No habrán sido muchas las veces en las que la directiva del Barça ha dejado el Camp Nou gratuitamente. Mi memoria no acuña ninguna ocasión. Pero en esta ocasión la directiva neoliberal de Rosell-Nike lo va a ceder, lo ha cedido ya, gratuitamente para el «Concert per la llibertat» del próximo 29 de junio, un […]
No habrán sido muchas las veces en las que la directiva del Barça ha dejado el Camp Nou gratuitamente. Mi memoria no acuña ninguna ocasión. Pero en esta ocasión la directiva neoliberal de Rosell-Nike lo va a ceder, lo ha cedido ya, gratuitamente para el «Concert per la llibertat» del próximo 29 de junio, un encuentro político-musical organizado y diseñado para reclamar la independencia de Cataluña (¿con el apoyo de la Fundación Qatar?). Ni derecho a decidir, ni derecho a la autodeterminación, ni formulaciones alambicadas para calmar al personal. Todo clarito pero en absoluto distinto: independencia, independencia.
El concierto está organizado por el Omnium Cultural (su presidenta fue militante del PSUC en la Universidad Autónoma de Barcelona) y la Assemblea Nacional Catalana (la ANC), la organización independentista y marcadamente nacionalista (y fuertemente antiespañola sin más matices delimitadores) que organizó la manifestación del pasado 11 de septiembre de 2012, la del (re)cuento-ficción de los 2 millones de ciudadanos y ciudadanas, otro de los mitos instalados en el imaginario del nacionalismo catalán, en el conservador y en el no conservador.
Han vendido 40 mil entradas hasta el momento [martes 4 de junio]. Aspiran a vender 70 mil [1]. Lo conseguirán fácilmente. No es imposible que llenen el Camp Nou. Sin restar mérito alguno, el Barça lo consigue cada dos semanas (o dos veces por semanas si hay Copa, Liga y Champions). Bruce, los Rolling o U2, si mi memoria no me falla, también alcanzaron cifras similares en su momento.
El precio de las entradas oscila entre los 12 y los 150 euros; para cubrir gastos organizativos se afirma. ¿Quienes pagarán 150 euros por una entrada, más de la tercera parte del salario de los minijobs que defienden, al alimón y con entusiasmo, don Salvador Alemany y don Mas, el que ratificó en su puesto de conseller a un fanático neoliberal que negó que la salud fuera un derecho ciudadano [2]? Como el catolicismo conservador suele criarles y ellos suelen juntarse en fiestas y reuniones, constituirán probablemente la fila 0 del encuentro. Podemos conjeturar fácilmente con alta probabilidad de acierto su color político.
Participarán, según se ha informado, unos 60 artistas. Hay, pues, concierto para rato, para la noche nacionalista más hermosa. Entre los convocados que ya han aceptado se dan los nombres de Lluís Llach (que ya dijo en su día que no volvería a cantar más en público), Marina Rossell, Sopa de Cabra, el Orfeó Català, la Orquesta Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya, incluso Maria del Mar Bonet, a la que hasta ahora no se le conocían veleidades independentistas. También Peret y Dyango. ¡Qué sorpresas nos da la vida!
Otros nombres hacen más daño, mucho más daño. Paco Ibáñez, Mayte Martín, Quico Pi de la Serra y Pedro Guerra participarán también en el recital nacionalista. ¿Vindican también ellos la independencia de Cataluña? ¿Tampoco ellos quieren pertenecer a una comunidad de la que formaron o forman parte Pi i Margall, Rosalía de Castro, Miguel Hernández, Antonio Machado, Luis Cernuda, Carmen Linares, Dolores Ibárruri, Salvador Puig Antich o Salvador Espriu? ¿Habrá traducción simultánea al catalán, el único idioma oficial del futuro Estado independiente según dicen sus partidarios, cuando canten Paco Ibáñez o Pedro Guerra? ¿»Concert per la llibertat» para designar un encuentro político-musical independentista donde se gritará una y mil veces que España -así, sin más matices- nos roba y nos explota y lemas afines, con la presencia más que probable del molt honorable Mas, del molt intocable Pujol (¿Y Oriol Pujol?) y del muy poderoso Salvador Alemany que, por supuesto, jamás han explotado ni robado? ¿A un recital así deben dar su apoyo gentes que nos han hecho, de los estamos hecho muchos de nosotros como Paco Ibáñez, Pedro Guerra, Pi de la Serra o Mayte Martín? ¿Pero no éramos internacionalistas y mirábamos críticamente los nacionalismos? ¿No estábamos por la unión de los pueblos y las culturas? ¿No cantábamos «España en marcha», «La poesía es un arma cargada de futuro» o aquel poema de Quevedo sobre el dinero como guía y poderoso caballero? ¿No soñábamos un mundo al revés? ¿No decíamos que era bueno contaminarse con todos y entre todos? ¿No cantábamos con pasión y emoción canciones de la resistencia hispánica, de toda ella, sin distinciones regionales y nacionales, contra el fascismo? ¿El flamenco no era un punto de unión y riqueza entre pueblos como el catalán y el andaluz? ¿No gritábamos aquello de que si «els fills de puta» (con perdón para las personas implicas) volasen, sin distinción de lenguas y nacionalidades, no veríamos nunca el sol? ¿Algunos y algunas de los promotores y asistentes no están afectados por ese lema?
PS: Mientras tanto, y para que quede claro la pasta y el alma de las que están hechos los miembros de la gran burguesía catalana (tan parecida en general a la burguesía rancio conservadora de la meseta y de otras ubicaciones próximas), un constructor admitió el pasado lunes 3 de junio ante el juez que facturó al Palau 910.000 euros [3].¿Por qué? Por unas obras que hizo no en el Palau sino en el domicilio particular de don Fèlix Millet en l’Ametlla del Vallès. ¡Miren, miren la «casita», vale la pena! Don Emilio Vidal, administrador de la empresa Triobra, «dijo que modificó el concepto de las facturas por indicación del que fue número dos y mano derecha de Millet al frente de la institución musical, Jordi Montull». Según el propio Vidal su contacto en esos trabajos fue siempre don Montull. Fue él quien le dijo que debía facturar al Palau los gastos [4]. ¿Al Palau? Sí:»la institución tenía una deuda pendiente con Millet que, de esa forma, quedaría salvada». Cambio de cromos: ¡qué cosas tan originales que hacen nuestros prohombres!
¿Dudó el constructor en algún momento de la legalidad de esta curiosa maniobra financiera? No, por favor, ni un instante, ni se le pasó por la cabeza. Ninguna de sus neuronas admitió ese imput. ¿Y por qué? «Porque confiaba en la «honorabilidad» del ex presidente del Palau». Don Millet había sido galardonado por distintas administraciones españolas (y catalanas) y, por si faltara alguna gota de honorabilidad, estaba a punto de recibir la Medalla de Oro de Barcelona. ¡Nada menos!
¿Y de qué obras se trataba? Cuatro tonterías, nada importante, unos arreglitos: la construcción de un auditorio (una reproducción, a pequeña escala, del edificio del Palau). Para completar y superar tanta austeridad y alta cultura, el sótano de la casa de don Millet alberga un gimnasio y una piscina climatizada. ¡Todo sea por el estatus de una de las veinte mansiones (o más) de la familia en su querida Cataluña, el país donde, según el interesado, mandan 400 familias a su antojo!
Estas son las formas de hacer de las clases que dicen (y no dicen), quieren (y no quieren), llevarnos y conducirnos a la independencia del país de Salvat-Papasseit, Teresa Pàmies, Paco Fernández Buey y Neus Porta. A eso le llaman un Estado nuevo y un proceso de liberación social.
Notas:
[1] El País, 4 de junio de 2013, p. 5 (Cataluña)
[2] ¿No hay ningún derecho a decidir pendiente de ejercicio en este ámbito?
[3] Jesús García Bueno, «Un constructor admite que facturó al Palau…», Ibidem, p. 3.
[4] Triobra cargó la mayor parte de los trabajos a la fundación del Palau, mientras otras fueron a cargo del consorcio del Palau (la entidad encargada de vehiculizar las ayudas de las administraciones públicas).
Salvador López Arnal es miembro del Frente Cívico Somos Mayoría y del CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona; director Jordi Mir Garcia)
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.