La hermana del dictador amasó una fortuna, pero nunca renunció a una jubilación de privilegio de dudosa legalidad.
Pilar Franco, viuda de Jaraiz -como le gustaba firmar todas sus cartas-, fue la tercera hermana del dictador Francisco Franco, junto con Nicolás y Ramón. Tuvieron otra hermana, pero murió de niña. Más conocida en su momento como la hermanísima, tenía tres años menos que el habitante de El Pardo. En 1980, un lustro después de la muerte de su hermano y 9 años antes de su propio fallecimiento, le decía al diario El País que vivía modestamente de la pensión de su marido, “para que luego hablen del dinero de los Franco”.
Pero la realidad es otra, según el documento exclusivo en poder de Nuevatribuna.es. Al menos desde 1942, es decir, tres años después de terminada la guerra y con 47 años de edad, Pilar Franco cobraba una pensión extraordinaria de RENFE, la empresa estatal de ferrocarriles, que en aquél momento era de 62.400 pesetas al año. La pensión llevaba el número 3203387.
Según los documentos que reproducimos, el 7 de abril de 1942 escribió una carta al jefe de la Contabilidad General de la compañía pidiendo su carnet de identidad de pensionista. Y el 13 de abril de 1984, dirigía otra carta a la dirección de Acción Social pidiendo un cambio en el banco donde cobraba su pensión e informaba de su cambio de domicilio. Dicha pensión la cobró hasta su fallecimiento, en enero de 1989. Los documentos que respaldan esta información se encontraban en archivos de la estación madrileña de Príncipe Pío, donde estaba la jefatura de normas laborales, una dependencia que tenía en su archivo los casos de los represaliados por el franquismo.
Al tiempo que Pilar Franco empezó a cobrar su pensión de privilegio, las mujeres que trabajaban en RENFE y contraían matrimonio eran obligadas a abandonar su trabajo, sin ningún tipo de compensación. Lo mismo sucedió durante los primeros años de la posguerra en otras dependencias oficiales. Solo con la llegada de la democracia, algunas de estas mujeres lograron el reingreso en la compañía, tras sortear la mala voluntad de funcionarios franquistas que subsistían en el organigrama y que en muchos casos saboteaban las aspiraciones de las exempleadas.
Cuando Pilar Franco empezó a cobrar la pensión de RENFE, la empresa era manejada por el régimen con los criterios propios de la dictadura. Hubo una purga de trabajadores sospechosos de simpatías por la República. Otra medida fue la creación de la llamada Brigadilla de la Guardia Civil, con sede en la estación de Príncipe Pío. Organizada y comandada por el entonces capitán Jover, era la encargada de controlar personas y mercancías, en concreto combatir el estraperlo y el contrabando, además de prevenir posibles actos de sabotaje.
Pilar Franco no formaba parte del entorno más directo del dictador, como consecuencia de la actitud distante de Carmen Polo, la mujer de Franco. Con personalidades muy diferentes, campechana la hermana, altanera la esposa, no impidió que Pilar Franco fuera reconocida como una persona influyente y tuvo sus privilegios gracias a su hermano, al que se refería como Paquito. Entre estas ventajas, sin duda, estuvo la pensión de RENFE.
Casada en 1914 con Alfonso Jaraiz, un ingeniero de caminos que en el 36 se alistó en el bando franquista en el cuerpo de requetés -fuerzas paramilitares carlistas que apoyaron la rebelión-, tuvo diez hijos y se quedó viuda al poco de nacer el menor. Al acabar la guerra su único ingreso era la pensión de viudedad de su marido, que era de 190 pesetas.
En esos primeros momentos trabajó como relaciones públicas en una empresa de carpintería metálica, según informó el diario ABC, del que era lectora apasionada, en el obituario publicado al día siguiente del fallecimiento. Y no hay ninguna constancia de su paso por RENFE o por una de las compañías que después se fusionarían para dar lugar a la red de ferrocarriles. En uno de los documentos en poder de Nuevatribuna.es se afirma que procedía del Ferrocarril del Oeste de España, pero sin ningún respaldo que justifique la pensión
La hermanísima, con el tiempo, logró amasar una fortuna nada desdeñable. Que no se explica por la pensión extraordinaria de RENFE, pero que sin duda la ayudó a vivir holgadamente durante los primeros años del régimen franquista. Según Mariano Sánchez Solar en Los Franco S.A., al fallecer, a los 94 años, dejaría en herencia una residencia valorada en 12 millones de pesetas, un piso para cada uno de sus diez hijos, una finca en La Coruña y títulos bursátiles. Información publicada hace años y nunca desmentida, asegura que consiguió acumular dicha fortuna apropiándose de terrenos de fallecidos en la guerra, que no fueron reclamados por la familia. Con la ayuda de un abogado, acudía al Registro Civil y los inscribía a su nombre.
La falta de acceso cotidiano al palacio de El Pardo, Pilar Franco la suplió con otras amistades. Entre ellas tuvo lugar destacado el ex presidente argentino Juan Domingo Perón y su esposa, Isabelita, a los que visitaba asiduamente en su chalet de Navalmanzano 5, en el barrio madrileño de Puerta de Hierro. El general argentino diría de ella: “Fue el rayo de luz que alumbró mi exilio”. Cuando Perón regresó a la Argentina para hacerse cargo por tercera vez de la presidencia del país, fue invitada a su toma de posesión.
En dicho chalet, Perón recibía constantemente enviados de la Argentina, que le llevaban noticias, esperaban órdenes y trasladaban de regreso a Buenos Aires documentos y cassettes que después serían reproducidos en las Unidades Básicas peronistas. Pero, junto a esta intensa actividad política, Perón tenía tiempo para reunirse con sus amigos madrileños. Además de Pilar Franco, tuvo lugar destacado Emilio Romero, director del diario Pueblo -editado por los sindicales verticales del régimen-, que lo visitaba casi a diario. Su anfitrión llegó a decir que era el mejor diario peronista que había leído. También formaban parte del grupo los doctores José Flórez Tascón y Antonio Puigvert. A todos ellos se sumaba el empresario argentino Jorge Antonio, que financió buena parte del exilio de Perón y el cantante de tango Carlos Acuña.
Franco había acogido a Perón en España en enero de 1960, recordando, sin duda, la ayuda argentina en la posguerra, pero nunca se entrevistó con él hasta que abandonó definitivamente el exilio madrileño, en 1973. La hermanísima daría la versión sobre tan extraño comportamiento al periodista argentino Esteban Peicovich: “Como mi hermano es muy amigo de cumplir la ley y en la embajada eran contrarios a Perón, por cuidar eso no lo veía. En cambio, estaba feliz y satisfecho de que yo estuviera metida allí a todas horas”. Y aseguraba que el dictador decía que su hermana “hace lo que yo estoy deseando hacer si no fuera por la política”.
La pensión extraordinaria de la hermana de Franco no puede compararse con otros privilegios que tuvo la familia directa del dictador, como el usufructo del Pazo de Meirás o los negocios del marqués de Villaverde, el yerno del general. Pero demuestra cómo la dictadura usó corruptelas para beneficio de los adictos al régimen y, sobre todo, de sus familiares e incondicionales.