Son días tristes para el debate político en Cuba. No creo que nadie pueda decir que el culebrón de las últimas jornadas (que ya va como por la cuarta o la quinta temporada y que ha tenido varios protagonistas) es lo mejor que podemos mostrar. Chanchullo, dimes que te dirés, morbo en las redes, desgaste, […]
Son días tristes para el debate político en Cuba. No creo que nadie pueda decir que el culebrón de las últimas jornadas (que ya va como por la cuarta o la quinta temporada y que ha tenido varios protagonistas) es lo mejor que podemos mostrar.
Chanchullo, dimes que te dirés, morbo en las redes, desgaste, división mediatizada de quienes supuestamente persiguen los mismos objetivos, evasión de la discusión sobre temas medulares, no serán jamás lo métodos de un debate revolucionario.
La lucha revolucionaria se gana en el terreno de los argumentos y no en el de las sospechas, vence no por la caída de los adversarios, sino por la luz de las ideas que se defienden. Se gana enamorando gentes; sumando y multiplicando, no restando. Y sumar y multiplicar no es solo encontrar a los que piensan igual que tú; se trata precisamente de ganar (o al menos sembrar una duda) en las mentes y los corazones de los que piensan distinto.
En medio de tantas cosas dichas, una sola pregunta me hago: ¿dejarán de ser verdades las verdades de la Joven Cuba (LJC)? Me abstraigo de todo el chanchullo y lo que no puedo negar (y creo que pocos pueden hacerlo) es lo que ha representado este proyecto para el debate público en nuestro país, asumiendo una posición muy autentica de defensa de la Revolución.
LJC, de conjunto con otros blogs y proyectos, captó un discurso comprometido que no lograron muchas de las organizaciones que deberían hacerlo. Este piquete de blogueros ha sido como una brigada de salvamento en un momento muy difícil del debate ideológico en Cuba. Sería muy saludable que nuestras organizaciones políticas, con madurez, lo entiendan y vayan al encuentro.
El hecho de que su discurso fuera crítico y alertara sobre nuestras contradicciones lo hace más comprometido, no menos. Ese discurso crítico y a la vez comprometido fue precisamente la base de su autenticidad y su atractivo.
Seguramente erraron miles de veces en las visiones y los pasos dados, pero ¿quién no lo hace? Solo si les damos a los revolucionarios el chance de tropezar y (sobre todo) de levantarse, estarán dispuestos a asumir riesgos y tomar decisiones audaces, como solo pueden serlo las posiciones revolucionarias.
Aquella parte de la izquierda que no comparte su discurso no puede desconocer la simpatía que han ganado sus ideas. No es sólo un problema de cantidad de visitas (aunque es un indicador inobjetable). Conozco a muchas personas que siguen a LJC y, sinceramente, son todas muy revolucionarias.
Solo por eso LJC merece respeto. Si no nos gusta lo que dice, mostremos otros argumentos. Si creemos que sus miembros van por mal camino, llamémoslos a tiempo (y a lo cortico, como hermanos) para aconsejarlos. Y si creemos que ya no hay tiempo, ¿no es posible confiar en que el público que sigue todo este debate tenga la inteligencia suficiente para discernir lo bueno, lo malo y lo regular?
El mayor peligro para la construcción socialista en Cuba no está en los jóvenes que piensan de un modo u otro. Los que piensan y asisten al debate siempre son susceptibles de ser enamorados. El mayor riesgo está en los que están atrapados en el consumo banal y el dinero fácil. La derecha en Cuba (ya ni siquiera el centro) no es la que asiste al debate, sino la que no le importa porque emplea su tiempo haciendo dinero, robando o subvirtiendo cualquier avance del proceso. Desde ese punto de vista, ¿es LJC enemigo de qué o de quién?
Pero supongamos que LJC asume efectivamente posiciones de centro (que no lo creo), o Cuba Posible o Cartas desde Cuba. Tampoco creo en clasificaciones que están viciadas de tabúes y subjetividades, pero asumamos que es así o que alguien tiene la absoluta convicción de que es así. Si tienen cosas importantes que decir y lo hacen para el bien de Cuba, ¿acaso no merecen también todo el respeto?
En el fondo de este debate está un tema que no se ha asimilado lo suficiente: la heterogeneidad de formas de pensamiento en nuestro país. Ya no gozamos de la unanimidad que generó el magnetismo del triunfo de 1959. En la Cuba de hoy hay tantas formas de entender el futuro como personas que participan en el debate.
¿Qué es el socialismo? La ciencia marxista y la experiencia de los movimiento populares de liberación da muchas luces sobre lo que no queremos, pero apenas un par de certezas sobre el camino a recorrer. Eso puede ser frustrante, pero también hermoso. Plantea en última instancia que la construcción socialista, cualquiera que sea el camino, debe respetar dos premisas.
Primero, dudar de todo, la máxima marxista. Pero no dudar en el sentido de sospechar, sino dudar en el sentido de estar abiertos a discutir sobre cualquier idea, por absurda o lejana que parezca. El mejor debate sobre el futuro de Cuba será el debate más amplio, con la mayor cantidad de ideas posible. Solo veo dos límites: las posiciones anexionistas o de apoyo a la subversión y las posiciones intolerantes, que nadie las excluye, se autoexcluyen solas.
Segundo, con todos y para el bien de todos, la máxima martiana. La construcción nunca será socialista (en el sentido estricto de lo que significa la democracia para el socialismo) si se hace porque una forma de pensamiento logró vencer a la otra, sino porque una forma de pensamiento logró aglutinar a las otras. Eso y no otra cosa, fue la enseñanza y la praxis fidelista y martiana.
En experiencias laborales, académicas, estudiantiles y hasta familiares, he asistido a discusiones enconadas que con mucha facilidad se alejan de los lugares comunes. Y es increíble lo difícil que es salir de los diálogos de sordos. Sabemos muy poco de diálogo y de escuchar al otro. Una de mis jefas, a la que aprecio mucho, nos dice siempre en esas situaciones: dejen los apasionamientos y piensen en Cuba primero.
Fuente: http://amanoysinpermio.blogspot.com/2017/02/piensen-en-cuba-primero.html