Traducido para Rebelión por Ricardo García Pérez
Tengo una pregunta filosófica. Si nunca se permite a ningún periodista hablar o entrevistar a ninguno de los muchos trabajadores de limpieza del vertido de petróleo sobre el tratamiento que podrían estar recibiendo o no en una clínica federal, ni mucho menos visitar una de esas clínicas, ¿existen realmente? Y con eso me refiero a trabajadores de limpieza del vertido en general, estén enfermos o no:
El último capítulo de la batalla que libran los medios de comunicación para dar cobertura sobre el vertido de petróleo del Golfo de México es cortesía de Bridget Desimone, de PBS Newshour, que ha estado trabajando con su colega, Betty Ann Bowser, para «informar sobre el impacto que ha tenido el vertido de petróleo sobre la salud en Plaquemines Parish». Desimone informa de que, sobre el terreno, las autoridades van respondiendo mejor a las indagaciones de la prensa y van facilitando el acceso a las labores de limpieza. Pero Dessimone y Bowser han topado con una «barrera» que han hecho todo lo posible por superar: el acceso a una «unidad móvil médica del gobierno federal» en Venice, Louisiana: «el santo barracón doble se ubica en un palmo de terreno recién cubierto de gravilla conocido para algunos como «el complejo de BP». Cercado por una valla hecha a base de eslabones de una cadena coronados de alambre de espino, el acceso está estrechamente limitad por la policía y los vigilantes de seguridad privada».
¿Han oído hablar alguna vez de unas instalaciones sanitarias estadounidenses ocultas bajo el nombre de «Stalag 17»? (Quiero decir, distintas de las de la película Sutter Island) (1) Claro, en Shutter Island esas instalaciones eran un manicomio para criminales que habían perdido el juicio. No creo que esa sea la excusa para que las autoridades federales y BP puedan utilizar las de Venice, en Louisiana, a menos que los productos químicos tóxicos a los que hayan estado expuestos los trabajadores los hayan convertido en zombis delirantes o en asesinos en serie. Entonces, ¿qué está pasando? A Bridgett y a Betty les gustaría saber por qué no pueden echar un vistazo al interior de estas instalaciones sanitarias en las que trabaja «un equipo médico de la Red Nacional de Catástrofes Sanitarias (National Disaster Medical System) del Departamento de Salud y Servicios Sociales (HHS, Health and Human Services) del gobierno federal: un médico, dos enfermeras, dos técnicos de emergencias (EMT-P, Emergency Medical Technichian-Paramedic) y un farmacéutico». Pero alguien del Gobierno estadounidense no quiere que vayan a fisgonear por allí formulando las habituales preguntas de gacetillero que los periodistas plantean cuando están de mal humor (es decir, cuando no están informando sobre políticos importantes a quienes quieren impedir el acceso):
Durante más de dos semanas, mis colegas de NewsHour y yo nos pusimos en contacto con responsables de prensa del HHS, los Guardacostas de Estados Unidos y todo aquel que aparecía en una lista como posible portavoz de BP ante los medios de comunicación con la intención de visitar esa unidad y hacernos una idea de cuántas personas recibían tratamiento allí, quiénes eran y qué enfermedades padecían. No conseguimos nada. O bien se nos decía «acceso no autorizado», o ni quisiera se nos respondía. Era algo que a ninguno de los dos nos había pasado jamás cuando hemos hecho la cobertura informativa de alguna catástrofe. En algún momento se nos facilita el acceso a los servicios sanitarios que prestan las autoridades federales.
Ya se sabe, ese es el tipo de cosas, y no pretendo decir que… pero, bueno, ese es el tipo de cosas que hace pensar a la gente si BP o el Gobierno tendrán algo que ocultar. Algo que no quieren que sepa la gente a la que contratan para realizar las labores de limpieza o algún otro. Como, por ejemplo, el hecho de que tal vez el vertido de petróleo y los productos químicos utilizados para limpiarlo pudieran tener efectos nocivos para la salud de la población de la zona, trabaje o no en la limpieza, y que una serie de médicos especialistas ha venido demandando controles de salud pública de los riesgos sanitarios a los que esas personas se exponen a diario:
El Institute of Medicine, encargado de asesorar a los responsables y al público en general sobre las cuestiones sanitarias relacionadas con el vertido, ha reunido esta semana a autoridades públicas, médicos especializados e investigadores universitarios de la región de la Costa del Golfo y de todo el país para analizar lo que se sabe sobre el impacto potencial que tendrá el vertido sobre la salud y la información necesaria para mejorar el tratamiento y la sensibilización pública. Los comentarios que hicieron durante los dos días de reunión parecían apuntar a dos conclusiones fundamentales: los datos reunidos de vertidos petroleros anteriores son extremadamente inadecuados tanto en grado de detalle y en alcance cronológico; y será necesario un esfuerzo masivo y multilateral para tratar, investigar y vigilar de forma efectiva a la población afectada durante todo este tiempo en toda la Costa del Golfo.
«La ciencia necesita definitivamente mejorar la obtención de respuestas» dijo el responsable de salud del Estado de Louisiana, Jimmy Guirdy. «La gente no quiere que se la trate como a conejillos de indias», advirtió.
Permítaseme comentar esta última cita en negrita. Debería decir «la gente nunca quiere ser un conejillo de indias» de los efectos tóxicos de catástrofes ecológicas causadas por el ser humano. Como es lógico, BP tiene intereses en que nadie estudie los riesgos para la salud derivados de su torpe negligencia y su insensata indiferencia hacia la seguridad de sus trabajadores y de la población de la Costa del Golfo. Puedo entender que BP sea una persona jurídica cuyos derechos constitucionales se deban proteger, pero seguro que no es un ser humano capaz de sentir empatía, vergüenza o culpa. Para ellos, la preocupación por la salud de los ciudadanos que residen en la zona del Golfo de México es una mera responsabilidad potencial en su cuenta de resultados que, si pudieran, ignorarían y evitarían de inmediato.
Una de las primeras medidas adoptadas por BP cuando el petróleo empezó a derramarse en el Golfo de México fue rociar sobre él más de 4,1 millones de litros de un dispersante que lleva el esperanzador nombre de «Corexit» (2). A continuación, BP contrató a pescadores y demás habitantes de Louisiana para que colaboraran en las operaciones de limpieza y contención. Unas dos semanas más tarde, más de setenta trabajadores enfermaron; se quejaban de irritación en la garganta, tos, falta de aliento y náuseas. El 26 de mayo fueron hospitalizados siete trabajadores. Cuando enfermaron, los trabajadores se ocupaban de distintas tareas en diferentes lugares: disipar irisaciones de petróleo, realizar labores mar adentro, quemar crudo o desplegar barreras. Las autoridades de BP especulaban con la idea de que la enfermedad se debiera a una intoxicación alimentaria o a algún otro motivo no relacionado con la cuestión, pero otros señalaron lo improbables que eran esas otras causas, pues los trabajadores enfermos desarrollaban su labor en diferentes lugares. […] La enfermedad que han padecido ha llevado a los trabajadores a pedir mejor equipamiento para desarrollar las labores de limpieza, incluidas máscaras de oxígeno; pero BP afirma que los controles de la calidad del aire no hacen pensar que sea necesario emplear equipos de respiración según las normas de la Agencia para la Seguridad y la Salud en el Trabajo (OSHA, Occupational Safety and Health Agency). El congresista Jerry Nadler (Demócrata, por Nueva York) dice que BP se niega a reconocer responsabilidad alguna por los problemas de salud, y que lo único que los dispersantes químicos han logrado es que parte del petróleo se vea menos en la superficie del océano llevándolo a lo que se denominan plumas hidrodinámicas submarinas, que BP niega que existan. Comparó la pulverización de Corexit sobre el océano con la fumigación llevada a cabo por Estados Unidos en Vietnam con el Agente Naranja, un defoliante que, según algunos informes, causó nada menos que 400.000 muertes y discapacidades, así como el nacimiento de 500.000 bebés con malformaciones congénitas. Nadler manifestó su preocupación porque la situación de BP y Corexit le recuerda a la del World Trade Center, cuando el Gobierno dijo a los trabajadores que el aire estaba limpio, que no tenían porqué preocuparse y que no eran necesarias máscaras de oxígeno, y luego miles de personas padecieron problemas respiratorios crónicos.
BP es una personalidad empresarial sin alma ni corazón, cuyo único objetivo es ganar dinero, es decir, obtener beneficios. De manera que su actitud hacia la población a la que hace enfermar sus actividades es, al menos, comprensible, aunque no sea aceptable moral ni jurídicamente. Lo que no comprendo, sin embargo, es por qué el Gobierno estadounidense, a cuyo mando están los seres humanos individuales a quienes elegimos oportunamente para proteger y trabajar al servicio del bienestar general de «Nosotros, el pueblo», (3) toma el pelo a esos periodistas de PBS.
Cuando Desimone consiguió por fin hablar con Ron Burger, el «Jefe de la Unidad de Atención Sanitaria de la Red Nacional de Catástrofes Sanitarias del HHS», éste le dijo que las instalaciones habían estado tratando a personal de emergencias y que no confirmaba ni negaba que hubiera recibido tratamiento allí, ni que hubiera sido rechazado ningún habitante de la zona. […] Burger también le dijo a Desimone que las instalaciones estaban dirigidas bajo los auspicios del «plan nacional de contingencias». Les recordaré por millonésima vez que el Almirante de la Guardia Costera Thad Allen pidió expresamente a las autoridades sobre el terreno que facilitaran el acceso a los medios de comunicación, lo que ha resultado ser el conjunto de órdenes más desatendidas o ignoradas más ampliamente de todo el mundo.
Estimado Sr. Presidente, puesto que sus empleados parecen no recibir el mensaje de que la transparencia es la orden del día, tal vez deba usted intervenir directamente para que los periodistas y reporteros puedan acceder a los lugares de limpieza, incluido el centro médico de Venice, en Louisiana, sobre el que por alguna razón se les sigue diciendo que está fuera del alcance de sus ojos, oídos y cámaras.
Y cuanto antes, mejor.
Notas
(1) Stalag 17 es el título de una película dirigida por Billy Wilder en 1953 cuyo título se tradujo en España como Traidor en el infierno o, en otros países de habla hispana, Infierno 17. (N. del T.)
(2) Se pueden formular diversas especulaciones sobre el optimismo que transmite el nombre de «Corexit»: porque es la suma de la expresión de júbilo «cor» y «exit» («salida»), o porque pudiera traducirse por «¡Adiós a la corrosión!». (N. del T.)
(3) En inglés, «We, the People», expresión con la que comienza el Preámbulo de la Constitución de Estados Unidos. (N. del T.)
Fuente: http://blogs.alternet.org/
rCR