El año 2015 que empezamos promete ser electoralmente apasionante. Las tendencias sobre predicciones electorales de diferentes medios vienen a coincidir en que se ha creado una situación con tres fuerzas en la primera línea (PP, PSOE y Podemos), muy atrás una segunda línea con IU , UPyD y Ciudadanos, más las fuerzas nacionalistas. Si cogemos […]
El año 2015 que empezamos promete ser electoralmente apasionante. Las tendencias sobre predicciones electorales de diferentes medios vienen a coincidir en que se ha creado una situación con tres fuerzas en la primera línea (PP, PSOE y Podemos), muy atrás una segunda línea con IU , UPyD y Ciudadanos, más las fuerzas nacionalistas. Si cogemos la última encuesta de Metroscopia de diciembre, decía: PSOE (27,7%); Podemos (25%), PP (20%), IU (5,6%), UPyD (4,8%) y otros más voto en blanco (16,9%). Parecida, aunque el PP quede primero es la de Celeste-TEL. Las conclusiones que se pueden avanzar, con todas las cautelas porque aún queda casi un año para las elecciones generales y pueden pasar muchas cosas, son:
El PP cae en picado y ello supone una derrota segura al pasar de una mayoría absoluta a quedar entre las tres primeras fuerzas políticas de la parrilla. Y eso hace casi imposible que gobierne por su dificultad para pactar con otras fuerzas por el tremendo giro conservador que ha dado. Esta caída libre es algo pocas veces visto y que se explica por la dureza de los ajustes aplicados, el retroceso en derechos y libertades, los graves casos de corrupción y la incompetencia demostrada ante el impulso hacia la independencia de Cataluña. A ello habría que añadir la incomparecencia del presidente de gobierno para dar la cara y explicar las cosas. La supuesta baza de la recuperación ni está clara, ni la perciben los ciudadanos y el mérito no sería del PP.
Hay pánico en Génova a que se abra el debate interno sobre la idoneidad de Rajoy para salvar los muebles de la quema electoral. Por ello, Cospedal ha amenazado a los potenciales críticos emplazándoles a dar la cara, para poder reprimirlos, claro. Pero las conspiraciones cuajan cuando llega el punto de maduración y la suficiente masa crítica que las apoya. Solo un partido suicida se empeña en mantener a un líder tan achicharrado. Rajoy durará hasta mayo. Habrá que esperar a la derrota del PP en las municipales y autonómicas para que se abra el melón sucesorio y se hagan públicas las voces que consideran que Rajoy está ya amortizado. Las maniobras de Aguirre con su candidatura van en esta línea: responsabilizará a Rajoy de la derrota si no la presentan en Madrid; si no sale elegida será culpa de la política estatal; y si sale elegida, entonces será gracias a ella, un valor seguro para lo que haga falta. Ante este panorama, un PP desesperado centrará su campaña en el miedo al cambio y en proponer abiertamente un gobierno de gran coalición con el PSOE con ayuda de la troika y de las grandes empresas del Ibex 35.
El cambio de liderazgo en el PSOE está suponiendo cierta recuperación del electorado. No tanto por la fotogenia de Pedro Sánchez, un proyecto de líder de laboratorio con un discurso hecho de generalidades, como por ciertos guiños hacia la izquierda. Por ejemplo, la revisión de la postura ante el artículo 135 de la constitución o el compromiso público de derogar ciertas leyes del PP como la reforma laboral, la LOMCE o la «ley mordaza». Contribuyen a ello la presión y la actuación de los movimientos sociales y el aliento en la nuca de Podemos, con capacidad de producir un sorpasso electoral. Pero las aguas internas siguen revueltas y Sánchez no está consolidado, estando Susana Díaz velando armas a ver qué pasa en las elecciones de mayo, en las que previsiblemente mejorará resultados respecto a 2011.
Podemos aparece como protagonista de un tsunami electoral que puede acabar con el bipartidismo asentado en España desde la transición. Aunque levanta desconfianzas sobre su capacidad de gestión y su definitivo perfil político, se beneficia del gran caudal de indignación popular y de las ansias de cambio.
Su movimiento hacia el centro le lleva a disputar aún más el espacio al PSOE y hasta a otras fuerzas más a la derecha. No está clara su política de alianzas, porque no está claro si quiere estar en la izquierda o en el centro-izquierda. Si se consolida la segunda opción estratégica, dejaría espacio a la izquierda, y empezaría a chocar con movimientos sociales. En el escenario de que no consigan gobernar podría tener problemas con sectores de sus propias bases, ahora amagadas ante la expectativa del triunfo electoral. Ojalá les vaya bien, porque sería un drama para la ciudadanía que se frustrase la posibilidad de cambio político en España, aunque Podemos diera un importante «pelotazo» electoral. Y porque deben demostrar que son capaces de cambiar la política sin que la política les cambia a ellos. La previsible victoria de Syriza en Grecia animará sus resultados.
Izquierda Unida es la gran perjudicada por la irrupción de Podemos, a pesar de que el 25 de mayo consiguió una victoria electoral con su avance en votos y en eurodiputados. Desde entonces, las encuestas han ido a peor por las tarjetas black de Bankia, el conflicto interno en Madrid… Por ello, no está claro que pueda aprovechar el espacio que pueda dejar Podemos a la izquierda. Pero en pleno proceso de renovación interna y con una política nítidamente de izquierdas puede empezar a recuperar terreno. Siempre que sepa jugar sus bazas, entre otras la defensa de la unidad, su capacidad organizativa y recursos y la experiencia de gobierno.
UPyD queda también laminada por el fenómeno de Podemos, por su incapacidad de llegar a acuerdos con Ciudadanos y por la falta de renovación del liderazgo. El PP tendrá difícil encontrar en ellos una muleta que le permita seguir controlando ayuntamientos y CCAA. En Cataluña el mapa se seguirá fraccionando con retroceso de los partidos antisoberanistas y triunfo de ERC. En el País Vasco, encabezarán las posiciones PNV y Bildu, que se disputará los votos con Podemos.
Así las cosas, nada será como antes. Parece claro que el bipartidismo salta por los aires y con ello ese «turnismo» que había diseñado la segunda restauración borbónica en la transición. Quién gane las elecciones y quién gobierne será otra cosa. Dependerá de quién tenga más legitimidad para formar gobierno. Hay una cuestión clara para la izquierda si tomamos como referencia la encuesta de Metroscopia o la de Celeste-TEL. Según ellas, el PSOE quedaría por delante y a Podemos le quedaría la opción de pactar con Sánchez la formación de gobierno o apoyos puntuales externos en función de las medidas de gobierno. Esta situación es peligrosa porque se podría volver a dar una política neoliberal, con algún matiz, aplicada por el PSOE con el apoyo del PP en lo económico aunque no se produjera la «gran coalición».
Sin embargo, en las dos encuestas la suma de Podemos e IU (y otros) en una propuesta electoral unitaria daría mayoría a la izquierda y cambiaría las posibilidades de formar gobierno. Si realmente Podemos quiere aspirar al poder debe ir de la mano con el resto de la izquierda. Otra cosa es que los sectarismos, viejos o nuevos, se impongan. Es lógico que las élites hagan todo lo posible por evitar el cambio político, algo que vamos a ver este mes de enero en Grecia. No lo es tanto que sea la propia izquierda con sus errores quien lo impida. Y no olvidemos que, históricamente, la izquierda gana cuando entusiasma y cuando se teme excesivamente a la derecha. Ahora se dan las dos circunstancias: profunda indignación y esperanza de cambio. No las desaprovechemos porque millones de personas no pueden esperar.
Fuente: http://www.cuartopoder.es/laespumaylamarea/2015/01/01/parrilla-de-salida-electoral-elecciones/770