Guillotinada el 3 de noviembre de 1793, Olympe de Gouges, pionera en la lucha por la emancipación de la mujer, fue también una tenaz figura política de la Revolución. A través de sus obras de teatro, de sus cartas públicas o de sus carteles pegados por las muros de la capital francesa, promovió los valores humanistas a lo largo del período revolucionario que le tocó vivir, se opuso a los abusos de los revolucionarios y se situó al lado de las personas más desfavorecidas.
Nacida el 7 de mayo de 1748 en Montauban, al sur de Francia, Olympe de Gouges se casó contra su voluntad a los 17 años. Tras la muerte de su esposo decidió trasladarse a París para llevar una vida independiente y poder publicar sus obras libremente. Se inició en las letras con la publicación de obras teatrales, con las que podía difundir sus ideales.
Los posicionamientos asumidos por Olympe de Gouges le valieron ser denunciada injustamente por el Tribunal revolucionario, que la acusó de haber “compuesto y hecho imprimir obras que deberían haber sido rechazadas por cualquier pluma patriótica y que solo pueden ser consideradas perjudiciales para la soberanía del pueblo”. Será llevada al patíbulo el 3 de noviembre de 1793 tras un juicio arbitrario en el que el fiscal Fouquier-Tinville tuvo un especial protagonismo.
Olympe de Gouges, escritora feminista
Olvidada durante demasiado tiempo, Olympe de Gouges fue, no obstante, una de las pioneras del feminismo, como nos recuerda Olivier Blanc, su principal biógrafo. Este historiador y conferenciante rehabilita con sus publicaciones el compromiso político de Olympe de Gouges en favor de las mujeres y de las personas negras, y su memoria, difamada durante más de un siglo por la prensa conservadora, sus colegas masculinos del mundo de las letras y los grandes popes de la medicina, como el doctor Alfred Guillois en un estudio dedicado a las mujeres de la Revolución [N. trad.- En 1904 Guillois sostiene en su tesis de doctorado que Olympe de Gouges era una mujer histérica].
Fasséry Kamissoko.- Basándose en sus experiencias y en las de sus semejantes (esposas, mujeres de letras, polemistas de la ciudad de París y otras mujeres comprometidas con la Revolución), Olympe de Gouges reivindicó la igualdad jurídica entre hombres y mujeres, y el derecho a gozar de derechos civiles fundamentales, como el derecho al voto o al divorcio. ¿Qué explica la escasa repercusión que tuvieron estas reivindicaciones en 1791?
Olivier Blanc.– Las reivindicaciones de Olympe de Gouges, que están presentes ya en su primera obra teatral escrita en 1785, El hombre generoso, están en sintonía con las inquietudes del momento. Desde el Renacimiento en todos los salones promovidos por mujeres y en el más célebre de ellos, el de Ninon de Lenclos en el siglo XVIII, modelo de Olympe de Gouges, nunca se dejaron de defender las cualidades intelectuales de las mujeres en todas las disciplinas científico-académicas.
La mujer culta, ampliamente ridiculizada, contradice esa caricaturización cada vez que Émilie du Châtelet o Marie Paulze de Lavoisier muestran su saber respecto a las disciplinas científicas que dominan. En 1789 varias intelectuales consideraron que la opinión pública ya estaba suficientemente madura como para elevar a la Asamblea Constituyente el debate en torno a los derechos de las ciudadanas. No obstante, a medida que la Revolución se radicalizaba, el debate sosegado iba siendo desplazado por los enfrentamientos violentos entre facciones rivales. En ese sentido, cuando estalló la guerra de 1792 fueron muchos los diputados que consideraron que ya no era el momento de debatir sobre cuestiones sociales. Por esa razón, la propia Olympe de Gouges dejó de anteponer sus reivindicaciones feministas y decidió dar ejemplo del compromiso directo de las mujeres aprovechando cada ocasión que se le presentaba para expresarse en discursos o escritos sobre cuestiones de la actualidad política.
Fasséry Kamissoko.- Aparte de Condorcet, que permitió que se leyese el artículo sobre el divorcio ante la Asamblea Nacional, los ideales feministas de Olympe de Gouges chocan con la mofa y el rechazo de los revolucionarios, que se niegan a aceptar la igualdad de derechos. ¿En qué se traduce esta no aceptación legal, a pesar de la implicación de las mujeres en la Revolución, durante la toma de la Bastilla o la marcha de las mujeres de París sobre Versalles, por ejemplo?
Olivier Blanc.– La experiencia de los promotores de las ideas revolucionarias muestra que siempre especulan sobre la madurez de la opinión pública y su capacidad de cambio. Llevados por su entusiasmo, a menudo se equivocan, lo que provoca desilusión. Las transgresiones sociales de Olympe de Gouges sobre el matrimonio, el divorcio y los derechos políticos de las mujeres y de las personas negras se encontraron con dificultades para transformar a una sociedad encorsetada por un milenio de feudalismo, censura e influencia de la religión sobre el pensamiento y las prácticas políticas y económicas, familiares y sociales. La visibilidad (modesta, es cierto) del compromiso de las mujeres en la Revolución (jornada del 6 de octubre de 1789 y algunas peticiones colectivas hechas en nombre de las mujeres) fue insuficiente para impulsar una reflexión colectiva, un debate, como se constata en la prensa libre escrita entre 1789 y 1793.
Según el historiador Alphonse Aulard, el propio tema solamente afloró a consecuencia del trabajo de un grupo de universitarias (tras los coloquios de Toulouse II-Le Mirail en 1989 y de París I-Sorbonne en 2002), y, que yo sepa, no existe una obra global y exhaustiva que estudie de forma integral el compromiso de las mujeres con la Revolución, así como el de los hombres, los grandes olvidados, en favor de los derechos ciudadanos de las mujeres. Una comunicación que presenté hace unos años en un coloquio sobre hombres feministas que giraba en torno a la figura del marqués de Villette, discípulo y amigo de Voltaire, me hizo tomar conciencia de que la implicación de los hombres, sobre todo republicanos y girondinos, fue muy importante. Quizá la explicación de esto se encuentra en el descrédito historiográfico que han padecido los hombres de la [región de] Gironde.
Fasséry Kamissoko.- Olympe de Gouges reflexionó sobre la abolición de la esclavitud en Zamore et Mirza o L’esclavage des noirs, ¿qué opina usted de esta lucha?
Olivier Blanc.- En el prefacio a la segunda edición de su obra abolicionista publicada en 1788 con el título de Zamore et Mirza ou l’Heureux naufrage (Zamore y Mirza o el feliz naufragio), publicada en 1792 bajo el título de L’ esclavage des noirs (La esclavitud de los negros), Olympe de Gouges indica que esta es la cuestión a la que se dedicó de forma preferente y que es más importante que la causa de las mujeres, a pesar de que le era muy querida. Así pues, considero oportuno destacar la importancia que tuvo esta lucha para ella.
Lo que me sorprende es la extraordinaria amnesia de los historiadores de los siglos XIX y XX, que realmente han dejado caer en el olvido un compromiso que ya el abate Grégoire había destacado en su obra titulada De la littérature des nègres (Sobre la literatura de negros), publicada en 1808. En mi opinión hubo un deseo manifiesto y vergonzoso de neutralizar la importancia relativa del compromiso de Olympe de Gouges. Por ser mujer, expuesta frontalmente en un mundo que le era hostil, su ejemplo debería cobrar especial importancia en nuestra memoria colectiva. Algunos políticos de nuestros días han perdido una excelente ocasión de honrarse inscribiendo su nombre en el Panteón de grandes hombres y mujeres.
Fasséry Kamissoko.- Justamente quería preguntar cómo está ahora mismo este proyecto [de trasladarla al Panteón].
Olivier Blanc.- Yo le di mi apoyo y lamento que únicamente las asociaciones feministas estén interesadas en él. Es necesario que también lo asuman los hombres. Es preciso que las asociaciones que defienden los derechos de las minorías hagan suyo el proyecto. Olympe no es solamente una mujer feminista, es una humanista.
Fasséry Kamissoko.- ¿Qué queda de las luchas de Olympe de Gouges?
Olivier Blanc.- Las luchas de Olympe de Gouges no se han perdido, ya que su ejemplo se ha convertido en una referencia importante de la historia mundial del movimiento por la emancipación de las mujeres. Son innumerables los ayuntamientos franceses que decidieron poner el nombre de Olympe de Gouges a calles o edificios públicos. Yo mismo fui invitado por importantes universidades extranjeras, sobre todo de los EE UU y del Japón, para dar a conocer mis investigaciones sobre este personaje.
Lo importante es que Olympe de Gouges unió su lucha por los derechos de las mujeres con la lucha por la emancipación de los esclavos y de las esclavas de las colonias. Su trágica muerte, que sus verdugos nunca dejaron de vincular con su compromiso feminista (en el discurso a los republicanos de noviembre de 1793 del fiscal de la Comuna [de París, Anaxagoras] Chaumette) pone de relieve su compromiso e ilustra muy bien su antítesis profética acerca de la tribuna y el patíbulo: “La mujer tiene el derecho a subir al patíbulo. También debe tener el derecho a subir a la tribuna”, reclama en la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, de 1791.
Fasséry Kamissoko.- Usted ha sido el primer investigador que ha publicado una biografía seria sobre Olympe de Gouges ¿Cómo surgió este preciso y conciso trabajo de recuperación de su memoria?
Olivier Blanc.- Nació de una sensibilidad, la mía, que se explica en función de mis orígenes y mi entorno. Nací bajo la influencia tanto católica como protestante, fui un gay asumido desde el final de mi adolescencia y estuve marcado por el espíritu libertario de 1968, que sirvió para quitar muchos complejos y destapar muchos velos tupidos entre los chicos y las chicas de mi generación. Esta generación audaz, cáustica e inconformista no podía hacer otra cosa que reivindicar a la bella Olympe, a la vez bromista, seria y modelo intelectual positivo, en un momento en el cual, de la mano de Sartre, los intelectuales abogaban por un compromiso directo.
Recuerdo haber escrito a Maryse Wolinski, recientemente fallecida, sobre un artículo a la vez tonificante y entusiasta que acababa de publicar sobre Olympe, allá por el año 1976 o 1977. Ya entonces me interesaba el personaje, no en vano los líderes de la Revolución me fascinaban desde bien temprano. El ambiente y la impresión de misterio y escándalo que rodean la vida de Olympe me animaron a dedicarle un libro. Recuerdo habérselo comentado a Marguerite Dumas, a quien conocía a través de mi amigo Jean Lagrolet, y también a Roland Barthes, amigo y vecino al que vi mucho en el momento de mi investigación. Ambos me animaron en ese proyecto.
Fasséry Kamissoko.- ¿Cómo definiría la obra literaria de Olympe de Gouges?
Olivier Blanc.- En un plano estrictamente literario, Olympe de Gouges era plenamente consciente de sus límites. Pero no olvidemos que fue ante todo una política valiente y transgresora, y que para ella la escritura era un instrumento precioso, un vector eficaz de comunicación. Es preciso señalar que casi fue la única mujer de la Revolución que firmó escritos políticos con su propio nombre. Salvo contadas excepciones, las mujeres no podían votar ni ser elegidas en las elecciones de diputados a los Estados Generales de 1789, y si buscaron hacerse oír fue a través de discursos y peticiones, artículos y panfletos. En este sentido, Olympe de Gouges fue la más prolija y mostró un notable sentido de la comunicación.
Adquirió una forma de notoriedad a través de su campaña de carteles de 1792 y 1793 (conservada en la Asamblea Nacional en la colección Portiez de l’ Oise): los contemporáneos hablaban de la «famosa» Olympe de Gouges y en el Tribunal revolucionario se le reprochó precisamente haber traspasado todos los límites convenientes y los asignados a las mujeres. «Olympe de Gouges, nacida con una imaginación exaltada, tomó su delirio por una inspiración de la naturaleza. Empezó diciendo tonterías y acabó adoptando el proyecto de los pérfidos que querían dividir Francia: quería ser estadista y parece que la ley ha castigado a esta conspiradora por haber olvidado las virtudes propias de su sexo«.
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a los traductores y Rebelión como fuente de la traducción.