Los partidos políticos españoles actúan, deciden y se financian a espaldas de la ciudadanía. Es fácil comprobar desde fuera que son organizaciones oligárquicas que a veces no respetan ni las formas democráticas y que su militancia de base apenas puede hacer nada frente a la voluntad de los dirigentes. Ni siquiera los parlamentarios, que […]
Los partidos políticos españoles actúan, deciden y se financian a espaldas de la ciudadanía. Es fácil comprobar desde fuera que son organizaciones oligárquicas que a veces no respetan ni las formas democráticas y que su militancia de base apenas puede hacer nada frente a la voluntad de los dirigentes. Ni siquiera los parlamentarios, que se supone que tienen un mandato popular al que someterse, pueden decidir por sí mismos y se limitan a obedecer en silencio a sus jefes de filas. De lo contrario, nunca más irían en las listas electorales y es de sobra conocido que sus afiliados más críticos terminan casi siempre exterminados.
Eso es algo tan visible e indisimulado que la ciudadanía ha terminado por desconfiar y alejarse de todos los partidos. Y como el entramado institucional de la representatividad política se asienta en ellos, se produce una carencia básica en nuestra sociedad: las personas normales y corrientes no disponemos de cauces de participación no ya atractivos sino mínimamente efectivos. Máxime, cuando los partidos mayoritarios se han encargado de endurecer las normas que regulan la participación política al margen de ellos, por ejemplo, dificultando todo lo posible que se puedan presentar a las elecciones o que estén presentes en las instituciones candidaturas, colectivos, movimientos u organizaciones de otro tipo, nacidas de la base, directamente de la ciudadanía. De ahí la conmoció n que produjo el 15M, contemplado por los poderes como una auténtica anomalía capaz de desestabilizar el sistema, así como la criminalización de este tipo de movimientos con que se están presentando por los medios gubernamentales.
El resultado de la falta de cauces para participar en la vida política , si no es a través del filtro de los partidos convencionales , es la desafección de la población hacia todo lo que tiene que ver con la vida pública. O que incluso la viva con asco cuando no puede hacer nada frente a la corrupción y el escándalo que suponen el incumplimiento de las promesas electorales, las imputaciones constantes a dirigentes y cargos de absolutamente todos los grandes partidos, o su connivencia en escándalos como los de las cajas de ahorros que han supuesto un auténtico y vergonzoso robo al patrimonio social.
Pero a pesar de todo, no han dejado de darse respuestas para acabar con todo ello y la indignación y el rechazo no se han manifestado solo en negativo sino que aparecen nuevos lenguajes, formas originales de organización y participación y propuestas alternativas para fortalecer la democracia y hacer posible la participación real y efectiva de la gente corriente en la toma de decisiones. Expresiones de democracia directa y de contrapoder nacidos de la base social todavía elementales y embrionarias pero que incluso así están siendo capaces de generar impulsos suficientes como para frenar agresiones y cambiar el curso de los acontecimientos.
Una de las propuestas alternativas que se abre paso es la de organizar elecciones primarias abiertas para que la población pueda pre-elegir a sus representantes. Una propuesta que es lógico que trastorne a los grupos de poder dominantes en los partidos políticos tradicionales pues amenaza con imponer una lógica de representación popular muy diferente a la que en ellos viene dándose.
Descalificar esta demanda como si simplemente se trata de un tipo superficial de marketing político o, lo que es más absurdo y simplista, como una fuente de desideologización y de pérdida de perfiles políticos es la reacción in extremis de quienes solo ven la política como algo incompatible con lo inesperado, con lo innovador y distinto que efectivamente puede surgir cuando los seres humanos actuamos con libertad y autonomía.
Y es lógico que esta propuesta se esté planteando ante las cruciales elecciones europeas que se avecinan, cuando tanta gente desea que haya candidaturas de amplio espectro ciudadano capaces de atraer a una amplia mayoría social y no solo a las franjas de población que se identifican con perfiles ideológicos concretos, única forma de vencer y de acabar con el dominio antidemocrático de la derecha.
¿Hay algo más elemental que promover la máxima participación de la gente cuando lo que se quiere es ir hacia grandes mayorías sociales? ¿Y hay otra forma más eficaz de hacerlo que ofreciendo a la mayor cantidad posible de personas que puedan presentarse y presentar sus propias opciones y candidaturas sin necesidad de estar previamente avalados por los aparatos y sin necesidad de pasar por sus filtros oligárquicos, para que así puedan definir ellas mismas quiénes deban ser las personas que opten a ser sus representantes? ¿Hay otro modo mejor de lograr democráticamente que las candidaturas sean el reflejo más fiel de los deseos de los de abajo que luego han de votarlas? ¿Tiene sentido, por el contrario, que candidaturas que se reputan como abiertas, populares y de amplia proyección política estén encabezadas por personas elegidas solo por los aparatos? Si se sigue haciendo lo de siempre ¿no estaríamos moviéndonos en el mismo marco de la vieja forma de hacer política que es lo que la gente desea y sabe que hay que desterrar para que haya democracia real?
Las primarias abiertas pueden ser, y los han sido allí donde se han celebrado, una forma muy positiva y eficaz de generar movilización y de fomentar el debate y la participación, de abrir los partidos a la sociedad y de hacer que ésta los condicione y los someta a la voluntad y al control popular, es decir, al poder de la gente.
Es verdad, sin embargo, que las primarias no pueden concebirse como un fin en sí mismo y que tendrían una utilidad política reducida si se limitan a ser la única forma de transformar la vida política.
Las primarias abiertas pueden ser una palanca para la movilización de cientos de miles de personas, que así podrían hacer suyas desde el principio a las candidaturas, que se auto organizarían para trasladarlas a todos los rincones de nuestro país generando un tsunami ciudadano de fiesta ante las urnas que podría llevar a ellas a los millones de personas que necesitamos para cambiar España y Europa. Algo que es imposible sin que de la sociedad surjan los y las más capaces, brillantes, generosos y honestos para trasladar su liderazgo natural en sus entornos sociales o profesionales al resto de la sociedad como candidatos y candidatas.
Por eso lo que hay detrás de la demanda de primarias es la necesidad de generar un nuevo tipo de política y de representación popular. No se trata solo de elegir previamente a quienes luego van a concurrir a las elecciones en el marco de las diferentes candidaturas. Se trata también y sobre todo de establecer una especie de nuevo contrato de representación basado en el control y en el sometimiento a quien elige, que contemple la rendición obligada de cuentas y la revocación, la máxima transparencia y la renuncia a privilegios para que nunca se secuestre o traicione la voluntad popular expresada en las urnas, ni por aparatos de partidos ni por lobbies económicos o mafiosos.
No entendemos, por tanto, que ante la proximidad de las elecciones europeas y en la coyuntura en la que estamos, con agresiones constantes, pérdida de derechos esenciales y quebranto inmoral a la calidad de vida de nuestra ciudadanía, se siga siendo tan reacio a llegar a acuerdos que se traduzcan en la mayor identificación posible de la gente normal y corriente con la vida política. La gente está harta de que se imponga el menú dedocráticamente obligado que luego ha de consumir en las elecciones. Entre otras cosas, porque ya ha comprobado lo que eso esconde después.
No entendemos a organizaciones que, manifestando en teoría que quieren más democracia y nuevas formas de hacer política, se opongan a la convocatoria pública de primarias abiertas que permitan el nacimiento de nuevas candidaturas con la participación de millones de ciudadanos para elegir así la mejor lista electoral en donde se encuentren las personas más identificadas con la gente.
Por eso reclamamos generosidad y responsabilidad y llamamos a presionar a las organizaciones políticas para que hagan un esfuerzo definitivo para salir de lo viejo y darle salida al mundo nuevo, no solo en la retórica o en el papel de sus programas electorales sino en la práctica y en los hechos concretos y cotidianos.
Hay que lograr que millones de personas salgan de la frustración, del abstencionismo y la impotencia para que el próximo 25 de mayo llevemos al Parlamento Europeo una mayoría social de progreso con mandato imperativo y revocatorio que muestre que la ciudadanía de uno de los países de la periferia de la UE más afectado rechaza radicalmente las estafas con las que se está dando respuesta a la crisis para beneficiar solo a quienes la han provocado. Y para que, a partir de ahí, se den nuevos pasos para echar al gobierno de Rajoy que está acabando con los derechos sociales y con la ya de por sí escasa democracia que tenemos.
Podemos conseguirlo si lo reclamamos con decisión y si los ciudadanos y ciudadanas de abajo nos organizamos y nos plantamos frente a lo viejo y frente a lo oligárquico y lo convencional. Digámoslo alto y claro: sin primarias no hay voto y sin el voto abierto y masivo la primarias son un engaño. Nuestro voto solo para quien gane auténticas primarias.
Juan Torres , es catedrático de Economía , y miembro de ATTAC. Ignacio Trillo, es Economista, funcionario , y miembro de FORO ÉTICO.
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