Entre tanta reflexión pre y post electoral, entre tanto político analizando lo real o lo imaginario y además justificando lo injustificable, entre tanto chileno preocupado de sus vacaciones y del Festival de Viña, entre tanto ambientalista apropiándose de lo que no le corresponde, el proyecto minero de Pascua Lama parece seguir avanzando como le gusta […]
Entre tanta reflexión pre y post electoral, entre tanto político analizando lo real o lo imaginario y además justificando lo injustificable, entre tanto chileno preocupado de sus vacaciones y del Festival de Viña, entre tanto ambientalista apropiándose de lo que no le corresponde, el proyecto minero de Pascua Lama parece seguir avanzando como le gusta a los amos de Chile: silenciosamente y sin el debate público que debiera corresponder a proyectos con un gran nivel de impacto.
Su desarrollo parece delineado por un hábil libretista de teleserie: dilatemos, escondamos los reales impactos, dilatemos, no hablemos de glaciares, dilatemos, publicitemos nuestros atributos, dilatemos, dilatemos, dilatemos. Así se avanzó durante el año pasado y ahora parece que ya todo está conversado entre gallos y medianoche, o en esa tierra de nadie que va entre la salida del administrador Lagos y la llegada de la administradora Bachelet, pues resulta que la Comisión Regional de Medioambiente lo puede aprobar el 23 de febrero próximo.
Pero para qué oponerse, para qué frenar el progreso, para qué limitar la generación de empleo, para qué preocuparse por los habitantes y los pequeños agricultores de la zona, para qué pensar que puedan ser importantes los pueblos originarios que tienen derecho sobre esas tierras, para qué revisar los antecedentes de la empresa, para qué evaluarlo ambientalmente, para qué alarmarse por la posible destrucción de esos tres «montones» de hielo, para qué pensar en cómo disminuyen las reservas de agua que tiene el planeta. Nada de esto tiene sentido, nada de esto es tan relevante como para dedicarle un minuto.
Quizás por eso mismo duerme en la cámara de Diputados desde septiembre del año pasado un proyecto donde se excluye, aún con sometimiento al Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental, a todos los proyectos o actividades en las zonas de glaciares, con la sola excepción de aquellas que tengan por finalidad la investigación científica o de aprovechamiento ecoturístico y el aprovechamiento del derretimiento natural de los mismos.
Pero con el criterio anterior esto no tienen ninguna importancia, ya que dan lo mismo los estudios de científicos latinoamericanos que han indicado que los glaciares andinos han entrado en una fase acelerada de retroceso, debido al calentamiento global, estimándose un grave deterioro en los próximos 20 ó 30 años.
Y por ende da lo mismo que nuestra legislación no cuente con disposiciones referidas a la conservación de los glaciares, ni en la Ley ambiental ni en la legislación sobre el uso y aprovechamiento de las aguas, que tengan por objeto su protección como fuente de agua y como depositarios únicos de oxígeno milenario y testigos fieles de la evolución del clima en nuestro planeta.
Disculpen tanto desatino, disculpen tanta palabrería en momentos en que Chile tienen otros problemas, otras preocupaciones y en que para muchos se ha instalado la fiesta.
Jordi Berenguer
Coordinador Interno
Oceana, Oficina para América Latina y Antártica