Han llegado a lo que «todos» esperaban y muchos nos temíamos: un mal acuerdo sobre las pensiones. Un mal acuerdo, esperamos, lo reconozcan los propios UGT y CCO ya que, después de haberse tirado semanas enteras «negando la mayor» de las argumentaciones del Gobierno, al final, han renunciado a defender sus argumentos como sabemos hacerlo […]
Han llegado a lo que «todos» esperaban y muchos nos temíamos: un mal acuerdo sobre las pensiones.
Un mal acuerdo, esperamos, lo reconozcan los propios UGT y CCO ya que, después de haberse tirado semanas enteras «negando la mayor» de las argumentaciones del Gobierno, al final, han renunciado a defender sus argumentos como sabemos hacerlo los trabajadores… y han «tragado».
Según la Academia, además de la definición más técnica de tragar como el paso del alimento de la boca al estómago, tragar también lo define como: «dar fácilmente crédito a una cosa, aunque sea inverosímil», «soportar o disimular algo desagradable» «acceder, sin convicción, a una propuesta».
Digan lo que digan, UGT y CCOO han tragado. Nos han querido dar a entender que no abrían, siquiera, la boca, pero, en realidad, estaban ensalivando disimuladamente la propuesta del Gobierno para poder digerirla mejor. Pero, a quienes les observábamos, viéndoles, no se nos hacía la boca agua. Antes, al contrario, cada vez se nos secaba más.
Porque han llegado a un acuerdo a sabiendas de que la reforma propuesta por el Gobierno «no va a solucionar el principal problema que tiene la economía española»: el paro. A sabiendas de que la reforma «supone globalmente un recorte puro y duro del gasto en pensiones o, lo que es lo mismo, una rebaja de éstas». A sabiendas de que «muchos trabajadores y trabajadoras no van poder llegar a cumplir los requisitos mínimos exigibles para tener derecho a una pensión. A sabiendas de que «no falta dinero» para atender las necesidades de la población, sino que «sobran ladrones», especuladores, ventajistas.
Y, todo ello, dicen, para que todos los trabajadores y trabajadoras tengan garantizado, en su momento, el acceso a una pensión. Al menos, eso es lo que argumenta el Gobierno. Pero no salen las cuentas. El último argumento, cuando se les apura, es que «lo exigen los mercados». Y se quedan tan panchos. Echan por tierra todo el edificio de su democracia. De nada sirve que elijamos a nuestros gobiernos si éstos sólo van a escuchar a quienes no les han votado.
Un mal acuerdo para UGT y CCOO, aunque les sirva para pasar el trago de verse obligados a convocar otra huelga general que no querían, menos aún, que la del 29-S. Sí les ha servido, por el contrario, para recuperar cierto protagonismo en los medios empresariales de la desinformación, aunque esto sea pan para hoy y hambre para mañana, ya que dichas empresas les darán una patada en el culo si se plantean, alguna vez, llevarles la contraria y defender, de verdad, los intereses de los trabajadores.
«Gana España con este acuerdo», se están apresurando en decir los voceros de turno. Pero perdemos los españoles y españolas. España no existe, salvo si se la considera un pedazo de tierra. Lo demás son entelequias. Ni es grande, ni una ni libre. Se ha demostrado palmariamente en los últimos tiempos. Vuelve a quedar claro que, al menos, hay dos españas, la de los que trabajamos y la de los que se aprovechan de nuestro trabajo, la de quienes deciden y la de quienes tenemos que acatar. Cuando se habla de sacrificios sólo se refieren a esta última. A la otra, la de los banqueros, la de los parásitos y especuladores, ni la nombran.
Para nosotros es un acuerdo nefasto. Estamos perdiendo empleo, perdemos poder adquisitivo, perdemos parte de nuestras pensiones. Y quieren que perdamos más derechos.
Un mal acuerdo es peor que una derrota. Tras una derrota siempre queda la esperanza de recuperarse y volver a luchar por lo que uno cree que es justo. Tras un mal acuerdo, quien lo firma queda obligado a defenderlo, aunque lo considere injusto.
Los trabajadores y trabajadoras necesitamos otra forma de hacer sindicalismo, porque la que practican estos sindicatos ya no da más de sí, y no nos está trayendo más que conformismo y resignación.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.