Desde su supuesto retiro cordobés Anguita reflexiona sobre la crisis de IU y el ascenso de Podemos. Da por finalizada la Transición y reconoce que no preveía cambios tan rápidos.
Julio Anguita, por curioso que parezca, tiene su central de operaciones en una pequeña mesita de la cafetería Alfonso XII, en el barrio de Santiago de Córdoba capital. Allí, según relata, ha recibido en alguna ocasión la visita de Pablo Iglesias, el líder de Podemos, y allí despacha con la prensa. El exsecretario general de IU y exalcalde de Córdoba conforma en realidad el perfil de un jubilado a la vez típico y atípico. Por una parte echa su partida de dominó y va de compras al mercado, pero a la vez mantiene la intensa labor intelectual de una persona para la que la política sigue siendo su gran pasión. La entrevista se celebra al día siguiente de que la encuesta del CIS revele que Podemos ha superado al PSOE y a Anguita se le ve expansivo, confiado en el futuro. Ojos brillantes y verbo vibrante.
-Podemos adelanta al PSOE según el CIS. ¿En qué momento de nuestra historia estamos?
-Pues yo diría que en un instante en el que se ve con gran claridad que la Transición ha terminado. Aquello se presentó como una operación en la que el pueblo español iba a afrontar una serie de cambios sin violencia. Y hubo un pacto que surgió de dos debilidades. Por un lado, de la debilidad del Franquismo, que muerto su jefe no podía continuar, y de la de los poderes económicos, que necesitaban entrar en Europa. Del otro, de una debilidad de la izquierda. Se llegó entonces a un mito: el famoso consenso. Pero ya en el 96 el Círculo de Empresarios de Madrid, en el que había varios exministros, concluyó que la Constitución era un disparate económico. ¿Qué ocurrió? Pues que como cambiarla no era posible se decidió que fuese el Tratado de Maastricht el que la modificase. De esa decisión se derivaron cuatro incumplimientos: el del estado social y democrático de derecho, el de la real y efectiva separación de la Iglesia y del Estado, el de la resolución de la plurinacionalidad del Estado español y el de la posibilidad de que el pueblo se pronunciase entre monarquía o república. Esas cuatro cuestiones no se han cumplido y la degradación del sistema se venía viendo desde hace mucho. Ahora bien, la novedad es que la crisis económica provoca una aceleración de todo ese malestar. Lo que ahora vemos es que la Transición, como el dios Cronos, se está encargando de devorar a sus hijos.
-¿Incluso a IU, su partido?
-La crisis del PC-IU viene desde el año 82. La creación de Izquierda Unida permitió crecer, pero dentro quedó una pugna que se ha mantenido hasta ahora y que se ha visto clara en la Junta de Andalucía. Había dos ideas. Por un lado, que la alianza de la izquierda es la alianza entre PC y PSOE, lo que no deja de ser una copia del modelo francés. Por otro, que la construcción de la izquierda no se podía hacer con el PSOE sino con los grupos que estuviesen más allá del PSOE. Estas dos ideas confrontadas han estado siempre en pugna y lo siguen estando. Ese es el caso de IU, pero también el PSOE y PP están en crisis. Los socialistas decidieron abandonar el marxismo y acabaron por administrar el nuevo sistema, y ahí los estamos viendo. El PP se agota porque sus fórmulas económicas no valen.
-Usted, como buen conocedor del comunismo y la izquierda, ¿dónde ve la clave del rápido ascenso de Podemos?
-El factor decisivo del cambio es ahora mismo la clase media. Hasta ahora, y desde el siglo XIX, esa clase media se encontraba cómoda y miraba hacia arriba, lo que ocurre es que los hijos de esa clase media no se están encontrando hoy con un horizonte. Yo con 22 años ya estaba trabajando, pero ahora mismo a los jóvenes, incluso a los titulados, el sistema no les sirve. Eso ha creado un grave problema en muchas familias que ahora mismo se encuentran enrabietadas, y de ahí se nutre Podemos y de ahí nace su fuerza tremenda. Y lo hace con un discurso no rotundamente claro, tampoco diría yo que ambiguo, sino con un discurso universal en el que se concentran todas las frustraciones y bajo un liderazgo fuerte. Esa frustración y que Podemos haya sido capaz de convertirse en la respuesta es lo que ha provocado un problema tremendo en el resto de fuerzas políticas. Más allá de problemas de liderazgo que tengan, lo que padecen es un problema más grave, de identidad. Y por eso mismo no es una cuestión puramente electoral esto que estamos viendo, sino una cuestión de fondo que requiere una profunda reflexión para entender este proceso y buscar una solución que se antoja compleja. Porque puede que Podemos arrase en las próximas elecciones, pero y después qué. No se trata sólo de ganar. ¿Dónde está el núcleo organizado y potente que permite no sólo que la gente vote sino que esté presente en la toma de decisiones? No hay que olvidar que Podemos no es lo mismo que Syriza, porque Syriza lleva muchos años construyendo en Grecia una alternativa. Aquí no va a ser fácil construir, porque en verdad estamos en el fin de una época. Incluso los sindicatos ya ni siquiera están y pasan los meses a la espera de sentarse con el presidente del Gobierno para firmar un papel.
-A usted se le ve optimista por el ascenso de Podemos, pero no así a otros miembros de IU.
-Partamos de que yo a Podemos, en el sentido de la pertenencia, los considero de los míos y les reconozco la capacidad que han tenido de situarse en el frente de la ruptura. Algunos los acusan de ser unos recién llegados, pero a mí todo eso me da igual. La política son realidades, y las realidades de Podemos ahí están, y bien claras. Ahora bien, ¿qué nos toca a los demás? Pues yo creo que organizarnos y hacerlo sin miserias de siglas ni atendiendo al pedigrí. No digo que haya que renunciar a las siglas, pero sí entender que lo que se necesita es construir un bloque fuerte. De lo que hablamos en el Frente Cívico Somos Mayoría, del que formo parte, es precisamente de cómo organizar esa mayoría y de entender que, por mucho que se defienda a la clase trabajadora, el potencial de cambio está en la clase media, como también lo estuvo en la II República por mucho que no quieran entenderlo algunos. Lo que hay que saber es que el ariete es Podemos y que cuando gane tendrá que soportar todo el ataque del poder. Podemos va a necesitar de unos compañeros que, en igualdad, asuman esas reivindicaciones como propias, las pulan y formen un cuerpo no orgánico, sino de coincidencias. Quizá, a la larga, sí que pueda salir de ahí un cuerpo orgánico como el que ideó el gran teórico marxista italiano Antonio Gramsci. Yo extiendo ese afán de unidad no sólo a los partidos, sino a toda esa gente que está luchando desde las marchas de la dignidad o desde Stop Desahucios. Somos muchos y hay que buscar una sintonía común que permita establecer un Gobierno que haga las cosas de una forma muy diferente. Y todo eso se puede hacer utilizando incluso la legalidad que existe actualmente.
-¿Sin reforma constitucional?
-En la izquierda a veces nos preocupamos más por aparentar que por ser. Lo que quiero decir es que la actual Constitución permite políticas de izquierdas. Coja usted por ejemplo su título VII, que dice (y recita de memoria): «Toda la riqueza del país sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general». O sea, hay una fase en la lucha en la que nosotros tenemos que hacer un uso alternativo del derecho. Las leyes actuales se pueden interpretar desde otra manera, de tal forma que nuestros opositores sean quienes queden fuera de la ley. Si usted va ahora con el artículo 31 de la Constitución al señor Rajoy o al señor Sánchez y le dice que usted reivindica esos derechos seguro que se echan a llorar, o tal vez a reír. Pero nosotros sí que los reivindicamos.
-Usted se ha reunido en varias ocasiones con Pablo Iglesias…
-Sí, sí. Varias veces. Y precisamente en esta mesa donde ahora mismo estamos sentados.
-Con más razón pues. ¿Lo ve capacitado para amalgamar todas esas fuerzas?
-Para analizar a cualquier individuo lo primero que hay que entender es de dónde viene. Iglesias ha sido militante del Partido Comunista, del mismo modo que muchos de los dirigentes de Podemos son hijos ideológicos nuestros. Yo lo que veo en él, y que me perdone si le molesta pero es un comentario hecho desde la admiración, es a un sabio adaptador de Lenin a las actuales circunstancias. En el ámbito de la izquierda, y en concreto de los comunistas, solemos ver a Lenin de una forma idealizada y fuera de la realidad, pero mejor pondré un ejemplo. Usted imagine a ese señor que vive en Suiza y al cual los alemanes le pagan un tren para que recorra toda Europa y llegue a Rusia, donde luchará contra los propios soldados de su país y buscará la revolución. Cuando llega, sus camaradas lo esperan para que el gran Lenin les hable con grandes palabras, pero él les dice sola una cosa: «Ofrezcámosle al pueblo ruso paz, pan y tierra». ¿Dónde está el discurso revolucionario? Todos los amantes de las soflamas y de los grandes discursos no entenderían siquiera lo que estaba diciendo, pero en realidad es lo más revolucionario que yo escuché nunca. Pablo Iglesias me parece en ese sentido una mente lúcida que sabe adaptar a los grandes maestros a la realidad sin siquiera tener que hablar de ello. Es decir, los que pensamos así somos como ese personaje de Moliere que defiende que la gente hable en prosa aunque ni siquiera sepa que habla en prosa. Lo que importa son los hechos.
-Podemos asciende, está claro, pero la frustración en IU debe de ser grande.
-Bueno, entendamos que todo momento es hijo de sus propios autores. Evidentemente, en toda existencia hay efectos que vienen de fuera, pero en la génesis del problema siempre está en nosotros mismos. En Izquierda Unida, y eso lo padecí yo y lo pelee, siempre han existido esos dos discursos de los que hemos hablado antes. El del que creían en el binomio PSOE-PC, en la casa común, y los que creíamos que el PSOE era el sistema. Lo que no se puede entender es que un día digas que estás contra del bipartidismo y a la mañana siguiente te levantes pactando con uno de los miembros de ese bipartidismo. A este conflicto interno se han sumado también otros factores externos, concretamente el PSOE, que se posiciona evidentemente del lado que le interesa, y los sindicatos, a los que también les beneficia el pacto entre PSOE e IU. Esas son las razones de fondo de lo que están pasando.
-¿Hay peligro de ruptura?
-Si se refiere a Tania Sánchez y lo que ha ocurrido en Madrid yo le diría que se ha equivocado. Yo no estoy de acuerdo. Pero digo en su descargo que tiene muchísimos atenuantes, tantos que casi rozan el eximente. Lo que yo me pregunto es cuándo lograrán aclararse. Decidir si estamos aquí para ayudar al PSOE y mantener la vinculación con CCOO o si somos un partido sin sindicato y que quiere construir una alternativa a un sistema que hoy día tiene dos patas, PSOE y PP. En IU, durante los 90, primaba la idea de construir esa alternativa, pero ahora han ganando consenso los que mantienen la otra opinión. Y es evidente que mientras esto no se resuelva, no se aclare, seguiremos igual.
-¿Ve cerca la gran coalición PSOE-PP de la que tantas veces ha hablado?
-Sí, sí, me parece que es lógico verla. Y el gran promotor de la misma es alguien que no aparece mucho pero que sí que sigue mandando mucho, Felipe González. Él se está dando cuenta de algo que hasta el más necio tendría que ver: que frente a la construcción de Europa vía Merkel y vía el Banco Central Europeo se está alzando un clamor. Syriza, por ejemplo, es una muestra, y Podemos en España y lo que está comenzando a aparecer en Francia. Eso es algo que puede tener éxito o que puede fracasar, de acuerdo, pero es algo muy serio que, como poco, pone en peligro al bipartito, y no me refiero en este caso al español sino al europeo. En Alemania ya se han unido y aquí se están empezando a ver coqueteos. Y es que en cierto modo, y espero que se entienda lo que quiero decir, Felipe González lleva razón si atendemos a lo que ocurre desde su forma de ver las cosas. O sea, tiene su razón. Dentro de su lógica no tienen más remedio que terminar uniéndose porque defienden el mismo proyecto. Y el señor Pedro Sánchez debería comenzar a asumir que él representa a la cariátide izquierda de la Transición. Es la columna izquierda de un mismo edificio.
-Si se dan unos resultados en las generales como los que define el CIS se antoja que la gobernabilidad será complicada. ¿Descarta por completo un pacto entre Podemos y el PSOE?
-Cuando la gente vota coloca a las fuerzas políticas en auténticos problemas. Hay que explicarle a la gente que ellos han sido los que lo han puesto a uno en tal o en cual lugar y que lo más que se puede hacer es administrar ese apoyo lo mejor posible. Si se da esa circunstancia lo que deberían hacer que hacer es coger el programa y ver de qué forma se puede llevar a la práctica. Se trata de decir: «Pueblo mío esto es lo que ha me has dado y con esto vamos a trabajar». Y no desdeñar la posibilidad de gobernar en solitario y en minoría adoptando pactos concretos. O sea, la vieja fórmula del famoso programa.