Durante más de cinco décadas el gobierno de Cuba ha denunciado, con pelos y señales, los esfuerzos de Washington para crear en la isla una oposición artificial financiada con abundantes recursos provenientes del presupuesto estadounidense. Esos esfuerzos han incluido el financiamiento, la dotación en especie de recursos materiales, la asesoría política y militar y hasta […]
Durante más de cinco décadas el gobierno de Cuba ha denunciado, con pelos y señales, los esfuerzos de Washington para crear en la isla una oposición artificial financiada con abundantes recursos provenientes del presupuesto estadounidense.
Esos esfuerzos han incluido el financiamiento, la dotación en especie de recursos materiales, la asesoría política y militar y hasta la entrega directa de armas y explosivos que han sido utilizados para realizar actos terroristas con saldos de cubanos muertos, heridos y mutilados.
Las denuncias cubanas, plenamente documentadas, y la condena universal de las actividades subversivas de Estados Unidos no han servido hasta ahora para impedir esa práctica criminal. Y no sólo han sido inútiles, sino que (como ha venido a reconfirmarlo el caso del fallecimiento de los cipayos Osvaldo Payá y Harold Cepero) a los esfuerzos desestabilizadores de Washington se han sumado algunos otros gobiernos imperialistas, señaladamente el de España, bajo las presidencias ultraconservadoras de José María Aznar y Mariano Rajoy.
Pero el accidente en que perdieron la vida Payá y Cepero ha sacado a la luz pública la participación en la subversión contra Cuba de la hasta hace poco tiempo respetuosa Suecia, desgraciadamente ahora gobernada por un partido de extrema derecha y hasta nazi que se etiqueta a sí mismo de socialdemócrata.
Terminado en desgracia, el más reciente acto intervencionista de España y Suecia encarnó en el gachupín Ángel Carromero y en el nórdico Jens Aron Modig. Según las propias palabras de ambos, el par llegó a Cuba a entregarles a Payá y a Cepero cuatro mil euros como pago por sus próximas actividades de supuesta disidencia.
Este fue durante muchos años, digamos dos décadas, el comportamiento de Payá, el más publicitado fuera de la isla de los disidentes a sueldo del imperialismo. Pero es el mismo proceder de otros individuos, como el eterno huelguista de hambre Guillermo Fariñas, y grupúsculos, cual el también muy promocionado en Estados Unidos y en Europa, Damas de Blanco.
Payá, Fariñas y las Damas de Blanco habían sido desnudados innumerables veces como agentes de EU. Fotos, videos, grabaciones magnetofónicas, documentos diversos y múltiples testimonios daban sustento material irrebatible a las denuncias cubanas. Pero los receptores del dinero estadounidense, español y sueco no daban muestras de vergüenza, dignidad y arrepentimiento. Y es que, cual decía Quevedo, «poderoso caballero es don Dinero».
Mas luego del accidente que costó la vida a Payá y a Cepero, tampoco cabe esperar muestras de vergüenza, dignidad y arrepentimiento por cuenta de los gobiernos español y sueco, promotores de la desestabilización y el terrorismo contra Cuba.
Tras el accidente producido por la impericia y el gusto por la velocidad de Ángel Carromero, conductor del vehículo siniestrado, y para lavarse un poco la cara sucia, Mariano Rajoy ordenó a sus huestes en los medios ibéricos de comunicación sembrar la sospecha de un atentado. Pero más tardó don Mariano en concebir la cínica idea que ésta en desmoronarse estrepitosamente frente a testimonios, peritajes, antecedentes de Carromero y el reconocimiento de éste y del sueco de la conjunción de sueño, fatiga, impericia y exceso de velocidad en el doblemente fatal accidente.
Tras lo fallido y trágico de su más reciente acto intervencionista, ¿renunciará Rajoy a sus propósitos de derrocamiento del gobierno cubano? ¿O persistirá en su conducta criminal, robándole un poco de tiempo a sus afanes de hundir más en la desgracia económica a sus empobrecidos paisanos? Pero ya se sabe: genio y figura hasta la sepultura; y el que es gachupín, hasta el fin.
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