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(De cuando la cultura se radicaliza, o sea, va y viene de las raíces, pues)

Ojos de Petare

Fuentes: Rebelión

    Dónde más sino en los ojos uno anda buscando la verdad a la hora en que arrecian las calumnias y las difamaciones. Como contra Venezuela. Dónde más sino en los ojos de los niños, las mujeres, los hombres, como los de Petare1, jóvenes todos y viejos todos, en simultáneo y a contrapelo de […]

 
 
Dónde más sino en los ojos uno anda buscando la verdad a la hora en que arrecian las calumnias y las difamaciones. Como contra Venezuela. Dónde más sino en los ojos de los niños, las mujeres, los hombres, como los de Petare1, jóvenes todos y viejos todos, en simultáneo y a contrapelo de la historia. Ojos dolorosos y esperanzados, ojos tiernos y crudos… poderosos, endurecidos y rebeldes con su ternura indómita contra el cincel pertinaz de la miseria y en pleno amanecer de una revolución. Ojos que ven y corazón que siente.
En la «bombilla» del Petare un soplo de viento rebelde se hace huracán de certezas según pasan los días. Uno de tales días, la mano mágica de la revolución venezolana apuntó un camino que seguimos gracias a esos corazones, en pie de lucha cotidiana, con que vive2, VIVE TV. Llegamos a mirar documentales3 (ese día africanos) que se volvieron espejos sobre la fachada de una casa convertida en pantalla y microscopio al mismo tiempo. Esta vez, todos éramos todos, de un lado y del otro, en sincronía estéreo-visual, estereofónica. La línea divisoria entre «allá» y «acá» de la pantalla acabó volviéndose puente. Por la fuerza de los hechos.
Total que ahí los ojos estaban de fiesta. Antes de proyectar las películas4 un taller de danza integrado por niñas y niños del barrio, emprendió a golpes de cadera un viaje directo al corazón de los que mirábamos, oíamos, olfateábamos y agradecíamos las marejadas de futuro que andaban pícaras en cada sonrisa y especialmente en cada mirada. Ojos de niños a todo vapor convertidos en musas majestuosas de la revolución misma. Ahí ante nuestros ojos. De pronto, una mala pasada del disco compacto, copiado especialmente con la música para el baile pero con defectos, abrió una oportunidad que no imaginábamos. Un hombre, un amigo (como dicen en Caracas) que batía las palmas al ritmo de la danza, saltó al micrófono y se ofreció como cantante que, diciendo y haciendo, entonó con la anuencia inmediata de todos, un canto democrático y enamorado, hinchado de alma llanera, que con fondo de palmas más encendidas y cómplices… escoltó el baile de las niñas bailarinas y convirtió la falla del disco en lección imborrable. El socialismo mágico… ahí a la vista de todos. Gracias a todos. Hay testimonios video grabados por VIVE como debe ser. Como acostumbran.
Eran las 6 de esa tarde caribeña, cálida y embriagadora, en más de muchos sentidos. Miles de ojos por todas partes miraban nuestra foraneidad. Miles de ojos con preguntas y con manifiestos bien claritos, que sentenciaron lo que se debe sentenciar a todo el que viene y va. O sea: vayan a contar lo que aquí pasa… lo que estamos construyendo, la verdad, sin maquillajes, sin complacencias, sin turismos «revolucionarios», sin llenarse de fotos y presumir de progres. Hay que contar lo que aquí pasa con mesura y con ternura, con respeto y sin reparos. Tal cual se produce y multiplica. Hay que contar sin tardanza y con sus contradicciones lo que los ojos ven y el corazón siente. Con la razón por testigo. Por supuesto nadie dio semejante orden pero así fue entendida. Uno asume sus responsabilidades y tareas. Sus cegueras y sorderas.
El día nos regaló un poco más de luz para que echáramos una caminata por el barrio, entre esos laberintos de casas que entran por aquí, van hacia allá, vuelven, suben, bajan… envuelven. Una señora con los ojos bien cargados de compresión, casi materna, (por qué «casi») proveyó agua que nadie pidió. Su mano negra por un lado y blanca por el otro era como espuma fraternal silenciosa y adusta. No hubo uno que no la agradeciera con fruición. El calor hacia de las suyas mansamente. Fue un paseo que no se hace con facilidad, al que no cualquiera se atreve, que no es sencillo incluso para algunos locales. Fue un paseo de muchas cuadras, circunvoluciones y pensamientos. Entre la música que salía de todas las casa, los niños que juegan en las callejuelas, los saludos perplejos de algunos vecinos… paseo nada fácil que de a poco se facilita más para muchos. No fuimos a un «lugar lindo», no fuimos a un spá ideológico para amansar críticas, no fuimos a «divertirnos» ni a «entretenernos». Fuimos visitar a esa Venezuela desnuda y rigurosa que exhibe sus carnes orgullosa y digna. Porque está en pie de lucha. Y eso es una forma de hermosura, se crea o no, de las mejores. Se nos iban los ojos.
Hay ahí tareas que los vecinos de Petare encaran sin que les tiemble la voz. Drogas, robos, crímenes, pleitos… problemas a montones que aquí no serán detallados porque allá se trabajan con reserva y respeto, dignidad y solidaridad. Hay asambleas, diálogos, acompañamientos y una especie de fuerza renovada que, esta vez, no permite que las personas se queden encerradas en sus casas. Fuerza peculiar y diferente… un vecino contó, sin dar nombres, algunos de sus diálogos con jóvenes del barrio, él mismo no entiende por qué sacrifica ahora sus horas de descanso a cambio de charlar sobre una «revolución bonita». Claro que hay problemas, que aquí no se ventilarán porque es indebido, porque aluden a personas y lugares que ya trabaron compromisos y que nadie debe manosear para vender como morbo de noticieros.
Fue un paseo que dejó ver muchos infiernos, es decir, que dejó ver los estragos de la miseria, el abandono, el dolor y la impotencia hacinada entre ladrillos de desesperanza. Herencia de un pasado devastador y criminal. Un paseo, al mismo tiempo, todo lo contrario. Crudo y portentoso… ahí donde los niños sobreviven la pobreza, donde las mujeres remontan sus dramas históricos, donde los trabajadores meten la vida para guarecerse de la vorágine explotadora… ahí justamente emerge un entusiasmo que educa y moviliza. Uno adquiere conciencia solidaria mientras se avergüenza, como se debe, de sus propias preocupaciones y «problemas». Sin exagerar, pues. Ahí está un terreno fértil para la guerra contra la burocracia5. Un campo fértil para luchar contra toda complacencia gobiernera y toda propaganda obsecuente.
Vimos a los médicos cubanos, esa tarde reunidos para hacer ejercicio, como acostumbran: levantar pesas, contarse anécdotas, intercambiar terapéuticas. Había 7 de ellos, detrás de una «casa consultorio», barnizados de sudor y vestidos de carcajadas isleñas y bochincheras. Ahí nos aposentamos un ratito, pa no interrumpir la levantada de pesas ni los abdominales. Un ratito bien cargado de calidad humana. Los cuates parecen felices. Dan la mano con calidez y bien apretada. Ponen el pecho pal abrazo… cuentan sus nostalgias y preocupaciones, la familia está lejos. En una palabra son personas de verdad y como tales inspiran confianza. Hay un montón de ellos en todos los barrios y estos, en el Petare, lo vimos, parecen amigos de muchos. Eso se detecta desde el saludo. «Cómo le va doctor… que calorcito ¿no?… luego le mando unas caraoticas…» dijo una vecina, a paso rápido, desde una callecita aledaña. Muchos nos saboreamos el plato.
Vimos una tienda Mercal6 a la hora buena en que vienen muchas mujeres y niños a las compras para la cena. Preguntamos precios, calidades, cantidades. Hicimos conversiones y conversaciones. Todo está claro. Se ve en los ojos de esa mujer con mirada de túnica, de manto inmenso capaz de comprender con ayuda de sus kilos y años, el significado constructor de su trabajo diario desde su silla en la tienda, desde sus saludo a las vecinas y vecinos, desde su saludo de mano regordeta y maternal, su mano venezolana que mientras saluda repara heridas. Mano erudita en arepas. Una mirada suya bastó para radiografiar la ignorancia descarnada de los foráneos. Inmediatamente, ella y sus hijos asumieron unilateralmente, su tarea docente y nos pusieron al tanto de la procedencia y el destino de las caraotas y de los pollos, de la leche y de las galletas. Todo claro. Sumas, restas, multiplicaciones y divisiones. Mercal no resuelve todos los problemas, le falta mucho, no son perfectos… pero son indispensables. Uno lo ve bien clarito en el Petare.
Vimos los comedores especiales para atender a quienes ni para el Mercal tienen. Vimos el entusiasmo de abajo para los de abajo. Mujeres y niños primero. Vimos esa mano que se tiende, como en tantas partes, para dar el calor que tiene y el pan que consigue. Vimos una voluntad de muchos envuelta en su música de radio añejo. Escuchamos el «tres» y el arpa y se vio clarito cómo el vapor de las arepas se contorneaba al ritmo de de esa música que ahora, por ley, tiene lugares más dignos y fututo más promisorio para las orejas de todos. Para fortuna nuestra. «caballo viejo no puede perder la oportunidad…»
Vimos la escuela, una de ellas, donde están las semillas de un árbol inmenso en cuya rama mayor ondea una bandera, nueva y oronda, por estar plantado en un país libre de analfabetismo. Un profesor nos dio un abrazo, está estudiando, tiene un crédito para renovar su casa, sus hijos van a la escuela. Fue a la feria del libro7 que se inauguró en el Parque del Este. (En ese Parque vimos unos tanques con agua potable, había personas, de la alcaldía, que trajeron hielo para refrescar el agua y ¡vasos! para quien quisiera paliar la sed… gratis) Compró algunos libros «de los más baratos». Tiene sus críticas y algunas ideas para mejorar la enseñanza, sonríe, hace chistes sobre los mexicanos, Fox no se le escapa, tiene razón, sabe que falta mucho, sabe que mucho esta en marcha. Uno quisiera esta ahí para verlo siempre. Era un profesor absolutamente simpático e inteligente que nos regaló, sin que nosotros hiciéramos algo para merecerlo, un torrente de humanidad promisoria y fraternal. ¿Quedó claramente dicho?
Y todo eso, y más, lo vimos no porque un funcionario espía, como en las películas gringas suele decirse, nos llevara y tradujera a su antojo y conveniencia, a cada minuto, todas esas verdades a la vista. No fuimos llevados por un paseo para turistas ávidos de verse a sí mismos en sus fotos y rodeados de «gente exótica», no fuimos llevados por un puñado de vecinos «serviles al chavismo», como dicen algunos «escuálidos». No fuimos llevados por funcionarios de partido alguno ni de administración alguna. Si fuimos llevados por los mismos venezolanos que un buen día bajaron desde los cerros a rescatar a su Presidente y a reiterarle el mandato supremo de que mande obedeciendo. De que siga ahí en Miraflores y por todo el mundo repitiendo la orden de construir una revolución con dignidad, tal cual se ve y se siente, entre las callecitas del Petare. Donde no vimos basura regada, ni cacas de perros sembradas a cada paso.
Vimos con los ojos nuestros y los ojos de Petare, lo que debería verse en todo el mundo… lo que algunos jamás han visto y no verán. Vimos cómo el día se volvió noche, vimos cómo el paisaje se volvió espectro de luces sobre los cerros y cómo la vida del Petare se apropió de la noche para contarle sus romances de foquitos a la revolución, entre callejones de montañas. Hay que estar ahí para ver cómo sonríe Venezuela desde la latitud Petare del sueño bolivariano.
Vimos los documentales con otros ojos. Vimos la televisión con otros ojos. Vimos nuestra visita con otros ojos. Nos vimos, incluso, a nosotros mismos con otros ojos y con los nuestros que, para esas alturas, tenían otras miradas. Los ojos de todos escudriñaban nuestras miradas. Se veía clarito. Buscaban con todo derecho y correctamente, un reflejo de honestidad, que sin palabras, fuese capaz comprometerse con ellos para salir a narrar en un chispazo de responsabilidad, lo que hay que narrar para merecerse semejante regalo de amistad recibido así porque si, por humanidad y camaradería. Jamás hicimos mérito alguno para merecerlo, eso es cierto. Claro que nadie pronunció palabra, nadie pronunció mandato alguno. Un grupo de señoras y sus maridos escuchó nuestro entusiasmo y escuchó la algarabía de nuestros corazones enamorados para siempre del Petare. Aunque eso sirva de muy poco, aunque eso no borrará las heridas ni la violencia, ni la realidad cruda, ni cambiará mágicamente lo que ellos empezaron a cambiar ya en esos lares dolorosos. Lo vimos de cerca.
Vimos claramente cuando uno de los camarógrafos de VIVE TV, en pleno uso de su silencio más solidario y profundo, nos hizo portadores de una voz que no admite griteríos. La voz de su cámara que habla con imágenes un poema que se hizo también nuestro. Él, fue de un lado a otro, ente las personas y las calles. Subió a las sillas, se arrodilló, buscó un encuadre aquí, otro allá… escuchó a las mujeres, acarició la mejilla de los niños; le pegó tres buenos tragos a una botella con agua oportuna y refrescante… sudó «la gota gorda» y todo mientras nos miraba su mirada fraternal. Exactamente igual que los camarógrafos de TV Petare, que los compañeros que ahí andaban registrando el hecho. No había mirones, no los detectamos. Había si una cátedra de los ojos que sólo en sitios como el Petare aprenden a mirar lo que debe ser visto para hacerlo visible… que enseñan a mirar los sonidos, las simpatías, el humor sin palabras, la frescura del saludo.
Vimos un repertorio mágico de colores vernáculos, sometidos al encanto del atardecer para transformarse, a lomos de sonidos, en una fiesta de imágenes que ahí es costumbrismo estético y carnaval de emociones. Día tras día. Y ahora con más ganas porque de ahí sale esa especie de lava revolucionaria, esa especie de magma incandescente que un día bajó de la montaña e inundó Venezuela al sumarse a otros efluvios revolucionarios, que son el mismo y muchos, y que también vinieron de otros cerros, otras planicies y mares para fundirse en uno solo que va directo al futuro con escalas y sin retorno. Se ve clarito desde el Petare, como si se tratara de un paisaje que sabe dar vuelta sobre sí y nos dejara metidos a todos en su recuadro. Todos, quiere decir todos. Nosotros vimos nuestras figuras foráneas y perplejas, no poco pretenciosos, no poco engreídos con nuestros escepticismos pequeño burgueses infectados de desconfianza entupida, en más de un sentido. Nos vimos, no todos pues, patéticos, con nuestras cáscaras de intelectuales inmaculados con verdades de libros o mentiras inteligentes. Nos vimos ahí, envueltos por ese abrazo agridulce de hermanos, propinado por un pueblo, gracias al cual recibimos hospedaje, transporte y privilegios que no todos gozan. Nos vimos ahí sin mérito alguno, sin poder resolver algo, sin haber trabajado para ellos, sin merecimiento, sin sudarlo, sin más ni más… beneficiarios y privilegiados, bien tratados, con una lección de vida invaluable, nuestros miedos enanos, prejuicios y limitaciones tozudos. Con muchas heridas curadas.
Nos vimos ahí envueltos y acogidos por un proceso revolucionario por el que poco hemos hecho, por que le que podríamos hacer más, junto al Petare, junto a VIVE TV, no delante, no encima, con sus ojos, también nuestros para que nos renueven la vista, esta vez a todos. ¿Cómo la ven desde ahí? Ojos que ven y corazón que siente.
 
 

1 Página de TV Petare. El Municipio Sucre forma parte del área metropolitana de Caracas, Petare su Capital fue fundada el día 17 de Febrero de 1621, como pueblo de doctrina de indios con la advocación al Dulce Nombre de Jesús de Petare. Situada a 844 metros sobre el nivel del mar. Al este del valle de Caracas en una colina que domina el curso del río Guaire, Petare significa en el vocablo de sus aborígenes los Mariches » de cara al río. http://www.mipagina.cantv.net/tvpetare/home.html

2 Chóferes, camarógrafos, editores, productores, asistentes, administradores… Ya cumplieron dos años.

3 Durante los días del 4 al 14 de noviembre acudí como jurado del IV Festival Tres Continentes organizado por el Movimiento de Documentalistas y VIVE TV.

4 correspondió ese día el turno a la obra de Abdulkair Made Said y Bridget Thomson. Sudáfrica.

5 http://www.rebelion.org/noticia.php?id=19691

6 http://www.mercal.gov.ve/

7 FILVEN 2005 I Feria Internacional del libro de Venezuela. Capitulo Caracas: XII edición. Del 11 al 20 de noviembre. Parque del Este, Caracas, Venezuela.