La IS celebra excepcionalmente una reunión en un país no democrático. Con ella el presidente del Gobierno español no busca apoyar a sus menguantes correligionarios de Marruecos sino más bien contribuir a mejorar la imagen del país vecino
Mientras le daba al ciclostil, el hombre, militante del PSOE desde 1936, agradecía la ayuda de los socialistas franceses que habían cedido a sus correligionarios españoles un par de estancias en unos barracones que poseía el partido en el distrito XV de París. Era mayo de 1974 y el exiliado republicano español echaba una mano, imprimiendo octavillas, a sus anfitriones franceses que presentaban a un candidato potente, François Mitterrand, a las elecciones presidenciales.
«Además de esos dos cuartos, los franceses nos dan todo el material de oficina que necesitamos en este y otros barrios», comentó el anciano republicano. «Algún día», añadió, «cuando acabemos con Franco, volvamos a España y gobernemos, haremos lo mismo con partidos progresistas de todo el mundo que padecen la represión».
Más aún que los socialistas franceses, fueron los socialdemócratas alemanes (SPD), dirigidos por Willy Brandt (1964-1987), los que se volcaron con el PSOE, sobre todo después de su Congreso de Suresnes (octubre de 1974). Se celebró en el Teatro Jean Vilar cedido gratuitamente al PSOE por el ayuntamiento socialista de esa pequeña ciudad francesa.
del partido y, sobre todo, del Gobierno, los socialistas se desgañitaron en los años 80 en ayudar a los progresistas en América Latina a organizarse, proporcionaron a sus militantes becas de formación y acogieron en España a muchos refugiados. Contribuyeron solos o, en Centroamérica, de la mano del presidente George Bush (padre), a impulsar procesos democráticos en la región. La Internacional Socialista, de la que González fue vicepresidente de 1974 a 1999, jugó un papel destacado. Aunque el PSOE no acabó con Franco, el vaticinio del exiliado republicano se cumplió. Con Felipe González a la cabeza
Cuarenta años después, un español, Pedro Sánchez, se ha izado a la cabeza la Internacional Socialista en su congreso de Madrid, en noviembre de 2022. Con una sola excepción hasta ahora en su historia (Luanda, 2015) esta agrupación en declive de partidos socialistas siempre ha celebrado sus congresos o reuniones de menor rango en ciudades como Ginebra, Barcelona, Nueva York o Cartagena de Indias, todas ellas pertenecientes a países democráticos en cuyas cárceles no hay presos políticos.
Este fin de semana la Internacional Socialista ha convocado, a instancias de Pedro Sánchez, su Consejo Internacional en Rabat. Hasta allí viajará este sábado 21 el propio Sánchez. Marruecos no es una democracia porque, como deja claro su Constitución de 2011, el grueso del poder ejecutivo está en manos del jefe del Estado, que es además Comendador de los Creyentes, es decir, líder espiritual de los musulmanes. Las propias autoridades marroquíes describían, a veces, hace años, su sistema político como una «monarquía ejecutiva».
Más allá de la Constitución basta con comprobar el puesto —el 97 de la clasificación mundial— en el que The Economist coloca a Marruecos en su índice de democracia. Basta también con recordar que, si tres periodistas influyentes fueron parcialmente agraciados por Mohamed VI en julio —están en libertad, pero no pueden publicar— hay un puñado de rifeños y saharauis en sus cárceles condenados a largas penas.
También está detrás de los barrotes un abogado hispano-marroquí, Mohamed Zian, de 81 años, aquel que osó proponer en un vídeo que si el rey Mohamed VI iba a seguir pasando mucho tiempo en el extranjero sería preferible que abdicase. Nació en Málaga, es hijo de una española, posee la nacionalidad española y está enfermo. El Gobierno español nunca ha expresado interés alguno por su situación.
Por último, en 2022, último año sobre el que hay datos, fueron procesadas 283 personas en Marruecos por homosexualidad. Algunos de ellos habrán acabado en la cárcel condenados a un máximo de tres años y a unos 90 euros de multa, según el código penal en vigor. Son en general hombres, de condición muy modesta, que carecen de medios para alquilar un lugar discreto donde juntarse.
Marruecos no está en transición hacia la democracia. Todo lo contrario. Cuando Mohamed VI fue entronizado, hace un cuarto de siglo, no había presos de conciencia en las cárceles —si estaba asignado a residencia el islamista Abdeslam Yassin— porque su padre, Hassan II, se enmendó un poco en la recta final de su vida. Había además una prensa algo más libre y crítica que hoy en día y más vida parlamentaria.
Dando cita a los socialistas en Rabat, Pedro Sánchez no trata de echar una mano a sus correligionarios marroquíes (Unión Socialista de Fuerzas Populares) que acumulan derrota tras derrota hasta contar ahora solo con 34 diputados (11,5%) en el Parlamento. Aun así, su secretario general, Driss Lachghar, fue reelegido en 2022, en su último congreso, con el 99% de los sufragios. La USFP es un partido tan abducido por la monarquía que ni siquiera se ha atrevido a pedir la excarcelación de un preso político.
La reunión de la IS «representa un acontecimiento de gran importancia que subraya el creciente papel de Marruecos en el escenario político internacional», escribió esta semana. «Pone además de relieve la posición estratégica de Marruecos como puente entre los países del Norte y del Sur para favorecer la cooperación y el diálogo (…)», concluye. El objetivo de Sánchez en Marruecos trasciende al «partido hermano». Lo resalta la propia prensa marroquí empezando por Libération, uno de los órganos del maltrecho partido socialista marroquí.
Es dudoso que la reunión tenga el menor impacto fuera de Marruecos, pero se puede dar por descontado que nunca una cita socialista de este modesto nivel va a tener tan amplia cobertura informativa en el país donde se celebra. Las televisiones marroquíes, todas públicas, y la prensa oficialista, le dedicarán generosas espacios. El canal Al Aoula ya anunció el jueves en el telediario la celebración del Consejo Internacional de la IS.