboradores de Mangano [WINDOWS-1252?]en el RPHP – acerca de altas tasas de mortalidad por cáncer de mama en las zonas que rodean a North Anna: «En los diez condados cercanos a North Anna, la tasa de mortalidad por cáncer de mama aumentó en un 73% desde que los reactores se pusieran en marcha… Más aún, el incremento en los condados más próximos a la planta fue el triple que el aumento de la mortalidad por cáncer de mama durante ese periodo en la totalidad del estado.»
Los descubrimientos de Mangano y Gould son consistentes con los de un estudio publicado el pasado verano por el Comité de la Academia Nacional de la Ciencia sobre efectos biológicos de la radiación ionizante. Una información acerca de ese estudio de la Associated Press, del 29 de junio, afirma que «la industria nuclear, así como algunos científicos independientes, han argumentado que hay un umbral de muy baja radiación en el que la exposición no es dañina o que, posiblemente, aún podría ser beneficiosa. El panel [de la Academia Nacional de la Ciencia], después de cinco años de estudio, rechaza tal pretensión.»
El presidente del comité, Richard Monson, de la Facultad de Salud Pública de Harvard, manifestó que «la investigación científica básica demuestra que no existe un umbral por debajo del cual los niveles de radiación ionizante puedan ser demostrados como inocuos o [WINDOWS-1252?]beneficiosos. Los riesgos para la salud – particularmente el desarrollo de cáncer sólido en los órganos (cáncer que se inicia en los órganos y en los tejidos sólidos, a diferencia de la leucemia, que afecta a la sangre. N. del T.) — crecen proporcionalmente a la exposición. A bajas dosis de radiación, el riesgo de que se ocasione cáncer es muy reducido. A medida que la exposición total a lo largo de la vida aumenta, igual aumenta el riesgo.»
Ésta es, por lo tanto, la situación de la gente que vive dentro de la zona de alcance de las constantes emisiones radiactivas de los reactores nucleares. La construcción de nuevas plantas sólo incrementará este riesgo, igual que se llevará más vidas.
Michael Steinberg, veterano activista y escritor, es el autor de «Millstone y yo: sexo, mentiras y radiación en el sudeste de Connecticut.» Es un ex residente de Durham, Carolina del Norte.
- Título original: New Nukes: The Southern Strategy
- Autor: Michael Steinberg
- Origen: Z Magazine; Miércoles 01 de Marzo, 2006
- Traducido por Mirta López y revisado por Miguel Alvarado