La investidura de un nuevo gobierno de coalición de izquierdas ha levantado muchas expectativas y muchas esperanzas entre los que nos hemos movilizado en las calles en los últimos años. Ha sido importante que la ceremonia de promesa del presidente y ministros haya sido laica y sin una simbología religiosa ya que, al mismo tiempo, […]
La investidura de un nuevo gobierno de coalición de izquierdas ha levantado muchas expectativas y muchas esperanzas entre los que nos hemos movilizado en las calles en los últimos años.
Ha sido importante que la ceremonia de promesa del presidente y ministros haya sido laica y sin una simbología religiosa ya que, al mismo tiempo, estamos viendo como en muchos ayuntamientos ,por ejemplo el de Zaragoza, el Partido Popular, en compañía de Ciudadanos, están volviendo a llenar el ayuntamiento con simbología religiosa. Lo simbólico es un reflejo de la realidad y de ahí la importancia que tiene mantener una simbología universal y laica y no particular.
Y sin embargo ver a los nuevos ministros republicanos jurando lealtad al rey ha llamado la atención. Al fin y al cabo, Alberto Garzón siempre se ha declarado republicano y siempre ha hecho gala de este asunto. En cierta forma es una contradicción que para ser diputado y senador se obligue a una promesa en la que cada cual puede decir, de acuerdo a la doctrina del Tribunal constitucional, prácticamente cualquier cosa, pero para ser ministro hay que jurar la lealtad al Rey; este año, por ejemplo, algunos diputados que han prometido el cargo de diputado lo han por la memoria de las Trece Rosas o el propio Garzón prometió su cargo «por la democracia y la república» y en cambio para ser ministro tuvo que jurar lealtad al rey. El asunto es complejo, pero en cierta forma es un desprecio a la soberanía popular. Hace unas semanas, en el Congreso, se puede prometer por la república y sin embargo para entrar, hoy, en el gobierno, se debe desdecir del juramento republicano y jurar lealtad al rey. De cara al pueblo cualquier juramento vale y en cambio para entrar al gobierno solo vale la lealtad al Rey.
Debemos saber que la fórmula de promesa o juramento de los ministros, en España, no es una obligación establecida por ley y deriva de un Real decreto del gobierno del año 1979 propuesto por el ministro de la presidencia aquel año y que no era otro que uno de los reconvertidos del franquismo, aquellos del grupo Tácito, como el Sr. Otero Novas. De hecho, el tribunal constitucional ya ha dictaminado que esta fórmula adoptada por el gobierno no tiene ninguna eficacia ya que no está sustentada en ninguna obligación legal y en cierta forma constituye una típica invasión de la potestad reglamentaria del gobierno y puesto que estos juramentos no son obligatorios por ley, soy de la opinión que los ministros republicanos no deberían haber jurado la lealtad al rey, de igual forma que muchas ministras rompieron la formula oficial reglamentaria del citado Real Decreto de 1979 y utilizaron una formula en lenguaje inclusivo, éstos podrían haber obviado esa frase de lealtad al Rey ya que contradecía su juramento por la república delante de la soberanía popular de unas semanas atrás.
Los países democráticos han resuelto de muchas maneras este asunto de las promesas o juramentos solemnes que, por lo demás, no dejan de ser reminiscencias de los juramentos religiosos y de los juramentos medievales de sometimiento de los señores ante el nuevo rey, cuando la monarquía era electiva entre la nobleza. En la Francia actual no existe ninguna fórmula de juramento de los ministros, aunque en muchos países, sin embargo, todavía perviven formulas confesionales y claramente monárquicas, en el caso de algunos Estados monárquicos, pero en muchos países han ido evolucionando a fórmulas enteramente laicas y menos comprometidas ideológicamente como, por ejemplo, la fórmula suiza de juramento de sus ministros aunque puedan elegir una formula confesional y que es la siguiente: «prometo observar la Constitución y las leyes y ejercer en conciencia los deberes de mi cargo«, lo que parece una formula neutra y al mismo tiempo de compromiso con las potestades administrativas y políticas propias de un ministro de gobierno. Además, tenemos que tener en cuenta que los juramentos, por muy solemnes que sean, suelen ser, a veces afortunadamente, incumplidos. Sin ir más lejos la Monarquía borbónica en España fue reinstaurada con el siguiente juramento, en sesión de las cortes franquistas de 22 de noviembre de 1975, por parte de Juan Carlos I: «Juro por Dios y sobre los Santos Evangelios, cumplir y hacer cumplir las Leyes Fundamentales del Reino y guardar lealtad a los principios que informan el Movimiento Nacional» y otras fórmulas de juramentos son totalmente desacertadas como la formula constitucional utilizada por Felipe VI el día 10 de junio, día de su proclamación: «Juro desempeñar fielmente mis funciones, guardar y hacer guardar la Constitución y las leyes y respetar los derechos de los ciudadanos y de las comunidades autónomas» si bien es una formula constitucional no deja de contemplarse una competencia, la de «hacer guardar la Constitución«, que de ninguna forma puede ser una competencia propia de una monarquía parlamentaria. ¿Será una formula incorrecta o será que, en el fondo, la monarquía existente en España no es enteramente parlamentaria?
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