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Pere de la Fuente, un filósofo amante de la ciencia y de su historia

Fuentes: Rebelión

Intervención en el acto de homenaje al profesor Pere de la Fuente celebrado en el Institut d’Estudis Catalans de Barcelona el viernes 15 de noviembre de 2013.

Muchísimas gracias por su invitación. Es un honor estar entre ustedes y en este marco.

Hablaré de Pere de la Fuente centrándome en sus últimos 30 años, desde que nos tratamos con más asiduidad tras su llegada a Santa Coloma de Gramenet en los años ochent a del pasado siglo, y desde la perspectiva de un compañero de trabajo con algunas, con bastantes fatigas y finalidades compartidas..

Los organizadores me han asignado veinte minutos. No pasen cuidado, seré riguroso con el tiempo. Quince observaciones, una por minuto y 15 segundos. Permítanme advertirles, eso sí, que voy a darles una imagen demediada de Pere. El maestro, el amigo, el compañero Pere de la Fuente era mucho más de lo que yo voy a ser capaz de transmitirles esta mañana, un año después de la huelga general del 14 de noviembre de 2013.

Pongo la marcha y acelero con suavidad sin contaminar. Si algo de lo que voy a decirles tiene interés a su memoria está dedicado. Y a una ciudadana, a Esther Quintana, que perdió un ojo (es decir, se lo arrebataron) hace un año en la huelga general del 14-N. Pere hubiera estado de acuerdo con este pobre detalle.

1. Pere de la Fuente fue, sin atisbo concebible para ninguna duda, un filósofo. De una pieza. Amante sincero del saber, al que aspiraba en la medida de sus poderosas fuerzas como si se tratara de una idea regulativa kantiana. Nunca era suficiente. Saber aquí desde luego era saber: en sentido amplio ciencia, arte, humanidades, poesía, práctica política.

Nada humano le era ajeno ni extraño. Me corrijo: nada humano sustantivo debería haber dicho

2. Además de filósofo, Pere era un filósofo comprometido. Es necesario recordar aquí al joven revolucionario de Tréveris, al compañero de la gran Jenny Marx, y recordar también a Feuerbach y a las tesis escritas sobre é l y su ovra. La undécima, la más citada: hasta aquel momento, señalaba erróneamente el ex colaborador de la Gaceta Renana , los filósofos se habían limitado a interpretar el mundo. Pero el asunto verdadero, el nudo central, era su transformación. Pere, sabido es, intentó comprender y sobre todo -o en igual medida- intentó transformar. En el sentido que ustedes ya saben, lo han vivido con él seguramente, y al que me referiré posteriormente.

3. La llegada de Pere a Santa Coloma de Gramenet fue como un afable, inagotable e inesperado huracán crítico-filosófico. Con él no llegó ningún escándalo idiotizante sino una multitud (no hago referencia a Negri, no era santo de la devoción de Pere), una multitud, decía, inagotable de tareas, propuestas y sugerencias. Es casi imposible enunciarlas.

Pere el filósofo era una máquina, humanizada desde luego, de pensar, proponer y hacer. Insisto: de hacer, no era un diseñador, no era un teórico. Hablo aquí de un amplio arco de conocimiento y acción político-cultural: desde rev istas de alumnos (aquel maravilloso «Jo què sé?») hasta ciclos cinematográficos pasando por traducciones, ediciones de materiales didácticos y mil cosas más. Entre ellas, unas magníficas Olimpiadas de lógica que ya teníamos pensadas y diseñadas pero que la administración convergente de finales de los noventa no tuvo el gusto de apoyar. ¡Pedíamos el oro, el moro… y la vagancia! ¡Tres horas de reducción lectiva para dedicarnos a la tarea… tras horas, tras centenares de horas de entrega desinteresada!

Propues ta pertinente que creo que viene al caso: si la justicia existe, no es probable que el antecedente sea alguna vez verdadero, Pere debería tener una calle o una fundación a él dedicada. Aunque él mismo protestase e hiciera pintadas contra la idea. En Barcelona acaso pero seguro, muy seguro, en Santa Coloma de Gramenet.

4. Pere contagiaba entusiasmo, incluso devoción gnoseológica. Es difícil que yo olvide alguna vez el día en que vimos juntos el Galileo de Brecht en la versión cinematográfica de Losey. A pesar de las condiciones de la copia, a pesar de las pésimas condiciones técnicas, su entusiasmo por el gran científico pisano, por el gran dramaturgo alemán, por el gran director norteamericano exiliado y perseguido, si no ando mal informado en este último punto, no tenían parangón. Y su conocimiento de lo narrado y observado tampoco.

5. Pere, el amigo Pere, tenía además magnífico ojo y poderosa mente filosófica para discernir la buena filosofía y a los buenos filósofos. No he conocido a nadie -o a casi nadie para ser más riguroso- que tuviera el entusiasmo que él tenía por la obra y la praxis de Manuel Sacristán. Conocía su obra, la había leído una y mil veces, creativa no talmúdicamente, ayudaba en todo lo que hubiera que ayudar, y tenía siempre muy en su corazón aquella reflexión apuntada por el autor de los «Panfletos y Materiales» en el Congreso mexicano de Guanajuato de 1981: «Lo malo (poliéticamente) de la ciencia actual es que es demasiado buena (epstemológicamente)». Pere era amigo de la ciencia pero no era, de ninguna de las maneras, un cientificista estrecho.

6. Pere es autor de numerosos libros, manuales, artículos (algunos de ellos escritos al alimón), traducciones y entradas de diccionario (yo mismo colaboré en dos de ellos gracias a él y a Antoni Martínez).

Déjenme destacar un libro del que yo también soy coautor: «Acerca de Manuel Sacistán» (Destino, Barcelona, 1996). En mi opinión, seguramente un poco sesgada, una aportación que no merece ser totalmente olvidada a la cultura filosófica catalan a e hispánica. Incluso a la historia real del país.

Discutimos, se lo confieso, en algunos puntos (Pere era un polemista nato, yo aprendí algo de él). Nada del otro viernes ni de ningún jueves. Pero recuerdo bien que nos pusimos de acuerdo en apenas un in stante, un nanosegundo medido con rigurosidad, en cómo abrir el libro-homenaje a nuestro maestro y referente. Con Luis Cernuda (celebramos ahora el medio siglo de su fallecimiento) y con los versos finales de «1936»:

Por eso otra vez hoy la causa te apare ce

como en aquellos días:

noble y tan digna de luchar por ella.

Y su fe, la fe aquella, él la ha mantenido

a través de los años, la derrota,

cuando todo parece traicionarla.

Mas esa fe, te dices, es lo que sólo importa.

Gracias, compañero, gracias

por el ejemplo. Gracias por que me dices

que el hombre es noble.

Nada importa que tan pocos lo sean:

Uno, uno tan sólo basta

como testigo irrefutable

de toda la nobleza humana

Leídos ahora, con su ausencia tan presente, el valor poético de estos inolvidables ve rsos cernudianos-republicanos, su valor emotivo, cultural, político, alcanza otra dimensión.

7. Pere transformaba a los además por tenaz convicción. Aunque no lo parezca, seguro que no se lo parece, yo estudié historia de la ciencia en la Facultad de Físicas de la UA de Barcelona. Fue Pere el responsable, más que yo incluso

Cuando presenté mi trabajo de investigación dirigido por Albert Dou (un breve recuerdo a su memoria) sobre Antonio Hugo de Omerique tuve muy poco éxito de público. Era más que razonabl e. Tres personas, aparte del tribunal estuvieron presentes en la sala. José Romo, un gran historiador por cierto, y Luisa Trueba, dos amigos de toda la vida. Y, desde luego, Pere, el amigo, el maestro Pere de la Fuente.

Al final de mi exposición, tras mi aprobadillo justo para ir tirando, ni que decir tiene que Pere me felicitó (generosamente), me regaló un sobre con 1.917 documentos (todos ellos de interés) y me hizo 1.936 preguntas sobre el análisis geométrico de Omerique que, desde luego, yo fui incapaz de responder. Ni a una sola.

8. Algo más telegráficamente, el tiempo pasa veloz. Pere fue el motor (no contaminante) de las Jornadas que organizó el Grup de Filosofía durante más de una década. Trajimos, trajo más bien, con la ayuda de amigos que están en esta sala como Antoni, como Rufino, como Manuel Martínez, como Eduard, como Manel Pau, como Paco Tauste, a grandes pensadores, a grandes filósofos. Jesús Mosterín, Manuel Cruz, Antoni Domènech, García Doncel, Enric Tello, Paula Olmos, Luis Vega, entre muchos otros, y una gran historiadora que está a mi lado, la doctora Anna Estany.

9. Entre los invitados de unas jornadas, las que celebramos en los 90 recordando un texto de referencia (para algunos muy positivistón) de Manuel Sacristán sobre el lugar de la filosofía en los estudios superiores, estuvo Francisco Fernández Buey. También como Paco, otro gran filósofo recientemente fallecido, Pere era un firme partidario de la tercera cultura, de una cultura no demediada que aunase consistentemente ciencias, arte y humanidades.

Fue el 20 de diciembre, el día en que nos vimos por última vez, en el homenaje que se organizó en el Aula Magna de la UB en honor de Paco Fernández Buey, cuando Pere nos dejó. Nos despedimos al mediodía. No podía creerme lo que había pasado cuando sus familiares más cercanos me lo comunicaron al día siguiente por la mañana.

No me resisto a leerles la dedicatoria que el profesor Fernández Buey escribió en un regalo que nos hizo en 1991, un ejemplar de su libro La ilusión del método (un ensayo que Pere había leído, admirado y trabajado): «A los amigos del Grup de Filosofía de Santa Coloma, cuya labor encomiable durante estos años de pragmatismos se recordará cuando los tiempos sena mejores. Con un fuerte abrazo.».

No sé si los tiempos son mejores, no del todo según todos los indicios, pero es indudable que debemos recordar, estamos recordando ahora mismo, como es justo y razonable, la labor de Pere de la Fuente, alma del Grup de Filosofía.

¡Paco, el autor de La gran perturbación , un palentino que estuvo en la cárcel por defender la lengua y la cultura catalanas, tenía ojo para las dedicatorias!

10. Pere fue también un militante comunista antifranquista de larga y arriesgada trayectoria. Para mi fue un honor, y un inmenso placer que al mismo tiempo me conmovía, militar con él en EUiA, en Santa Coloma de Gramenet, al lado de personas por él tan queridas y admiradas como Paco Téllez, Epi San Román o Àngel Pla.

No quiero olvidar de citar el importante papel de Pere de la Fuente en la formación de la Federación de enseñanza de CCOO. Fui testigo en algunas reuniones de su visión crítica de la trayectoria de la federación. Déjenme que mantenga sosegada la casa de la izquierda y no diga nada de todo ello pero orígenes admirables y críticos no garantizan siempre la continuidad en todos sus puntos.

11. Además de otras numerosas virtudes intelectuales, Pere tenía aléficas virtudes humanas. Entre ellas, la generosidad. No he conocido a nadie que fuera tan generoso como él. Lo digo en carne y con experiencia propias, cuando tuvo la gentileza, el interés desinteresado, la humanidad desbordante, de ayudarme en momentos nada fáciles para mi. Lo hizo en repetidas ocasiones.

12. Pere era, además, un gran amante de la música. Compartíamos amor por Violeta Parra y por Mozart. El Concierto para clarinete, el K 622, era una de sus músicas preferidas. También «Un río de sangre» de doña Violeta.

Algunas de las músicas de «Integral Sacristán» están seleccionadas pensando en él. Como homenaje.

13. Pere fue uno de los filósofos con más afición lógica (¿llegaría a ser un adicto?) que he conocido nunca. Yo, sinceramente, la he perdido con el tiempo; él la mantuvo, a pesar de las dudas y las circunstancias que diría el poeta, hasta el final de sus días. Era hermoso, muy hermoso ver su rostro, incluso la totalidad de su cuerpo, cuando deducía o cuando descubría o explicaba un determinado teorema, un resultado no alcanzado hasta entonces, o una reflexión filosófica asociada.

Hablaba mejor que bien, y con gran conocimiento de causa, del gran teorema de incompletud pero no incompleto de Gödel

14. Yo oí hablar por vez primera del grupo del «pensamiento crítico» gracias a Pere de la Fuente y a Paco. No sabía nada del tema. Pere se apasionó y transmitió ese entusiasmo en clase s, encuentros y seminarios. No paraba, recogía más y más información. Algunas escoles d’estiu tuvieron ese eje vertebrador. Participamos juntos.

Hace poco estuvo en Barcelona, Pablo Ceballos, el viceministro de Educación del gobierno de Rafael Correa. Cons ervamos amistad de hace años y en nuestro encuentro de apenas unos meses me habló con cariño de Pere, con él que había intercambiado información y documentos sobre un tema que les interesaba: no dar gato (indocumentada y falaz) por liebre (informada y ajustada)

15. Todo tiene su fin, también mi intervención.

Pere no sólo amaba como les he dicho la filosofía y la ciencia sino también el arte y la buena literatura. Compartíamos pasión por Jorge Luis Borges. Fue Pere quien me regaló el penúltimo libro del gr an autor argentino, La cifra , de 1981, cinco años antes del fallecimiento del autor de «La biblioteca de Babel», un cuento que le apasionaba. ¿A quién no? Me puso un punto de libro en un poema que a él le gustaba mucho y que, de hecho, bien leído, le estaba dedicado sin que Borges tuviera consciencia de uno de sus destinatarios. Es este (tiene el título de una gran obra de Albert Camus: «Los justos») que les voy a leer a continuación… Una breve nota ante de ello: en este marco histórico-científico, es necesario señalar que la compañera de Voltaire (se hable de él, no de ella, en el primer verso), Gabrielle Émilie, Marquise du Châtelet-Laumont (1706-1749), como ustedes saben mucho mejor que yo, fue la traductora de los Principia newtonianos al francés, tarea nada pero que nada fácil. Dicho sea en su honor.

El poema: «Los justos» borgianos:

Un hombre que cultiva su jardín, como quería Voltaire

El que agradece que en la tierra haya música.

El que descubre con placer una etimología.

Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez .

El ceramista que premedita un color y una forma.

Un tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada

Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto.

El que acaricia a un animal dormido.

El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.

El que agradece que en la tierra haya Stevenson.

El que prefiere que los otros tengan razón.

Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo.

Salvando el mundo, innecesario es decirlo, no significa mantenerlo tal cual , salvar el actual status quo, el actual sistema-mundo, nuestro modo de producción fáustico, nuestro modo civilizatorio depredador y explotador. Para Pere, salvar el mundo era, recordemos de nuevo al joven Marx, comprenderlo y transformarlo. En sentido democrático-popular, con orientación socialista., en serio, no usando el concepto como una palabrita publicitaria para días de encuentro y semanas de olvido.

Gracias por su paciente, cariñosa e inmerecida atención.

Salvador López Arnal fue miembro del Grup d e Filosofia del Casal del Mestre de Santa Coloma de Gramenet, alma del cual fue el profesor y activista comunista Pere de la Fuente.

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