¿De qué hablamos exactamente? ¿De la moralidad de cazar elefantes u otros animales, algunos de ellos en extinción? ¿De la falta de información sobre las actividades del primer cazador del Reino? ¿De si tocan o no tocan estas prácticas en momentos de evidente desasosiego (pluri)nacional? ¿De conocer quienes somos los que pagan los caprichos del […]
¿De qué hablamos exactamente? ¿De la moralidad de cazar elefantes u otros animales, algunos de ellos en extinción? ¿De la falta de información sobre las actividades del primer cazador del Reino? ¿De si tocan o no tocan estas prácticas en momentos de evidente desasosiego (pluri)nacional? ¿De conocer quienes somos los que pagan los caprichos del suegro del yernísimo? ¿De si el gobierno dio o no dio su visto bueno a una salida al exterior en la que algunos empresarios acompañaron felices y contentos y hablando de negocios y asuntos de «personalidades» a la primera autoridad del Estado? ¿De si son en broma o en serio las declaraciones del príncipe Felipe al salir de la clínica sobre el no «poder parar quieto» del Rey de España, su padre? ¿De la afición compartida, miméticamente inculcada, de abuelo y nieto mayor, quien probablemente y a pesar de su tierna edad no es la primera vez que participa en concurridas cacerías organizadas en la finca familiar de Soria? ¿De que ambos, abuelo y nieto, seguían ingresados y restableciéndose en el momento en que su abuela y esposa se iba de viaje a Grecia, a despejarse y a pasar el fin de semana? ¿Hablamos entonces de la «visita de doctor», apenas veinte minutos, de la Reina Sofía a su marido? ¿De las contradicciones entre las afirmaciones de la Casa Real y las del principal partido institucional, el PPSOE? ¿El Rey tiene que abdicar y así poder cazar elefantes sin problemas, o lo que le venga en gana, como ha indicado el «izquierdista» Gómez, o de esto mejor no hablar como ha señalado el felipista Rubalcaba? ¿Y don Felipe-Gas Natural sin decir nada?
Sea como fuere, el diario monárquico-matutino (El País, desde luego, no ya el ABC) abre portada con titular tamaño 60 u 80: «La Zarzuela asegura que informó a Rajoy del viaje del Rey a Botsuana». En letra más pequeña: «La Moncloa solo admite que sabía que el Monarca viajaría al extranjero». Además, todo en primera página, una foto esencial, absolutamente imprescindible: la de los Príncipes de Asturias y las infantas saliendo de la clínica madrileña (privada por supuesto) San José tras visitar al operado.
Pero eso sí, cambiando de foco y de tema pero permaneciendo en los alrededores de la Familia Real, en páginas interiores [1], aparece un análisis de Yoldi en el que vale la pena detenerse.
Seguramente, se sostiene en la nota, «el nombre de Ana María Tejeiro no les dirá nada». Nos dice algo: es la esposa de Diego Torres, el socio del yernísimo en el Instituto Nóos. Tejeiro figuraba como «administradora de una de las entidades del entramado societario», en gran parte sin actividad, que profesor y exalumno de ESADE, utilizaban -presuntamente desde luego- «para emitir facturas falsas y transferir fondos para desviarlos a paraísos fiscales».
Tejeiro no realizó acto de administración alguno. Empero, se encuentra imputada en el caso Urdangarin desde mediados de 2011. No sólo eso: el juez Castro ha rechazado dos veces, la última recientemente, «levantarle la imputación y archivar su causa». La alegación del magistrado: «la esposa de Torres se ha acogido a su derecho a no declarar y hay que esperar a que avance la investigación».
El punto no es éste, sin embargo, es otro muy relacionado. La participación de Tejeiro en «las actividades de la trama societaria es muy parecida a la de la infanta Cristina». La hija del Rey figuraba -nada menos- en el consejo de administración de Nóos: el centro neurálgico del entramado. Su marido, el duque palmesano, era presidente de la «ONG». Por ello, el yernísimo «está imputado por posible fraude a la Administración, malversación de caudales públicos, falsedades documentales y blanqueo de capitales de unos 17 millones de euros». Además, vale la pena recordarlo, doña Cristiana «era titular del 50% de la sociedad patrimonial familiar Aizoon», una de las empresas del entramado UTB «que supuestamente se utilizaron de forma instrumental para desviar fondos públicos». Ni el fiscal Horrach ni el juez Castro han estimado oportuno «no ya imputarla, sino ni siquiera llamarla a declarar en calidad de testigo». Sería «estigmatizarla gratuitamente». Y eso ni se dice ni se hace.
Sin embargo, prosigue el periodista del diario conservador monárquico, «la Sala Segunda del Tribunal Supremo, en su sentencia de 22 de julio de 2011, castigaba como cómplices de blanqueo de capitales a dos cónyuges». No habían tenido ninguna participación en el delito. El argumento esgrimido: «se tenían que haber dado cuenta de que sus parejas habían acumulado grandes sumas de dinero en poco tiempo y sin justificación». Parece razonable, parece lógico, parece incluso prudente.
Y hay más. En un curso de la Escuela Judicial sobre corrupción se aconsejaba a los magistrados no sólo «la incautación de todos los bienes de aquellos acusados de blanqueo sobre los que no pudieran justificar su origen» sino también que «se condenase como cómplices a los consortes aunque no hubieran tenido protagonismo en el delito». ¡Aunque no hubieran tenido ningún protagonismo!
Por consiguiente, infiere Yoldi, y no parece inferir mal, caben dos opciones en el monárquico y declarado supuesto de que la justicia sea igual para todos: o se llama a declarar a la infanta Cristina en calidad de imputada o, por el mismo razonamiento de la estigmatización, se levanta la imputación y se archiva el caso de Tejeiro, la esposa de Torres. Lo curioso del caso, otro nudo singular, es que la defensa del aristócrata Urdangarin, que desde luego se había opuesto a la imputación o comparecencia de su esposa, la infanta Cristina, se ha opuesto también a que «se levante la imputación de la pareja de su socio». ¿Han leído bien? Seguro que sí. Y no sólo eso: ejerce «un papel de acusación cuando en realidad su función es la de defensa en el proceso». En A, rige B; en A’, idéntica a A, no rige, y, además, por si acaso, la mejor defensa es un feroz ataque.
Yoldi apunta finalmente que todo lo que no sea alguna de las dos opciones señaladas -o Cristina dentro o Tejeiro fuera- «constituiría probablemente el grueso de la doctrina Cristina, que como en el caso de la doctrina Botín, sería justicia de caso único, con el consiguiente deterioro del principio de igualdad». ¿Y si es como en el caso Botín? ¿No son notas de la misma sinfonía en el poder?
«Si lo dijera yo, se podría tachar, /mas lo dice un filósofo, no se me ha de culpar./ De lo que dice el sabio no debemos dudar,/ pues con hechos se prueba su sabio razonar», escribió el arcipreste. Tampoco he dicho yo lo anterior, aunque ciertamente algo ya señalé en su momento. Lo dice Yoldi, ningún extremista antimonárquico, y lo publica el diario global, monárquico, imperial, conservador, punto nodal del «establecimiento». Y, por tanto, no es cosa de dudar.
Eso sí, mientras tanto, mientras siguen las inconsistencias y dos cazadores reales se recuperan, dos estudiantes barceloneses de izquierda y de origen obrero siguen en prisión punitiva (¡llevan ya más de 15 días!: Estudiantes: 16; Millet: 0) como potenciales causantes de males innombrables y temibles, y, por su parte, Josep Antoni Duran i Lleida [2] demuestra una vez más su gran patriotismo (español por supuesto) declarando: «No seré yo con la que está cayendo y ante la necesidad de presentar una fortaleza ante el exterior, quien se dedique a desestabilizar una institución [3], esté de acuerdo o no con ella». El lobbista pro-nuclear Duran no se dedica a eso: se puede mofar de los campesinos andaluces que están en el paro desde una habitación de lujo del Palace o en un encuentro de su democristiano y financiado partido, pero a los poderes de «España» y de «Catalunya» que no se los toquen. Está a su servicio.
PS. Impropiamente en una persona de su inteligencia y sensibilidad «poliética», Cayo Lara habló el lunes 16 del mal momento de la «marca España» al referirse al elefantino asunto monárquico. Pero no se trata de eso en mi opinión, en absoluto.
Sea como fuere, sobre este nudo vale la pena recordar las recientes declaraciones del embajador estadounidense, Richard A. Boucher. El secretario general adjunto de la OCDE [4] acudió el pasado 11 de abril en Marsella a un seminario sobre la Primavera Árabe organizado por la Asamblea Parlamentaria de la OTAN (todo es uno y lo mismo: OTAN, OCDE). Allí afirmó como el que no quiere la cosa: «Nadie quiere ser hoy como España. España solo vale para el flamenco [5] y el vino tinto». ¡Y Mister Boucher es un diplomático! ¡Imagínense lo que dirán en privado!
Eso sí, había un representante español en este insigne foro de parlamentarios otánicos. ¿Quién? Lo han adivinado, el ex de IU, el diputado «socialista», el ex secretario de Estado para la UE, Diego López Garrido, quien ni corto ni perezoso -le llaman «el valiente Diego sin miedo»- pidió la palabra para exigir al señor embajador que retirase «unas declaraciones tan injustas e irresponsables». Mister Boucher tembló, estuvo a punto de esconderse, pero, finalmente, se repuso y se limitó a señalar que no era su intención insultar a nadie (¡por supuesto!) y que solo «había querido decir que a ningún país le gusta tener el desempleo que padece España». López Garrido no enmudeció, no calló. ¡Faltaría más! Ha remitido una carta al ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, y ha pedido que «el embajador español ante la OCDE, en París, presente una queja formal por las «intolerables palabras» de Boucher». ¡Dicen que están aterrorizados, muertos de miedo! ¡No es la Roja, es la escuadra invencible la que ataca de nuevo!
Notas:
[1] José Yoldi, «Distintas ante la ley». El País , 16 de abril de 2012, p. 19.
[2] C. E. E., «Respaldo o silencio en público, pero inquietud en privado». Ibidem, p. 11.
[3] Las siguientes declaraciones de Elena Valenciano están tan próximas como la uña y la carne: «El PSOE nunca comenta la agenda privada de jefe del Estado, ni cuando nos gusta ni cuando no nos gusta. Y por responsabilidad institucional tampoco vamos a hacerlo ahora». ¡Y olé!
[4] Efectivamente, ¡la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico que agrupa a 34 países industriales desarrollados!
[5] ¡Que sabrá mister Boucher de flamenco! ¿Desde qué pozo de tópicos e ignorancia insondable habló?
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
rCR