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¿Para qué tanto crecimiento urbanístico?

Fuentes: Cercle Obert de Benicalap

La ausencia de un estable tejido industrial, así como la histórica incapacidad o desidia de las instituciones públicas para incentivar y estimular unos cultivos agrarios y ganaderos sostenibles, desarrollados en espacios y territorios singulares como son aquellos que constituyen la ya desaparecida huerta valenciana, ha supuesto y permitido el crecimiento vertiginoso y feroz de nuevas […]

La ausencia de un estable tejido industrial, así como la histórica incapacidad o desidia de las instituciones públicas para incentivar y estimular unos cultivos agrarios y ganaderos sostenibles, desarrollados en espacios y territorios singulares como son aquellos que constituyen la ya desaparecida huerta valenciana, ha supuesto y permitido el crecimiento vertiginoso y feroz de nuevas formas de especulación. Esos nuevos espacios urbanísticos han crecido (y crecen) a costa de la destrucción despiadada de los paisajes naturales más singulares y distinguidos que tiene la Comunidad Valenciana, logrando degradar la irrepetible belleza natural de nuestra tierra, a cambio de ofrecer segundas residencias y equipamientos deportivos para élites que precisan costes de mantenimientos elevados.

Mientras tanto, la crisis económica va evidenciando la ausencia de un verdadero tejido industrial fuerte y capaz de hacer frente a los retos mundiales, aflorando la debilidad que tiene nuestro sector turístico, incapaz de ofrecer una calidad real, respetando y conservando intactos los paisajes y los valores culturales y artísticos peculiares de nuestra Comunidad. Valencia, sin duda alguna, ha crecido de manera vertiginosa en las últimas décadas, sin que las instituciones y el empresariado tengan la voluntad de respetar una normativa y seguir unas pautas coordinadas en aras a evitar los efectos secundarios de tanta velocidad, de tanta ansiedad por llenar todo de nuevas residencias, hoteles, parques temáticos, campos de golf…

También debemos resaltar y reconocer la ausencia de una participación cívica rigurosa y sistemática, así como la falta de perspectivas y compromisos institucionales a la hora de planificar urbanísticamente, siguiendo unas pautas respetuosas en función de nuestro legado cultural, ambiental e histórico. Es una realidad incuestionable la falta de una red de presión ciudadana estable e independiente, que ofrezca alternativas y respuestas a las situaciones conflictivas que todo desarrollo económico, cultural plantea.

Es hora de ser realistas y aceptar que poco se puede hacer ahora, pues la voracidad y falta de compromisos políticos y empresariales para activar una verdadera planificación urbanística, ajustada e integrada a unos parámetros de respeto ambiental, cultural, histórico… es algo real y cercano que todos padecemos a diario…

De nada sirven las actuales leyes y normativas, pues los ayuntamientos y los autoridades autonómicas carecen de verdadera vocación e interés en lograr que esos cuerpos legislativos tengan una verdadera vida y aplicación… La necesidad de obtener ingresos que tienen los municipios precisa la aceptación de las imposiciones que los grupos inmobiliarios desarrollan. Por eso urge la intervención del gobierno central para ayudar a los dibujar nuevas fuentes de financiación municipal que evite la intervención de ciertos sectores empresariales sin escrúpulos.

Ahora el ciudadano consciente y sensible puede y debe contemplar la destrucción inexorable e implacable de todo un singular y extraordinario paisaje rural y litoral, todo ello para que unos pocos puedan lograr unos beneficios rápidos y otros muchos puedan disfrutar de una segunda vivienda residencial en tiempos estivales…

Mientras tanto, los cambios climáticos, la precariedad laboral y la falta de otros equipamientos, culturales, asistenciales, educativos… se perciben de forma secundaria y con extrema frivolidad, gracias al tratamiento secundario que los medios de comunicación y la clase política dispensan a esos «problemas» demasiado humanos y terrenales.

Sin duda alguna es una verdad afirmar que todos somos responsables, de una forma u otra, de las realidades y problemas que ahora emergen de forma dolorosa y tangible. Las violentas protestas laborales en Elche, la falta de redes asistenciales para nuestros mayores, la carencia de espacios destinados a la rehabilitación y recuperación de los enfermos mentales, indigentes, emigrantes… la ausencia de una red de instituciones educativas públicas para atender adecuada e integralmente a la población en edad escolar… son «realidades» cercanas y próximas a todos nosotros…

Sin embargo, los problemas que aparecen en los medios de comunicación son otros. Las necesidades que son tratadas en los diarios y comentadas por nuestros representantes políticos son otras…

¿Qué podemos hacer los ciudadanos ante la incapacidad y falta de interés que manifiestan los medios de comunicación, los empresarios y políticos en torno a tantas situaciones conflictivas?

Simplemente debemos una y otra vez repetir que existen otras necesidades sin atender, otras cuestiones esenciales que analizar, conocer y abordar de manera integral, con hondura, serenidad y calma. Tratar con perspectiva y frialdad la enorme serie de retos que el neoliberalismo imperante nos plantea a todos, pues el expolio urbanístico y ambiental es uno de los síntomas de esa voracidad que manifiesta la fase superior del capitalismo salvaje que padecemos todos y que se denomina neoliberalismo…

Seamos pragmáticos. Verdaderamente, en la actual situación, pocas cosas podemos hacer los ciudadanos con cierto grado de compromiso y sensibilidad, pues la realidad es una e implacable. En aras a un crecimiento y desarrollo único, se sacrifica íntegramente el paisaje y el legado natural, cultural, histórico de todo un territorio, de toda una cultura… sin que se acepte la posibilidad de establecer unas reglas de juego que permitan la conservación y el crecimiento armónico, con el fin de que convivan y compartan protagonismo tanto el vivo pasado como el feroz futuro…

Pero todos debemos aceptar y asumir que sin la existencia de unas redes participativas y reivindicativas independientes y estables, capaces de influir en la toma y puesta en practica de decisiones, poco podemos esperar de las instituciones públicas y del tejido empresarial, pues el grado de expolio y degradación ambiental de nuestro patrimonio natural e histórico es realmente alarmante, así como es evidente el nacimiento de una crisis económica en los sectores productivas valencianos: calzados, juguetes, muebles…

Al menos algunos debemos seguir en nuestra labor cotidiana: continuar denunciando y cuestionando el actual comportamiento urbanístico, ofreciendo la posibilidad de dirigir los esfuerzos inversores en las áreas de la rehabilitación y conservación de nuestros espacios tradicionales, estimulando nuevas formas laborales acordes con una nueva cultura ecológica, lejos de las prisas y las modas…

Recuperar los núcleos rurales del interior de Valencia, estimulando el cultivo de sus campos no es ninguna utopía ni un disparate. Puede y debe servir para repartir la actual densidad demográfica que padece el litoral, creando así nuevas estructuras y espacios productivos y de servicios en un área que padece un abandono inaceptable…

Entre todos podemos lograr equilibrar y hacer agradable la convivencia presente, logrando paliar los efectos secundarios que el desaforado crecimiento urbanístico nos infringe a todos…

Y creo que para terminar debemos dejar en el aire una pregunta esencial: ¿Para qué tanto crecimiento urbanístico?

¿Realmente nos beneficia de forma duradera y real construir tantos nuevos edificios?

¿Es posible compatibilizar respeto por nuestro legado paisajístico, cultural… y desarrollo económico, urbanístico…?

¿Qué mecanismos y normas debemos aceptar y asumir todos para permitir un desarrollo equilibrado, sostenible, plural y no lesivo para nuestro futuro?

Benicalap – Valencia, a 27 de septiembre de 2004

Antonio Marín Segovia
Cercle Obert de Benicalap
Iniciativas Sociales y Culturales de Futuro