Joan Herrera, [JH] el secretario general de ICV, publicó en El País el pasado 11 de marzo una «Carta abierta a todos los demócratas» [1]. El pasado 23 de enero, recuerda JH (el artículo está escrito antes de la última votación del Parlamento catalán sobre el «dret a decidir»), el Parlament aprobó por amplia mayoría […]
Joan Herrera, [JH] el secretario general de ICV, publicó en El País el pasado 11 de marzo una «Carta abierta a todos los demócratas» [1].
El pasado 23 de enero, recuerda JH (el artículo está escrito antes de la última votación del Parlamento catalán sobre el «dret a decidir»), el Parlament aprobó por amplia mayoría una «declaración para impulsar el ejercicio del derecho a decidir su futuro colectivo». JH apunta que, hasta el momento, PP y PSOE han respondido «con una airada negativa». En su opinión, PPSOE pueden refugiarse en el «propongan ustedes cambiar la Constitución, aunque ya les aviso que no se la vamos a dejar cambiar», o en explicar sólo parte de la verdad (cuya parcial veracidad JH no niega desde luego) «situando esta reivindicación como una cortina de humo del Gobierno de CiU para disimular el fracaso de sus políticas», sin percatarse aquellas fuerzas, prosigue, «de que además de eso es, sobre todo, una reivindicación que cuenta con un apoyo social mayoritario», apoyo social -JH no ve necesario recordar este vértice- que ha sido intensamente trabajado, orientado, abonado e incluso manipulado por las fuerzas nacionalistas catalanas conservadoras o no tan conservadoras a lo largo de estas últimas décadas poniendo siempre énfasis en los agravios y diferencias (reales o ficticios) y poquísimas veces en los puntos de unión y proximidad. Ni que decir tiene que el rancio españolismo realmente existente les ha ido a las mil maravillas para sus finalidades.
Sea como fuere, JH cree que este es el momento en el que, «antes de responder con un no a la propuesta del Parlament», las fuerzas políticas mayoritarias y todos los demócratas españoles «se pregunten por qué el catalanismo ha pasado de la aceptación de la Constitución y el Estatuto a la reivindicación del derecho a decidir. La respuesta es muy sencilla en su opinión: «la mayoría de la sociedad catalana y de sus fuerzas políticas se sintieron expulsadas del pacto constitucional que 32 años antes habían suscrito, por la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto aprobado en referéndum». Hay más abonos no orgánicos pero este fue, sin duda, un alimento orgánico de primer orden. El Tribunal Constitucional nunca ha estado en la vanguardia de ningún proceso democrático popular.
Se podrá estar de acuerdo o no, prosigue JH, siendo muy fácil estar de acuerdo, pero lo cierto es que la mayor parte de la sociedad catalana «cuestiona el actual marco constitucional y estatutario», no sólo por el motivo señalado, y plantea nuevos objetivos que van desde la independencia, la creación de un nuevo Estado, hasta un nuevo pacto federal (que, de hecho, no sería «un nuevo pacto» porque no ha existido ningún pacto federal hasta el momento). El conflicto, continúa señalando JH, sólo puede resolverse «mediante la imposición, el rechazo a negociar el ejercicio del derecho a decidir y de rehacer el pacto de Cataluña con el Estado» o, por el contrario, «mediante una negociación que permita celebrar un referéndum para conocer cuál es la voluntad de la ciudadanía de Cataluña». Los demócratas de toda España, añade JH, «no pueden hacer oídos sordos a lo que reclama la mayoría de la sociedad catalana, sin que la democracia española pierda por ello legitimidad».
Ahora bien, complementariamente, JH no olvida que «también desde Cataluña tenemos que hacer las cosas bien». Si el proceso se articula en torno al derecho a decidir, señala, «si es una propuesta acordada por una gran mayoría del Parlament y si se hace siguiendo los pasos legalmente posibles y ganando legitimidad, hay camino por recorrer». Por el contrario, «si el proceso se articula solo en torno a la independencia y saltándonos etapas por las prisas de algunos, lo que haremos es coger un atajo que difícilmente podrá llegar a alguna parte». En Cataluña, remarca JH, el debate no puede orientarse «a una oposición entre sentirse catalán y sentirse también español», o no sentirse ni una cosa ni otra podría añadirse. ¿Cuál es pues el enfoque? Desde Cataluña, JH no está hablando ahora a los demócratas españoles sino a los demócratas catalanes, «este debate no puede orientarse como un debate identitario que oponga el sentirse catalán al sentirse también español, sino en torno a qué comunidad política y qué relación con el Estado queremos». La propuesta que surja de un debate realmente democrático, sin intoxicación ni contribuciones sesgadas a la creación permanente de mitos nacionales, esta parece ser la posición de JH, «debe buscar el acuerdo, agotando todas las posibilidades que el marco jurídico ofrece».
Para el secretario general de ICV, «Cataluña, en la nueva etapa que abre, difícilmente prosperará si no va acompañada de un proyecto que garantice los derechos sociales». Muchos sectores, JH no vive en Júpiter ni en Saturno, «especialmente las clases populares, ven con escepticismo un proceso que puede tener mucho de lampedusiano: un Estado propio, liderado por la derecha catalana, para que todo siga igual». Mejor formulación de una preocupación muy pero que muy generalizada parece imposible. Las prácticas ultraneoliberales de la coalición gobernante hacen temor lo peor al alma más cándida y confiada.
El dilema que se plantea es, pues, o bien un nuevo pacto constituyente, basado en el federalismo, lo que parece apelar directamente a un nuevo proceso constituyente, y en el reconocimiento del carácter plurinacional del Estado español, o bien «la creación de un Estado propio para Cataluña». El resultado final dependerá, señala JH, «de la actitud y respuesta de los partidos e instituciones durante este proceso», y también, por supuesto, de los movimientos sociales activos y críticos.
¿Pero cuál es, cuál será la posición de ICV ante este dilema cabe preguntar? ¿Independentismo, federalismo, confederalismo? ¿Tiene ICB alguna posición tomada? ¿Hay lucha de tendencias y posiciones en su seno? Con alguna vacilación, lo que JH defiende, y acaso con él sectores mayoritarios de ICV y de otras fuerzas de izquierda, es «que quizás sea el momento de que las fuerzas democráticas entiendan que el proceso que se abre en Cataluña es la oportunidad para abrir un proceso constituyente en España y hacer frente a la crisis política, social, económica y territorial en la que España se encuentra sumida». Entiendo que JH está aludiendo y simpatizando con un proceso que reconozca el carácter plurinacional de España y que la fuerza política que él dirige luchará en Catalunya para que la pell de brau, toda ella, sea un lugar de convivencia y acuerdo entre diferentes culturas, comunidades y lenguas, sin abonar posiciones independentistas -que nunca han estado además en la tradición de la que Joan Herrera forma parte- tan afines en ocasiones al lampedusiano cambiemos dos puntos y una coma para seguir nosotros, los privilegiados de siempre, con posición de mando en plaza y haciendo de las nuestras. Por ejemplo, la apuesta por Eurovegas, por el fracking, por los trasgénicos, por el capitalismo más inhumano, por los negocios y la corrupción generalizada o por la privatización y herida de muerte de la educación y sanidad públicas y el ninguneo antiobrero e impúdico de los servicios sociales.
Nota:
[1] http://elpais.com/elpais/2013/03/04/opinion/1362422840_322402.html
Salvador López Arnal es miembro del Frente Cívico Somos Mayoría y del CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona; director Jordi Mir Garcia)
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