Los mosquitos «exterminadores» son la última arma del gobierno de Malasia contra el mortal virus del dengue, pero activistas y ambientalistas alertan riesgos de salud pública. El gobierno tiene planes de liberar en diciembre mosquitos machos genéticamente modificados, que transmitirían a las hembras genes letales para destruir las larvas y reducir así la población del […]
Los mosquitos «exterminadores» son la última arma del gobierno de Malasia contra el mortal virus del dengue, pero activistas y ambientalistas alertan riesgos de salud pública.
El gobierno tiene planes de liberar en diciembre mosquitos machos genéticamente modificados, que transmitirían a las hembras genes letales para destruir las larvas y reducir así la población del Aedes aegypti, especie portadora y transmisora del virus a humanos.
«Hay formas más seguras y benignas de luchar contra el dengue» que este proyecto, cuyo impacto es desconocido, alertó Mohamed Idris, presidente de la Asociación de Consumidores de Penang, que realiza campañas para proteger la salud ambiental y pública.
«Hay alternativas como los controles biológicos a la población del mosquito y a la propagación de las infecciones del dengue», dijo Idris en una entrevista.
Por ejemplo, los extractos de plantas, aceites y larvicidas biológicos son más baratos, seguros y efectivos, señaló.
«Liberar a la naturaleza mosquitos modificados genéticamente en laboratorios podría tener graves consecuencias», añadió Idris, reflejando la preocupación pública sobre la iniciativa conjunta del Instituto de Investigación Médica de Malasia y la compañía británica de biotecnología Oxitec Ltd.
Por su parte, el presidente del no gubernamental Centro para el Ambiente, la Tecnología y el Desarrollo, Gurmit Singh, alertó: «Una vez que se liberan estos mosquitos transgénicos en el ambiente se pierde el control y se pueden generar más problemas que soluciones».
En medios independientes de Malasia, especialmente foros y salas de conversación en línea por Internet, existe un intenso debate sobre esta iniciativa, que contrasta con el silencio de radios y canales controlados por el Estado.
El experimento «podría abrir una caja de Pandora. Podría salirse de control. Las condiciones de los laboratorios no pueden suplantar a las de la naturaleza», alertó un comentarista conocido en una comunidad de Internet como «Flyer168». «¿Puede el gobierno garantizar la seguridad de los ciudadanos?», preguntó.
El ministro de Salud, Liow Tiong Lai, anunció a comienzos de septiembre que el experimento con mosquitos transgénicos a «nivel clínico» había sido «muy exitoso».
No obstante, señaló que el gobierno esperaba informes independientes del Comité Asesor sobre Modificación Genética y de la Junta Nacional de Bioseguridad antes de autorizar la liberación de los mosquitos «exterminadores».
«Si el Comité y la Junta aprueban el proyecto, la decisión final la tomará el gabinete», dijo Liow al periódico The Star el 10 de este mes. El Ministerio, que supervisa la iniciativa, tiene medidas «muy rigurosas» para garantizar la seguridad pública, aseguró.
Si la respuesta de las dos oficinas es favorable, los mosquitos transgénicos podrían ser liberados en áreas aisladas del central estado de Pahang, adelantaron fuentes del Ministerio de Salud.
El dengue prevalece en zonas tropicales. Los casos son muchas veces confundidos con fiebres comunes, y la falta de un diagnóstico y tratamiento a tiempo puede ser fatal.
Las campañas públicas en muchos países asiáticos exhortan a los residentes a evitar la acumulación de aguas residuales y a realizarse chequeos médicos ante el menor síntoma.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), que identificó al dengue como un grave problema internacional, estima que hay 50 millones infecciones al año, causando 22.000 muertes, la mayoría de niños y niñas.
En marzo, la Academia Nacional de Ciencias (NAS, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos publicó un estudio sugiriendo que los mosquitos genéticamente modificados podrían ayudar a combatir la fiebre del dengue. Aunque el Ministerio de Salud malasio destaca los beneficios del proyecto y cita estudios internacionales como los de la NAS, las dudas persisten, sobre todo luego de experiencias pasadas.
Por ejemplo, un plan de diciembre de 2009 para liberar mosquitos transgénicos en la isla de Pulau Ketam, frente a la ciudad portuaria de Port Klang, 30 kilómetros al sur de la capital, fue abortado debido a la oposición de 30.000 isleños, en su mayoría pescadores.
Junto a activistas y líderes políticos locales, organizaron protestas y escribieron una carta al Ministerio de Salud exigiéndole que no usara la isla como laboratorio.
«Nos oponemos vehementemente a este experimento», dijo el aldeano Liew Kam en la misiva al Ministerio. «Podría exponernos a nosotros y a nuestros hijos a mayores riesgos», señaló.
Liew se quejó de que la población no había sido informada con anticipación del plan, y mucho menos consultada.
Los ensayos fueron cancelados después de que los isleños comenzaron las protestas y amenazaron con votar a la oposición, señaló Tee Boon Hock, concejal de Pulau Ketam.