Todo empezó cuando Pablo Echenique, portavoz de Unidas Podemos en el Congreso publicó en un tuit una crítica no muy afortunada al presentador de los informativos de Antena 3, Vicente Vallés.
El periodista, siendo como es presentador de un informativo, no debería haber entrado en el ámbito de la opinión para contribuir a la sospecha de que Pablo Iglesias tardara, por razones mal explicadas, en entregar una copia de la tarjeta que le fue facilitada por la revista Interviú y que le había sido robada a su colaboradora Dina Bousselham. Iglesias siempre ha dicho que no se la entregó hasta varios meses después para protegerla “ya que tiene sólo veintipocos años”. Si aceptáramos esta versión de Iglesias habría que convenir que su posición fue cuando menos paternalista y en consecuencia concordante con el patriarcado reinante.
En Unidas Podemos sentó mal que el presentador de un telediario, aprovechara su estatus para hacer política contra Unidas Podemos (UP). Vallés no es un político en una tertulia, es un periodista que se debe cuando menos al contraste de pareceres. Ahora bien, Echenique no aguantó el comentario y aseguraba en su mensaje de tuit que a Vallés le pasa lo mismo que a la derecha y ultraderecha, que “les produce sarpullido que las cloacas no consiguieran su objetivo y UP esté en el Gobierno”. Echenique añadió: “Está en su derecho de opinar pero que no le llamen informativos”.
Para UP como para mucha gente, entre la que me incluyo, hay medios de comunicación que en lugar de hacer periodismo hacen campañas políticas, al servicio de o por convicción propia. Hoy día ya son muchos, demasiados. Lo que digo, ni es exageración ni mucho menos una acusación falsa. Naturalmente, hay también un periodismo y periodistas que dignifican la profesión. Y entre unos y otros están los profesionales atrapados por contratos que pueden cancelarse si no se trabaja a gusto de la empresa. Hay de todo.
Los casos de periodistas depurados, Jesús Cintora, Javier Ruiz, Antonio Maestre, Esther Palomera, Carlos Cué, Germán Yanke, y de periodistas objeto de ataques como Cristina Fallarás y Elisa Beni, por poner ejemplos, son una prueba del afán de algunos medios por liquidar el pluralismo de sus empresas, al servicio de un pensamiento único, impositivo, casi siempre de carácter conservador. Y eso que los nombres citados son los de personas razonables, moderadas en su forma de opinar, amantes de la pluralidad y de la libertad de expresión, en la línea de una deontología irreprochable.
Los medios que ahora han salido en defensa gremialista del periodista conservador Vicente Vallés, de la conservadora Antena 3, no salieron en defensa de los atacados antes nombrados. Lo hacen ahora como si hubieran recibido la señal para aprovechar unas palabras críticas de dirigentes de Unidas Podemos (UP) contra Vallés y poner en el blanco de sus ataques a Pablo Iglesias.
Sí, estoy de acuerdo en que hay medios de comunicación en manos de bancos y de empresas del IBEX que practican el agipro, agitación y propaganda, convirtiendo la libertad de expresión en libertad para difundir informaciones sesgadas, medias verdades o directamente mentiras como hace el señor Eduardo Inda. De modo que la ciudadanía es receptora, a menudo, de informaciones parciales y fabricadas que vulneran los derechos de las personas. Lo que ocurre es que a ese periodismo teledirigido no le gusta ser criticado, ni hace autocrítica. Se considera blindado y no acepta que la política fiscalice al cuarto poder. Si la información política constituye el sistema nervioso de toda realidad política democrática, mal asunto es la tendencia cada vez mayor a la concentración de la propiedad de los medios y peor aún las prácticas inquisitoriales en este caso contra UP.
La reacción de una parte del periodismo, empezando por la asociación de la prensa de Madrid (APM), tiene un tufo corporativo y de soberbia, frente a lo dicho por Echenique y posteriormente por Iglesias, en el sentido de que también la prensa, está sujeta a la crítica pública. Pero esta prensa que jocosamente se considera a sí misma independiente, es en realidad una prensa que pretende marcar la agenda política, calificar de buenos o malos a partidos políticos y, sobre todo, noquear a UP, principal enemigo de los poderes fácticos españoles. Paso por alto aquí, la cruzada españolista contra el process, brutal, conspirativa, plagada de bulos fabricados.
El caso es que el partido que más destaca en sus ataques y vetos a la prensa no es otro que VOX. El partido ultraderechista ha hecho circular en su partido una nota que contiene una lista de medios vetados a los que declara la guerra: este es un recordatorio de los medios con los que los cargos de Vox no «deben hablar nunca»; se incluyen las siguientes cabeceras: Público, eldiario.es, La Marea, El Plural, Todo es mentira (Cuatro), EL ESPAÑOL, El Mundo (salvo a dos redactores, Javier Negre y Álvaro Carvajal), El País (“en términos generales, luego ya iremos viendo”), El Intermedio (laSexta), InfoLibre y Contexto (CTXT)«. ¿Verdad que no hay una campaña de solidaridad del resto de la prensa, ni de las asociaciones de prensa, censurando a VOX? ¿Por qué una parte de la prensa es tan condescendiente con VOX y tan frontal con UP? Cobardes con VOX, envalentonados con UP. Por cierto, UP nunca ha vetado a periodistas y/o medios de comunicación.
Pero, ¿esta campaña contra UP e Iglesias, se explica únicamente por el tuit de Echenique? ¿No será que en realidad responde a un intento de extender un velo sobre la policía patriótica y mejorar la situación del comisario de las cloacas, José Villarejo?
Lo cierto es que hay un enorme esfuerzo por vincular los ataques contra Iglesias con la negación de la existencia de las cloacas del Estado, más precisamente de una policía que inventaba dossieres falsos para imputar graves acusaciones contra líderes de UP. No tengo duda alguna que el robo del teléfono móvil de Dina Bousselham y la posterior circulación por la redacción de OK Diario y en las manos de Villarejo de la famosa tarjeta son las claves sobre las que se monta una conspiración contra UP.