Las “conservancies” o zonas de conservación de la naturaleza en Kenia, que cuentan entre sus visitantes con miembros de la realeza británica, están implicadas en expulsiones, torturas y asesinatos de población indígena local, según un demoledor informe recién publicado por el Instituto Oakland, con sede en EE.UU. Survival lleva diez años denunciando terribles abusos de este tipo en proyectos conservacionistas en Kenia.
El nuevo informe investiga las nefastas actividades de la organización Northern Rangelands Trust (NRT), que cuenta con 39 zonas de conservación comunitarias que actualmente cubren una superficie de 42.000 km², casi un 8% de Kenia. Estos territorios eran lugares de pastoreo para comunidades pastoralistas, que han sido reconvertidos en “áreas de conservación” controladas por NRT. Los indígenas han sido violentamente excluidos de estas tierras que ahora atraen ingentes sumas de dinero procedentes de los mercados de carbono, subvenciones de países donantes y lujosos alojamientos para safaris.
NRT fue una iniciativa de Ian Craig, cuya familia poseía una hacienda ganadera de 250 km² que se transformó en el área de conservación Lewa Wildlife Conservancy (donde se comprometieron el príncipe Guillermo y Kate Middleton). Actualmente Craig ocupa el cargo de Director de Conservación y Desarrollo del área.
En el informe “Stealth Game: ‘community’ conservancies devastate land and lives in northern Kenya”, los investigadores aportan detalles estremecedores sobre el funcionamiento de estas llamadas “conservancies”, tales como:
– Expulsión de indígenas y otras poblaciones
locales y el expolio de sus tierras.
– Múltiples alegaciones de abusos y torturas, incluidas ejecuciones
extrajudiciales y desapariciones forzosas.
– Empleo de fuerzas de seguridad militarizadas, algunas entrenadas por una
empresa que dirige el hijo de Ian Craig.
– Apropiación masiva de tierras por parte de unos pocos individuos ricos, con
la consecuente exclusión de los pastores de sus territorios.
– Intimidaciones, como detenciones e interrogatorios a miembros y líderes de la
comunidad local.
Las áreas que ahora se encuentran bajo el estatus de “zonas de conservación” son las tierras de pastoreo ancestrales de pueblos pastores como los samburus y los masáis, que han gestionado estos territorios desde tiempos inmemoriales.
Muchas de las zonas de conservación, incluidas las privadas como OI Jogi (propiedad de la multimillonaria familia Wildenstein), ofertan ahora con safaris de lujo. Según parece, el alquiler de Ol Jogi asciende a unos 210.000 dólares semanales. Una tour operadora describe Sarara, otro de los alojamientos, como “una misión de salvación, no solo para la fauna y las praderas, si no también para el pueblo samburu”.
El informe también revela que NRT recibe millones de dólares de fondos gubernamentales (de la UE, de las agencias gubernamentales estadounidenses, de la Agencia Danesa de Desarrollo Internacional o de la Agencia Francesa de Desarrollo entre otros), así como ingentes sumas de grandes organizaciones para la conservación de la naturaleza, incluidas The Nature Conservancy, Conservation International, WWF, Fauna & Flora International, March to the Top, Space for Giants, Save the Elephants, Rhino Arkj, Tusk y la International Elephant Foundation.
Fiore Longo, directora de la campaña para Descolonizar la Conservación de Survival International, declaró hoy: “Es preocupante que NRT se decante cada vez más por el opaco y dudoso mercado de carbono y por la compensación de emisiones como fuentes de ingresos y que la UE considere la organización como modélica en su nuevo proyecto NaturAfrica, pese a las abundantes pruebas de violaciones de derechos humanos”.
El experto ecólogo y conservacionista de Kenia, Mordecai Ogada, manifestó: “NRT empezó siendo un proyecto modesto (y quizá con buenas intenciones), pero que ahora se ha convertido en una enorme burbuja, económica y socialmente insostenible, que se expande por el norte de Kenia con un poder casi gubernamental. A través de la manipulación de las estructuras culturales han atrapado a las comunidades en su modelo de ‘conservación’ engañoso y a los donantes en su enrevesada red financiera. Cuanto más tiempo perdure esta construcción, más peligroso será su inevitable desmantelamiento”.
La directora de Survival International, Caroline Pearce, considera que: “Las zonas de conservación de Kenia han promovido durante mucho tiempo una imagen de lujo en armonía con la naturaleza, de paisajes africanos prístinos y una población local feliz, a menudo con vestimenta pintoresca. Pero, como Survival lleva mucho tiempo denunciando y los investigadores del Instituto de Oakland han demostrado con creces, esto no es más que una forma de maquillar la explotación y los abusos de poder a costa de la población indígena y local”.
“Survival ha recopilado testimonios de todo el mundo en los que se detalla cómo este modelo de conservación de fortaleza lleva a los pueblos indígenas a ser expulsados de sus propias tierras, y a sufrir terribles abusos a manos de quienes los despojan. Este es otro ejemplo de por qué las prácticas de conservación dominantes deben cambiar a un nivel profundo, y por qué la tolerancia del mundo hacia las atroces violaciones que se camuflan como ‘conservación’ amistosa deben cesar. NRT tiene que rendir cuentas”.