Durante cuatro días, los hombres de la Asociación de Hombres por la Igualdad de Género (AHIGE) de España desarrollaron talleres de planchado, costura y cocina para hombres en el marco de la Feria de los Pueblos, en Málaga. Miles de hombres fueron invitados a aprender o practicar alguna de estas habilidades. He aquí qué pasó. […]
Durante cuatro días, los hombres de la Asociación de Hombres por la Igualdad de Género (AHIGE) de España desarrollaron talleres de planchado, costura y cocina para hombres en el marco de la Feria de los Pueblos, en Málaga. Miles de hombres fueron invitados a aprender o practicar alguna de estas habilidades. He aquí qué pasó.
La Feria de los Pueblos es un evento anual organizado por la Diputación Provincial de Málaga. Con más de un centenar de quioscos, ocupó del 7 al 10 de abril, la totalidad de la superficie del Palacio de Ferias y Exposiciones de Málaga. Este año se estima que hubo más de doscientas mil personas que la visitaron.
La presencia de AHIGE en esa Feria fue doble. Por un lado, tenían un stand en el que se informaba sobre las actividades y objetivos de la Asociación. Por otro, se encargaron de realizar talleres de cocina, costura y planchado, dirigidos a hombres.
La filosofía de los talleres era la siguiente: no se trataba tanto de dar clases magistrales de cocina, plancha o costura, con un alto grado de calidad en las enseñanzas, sino de mostrar, públicamente, a hombres haciendo tareas tradicionalmente femeninas a la vez que se lanzaba un mensaje de igualdad y corresponsabilidad doméstica y familiar. El planteamiento consistía, pues, en romper los modelos imperantes sobre masculinidad y avanzar en el camino de construir nuevos referentes masculinos.
Las respuestas fueron variadas y significativas. Por supuesto, hubo una gran resistencia por parte de la mayoría de los hombres a participar, «motu propio», en los talleres. De hecho, Ahige tuvo que reorganizar sobre la marcha el tema y uno de sus integrantes sirvió «de gancho» a la entrada de los talleres, provocando amistosamente y desde la simpatía y la cordialidad, a los hombres que por allí pasaban.
«Muchos disimulaban -cuentan en un artículo editorial en la página web de la Asociación- haciendo como que no nos veían ni oían -a pesar de que nuestro compañero gritaba a un metro de distancia, anunciado el taller-, otros, la mayoría de los que respondían, indicaban que ellos ya sabían planchar o cocinar -digamos que, si hacemos caso, se rompen todas las estadísticas sobre el tema- y otros se enfadaban directamente ante la invitación que se les hacía y que, imaginamos, entendían como una provocación que les ponía en evidencia».
«Bastantes nos decían, directamente, que no, que ellos no planchaban. Algunos añadían un «¡sí hombre, lo que me faltaba…!», otros señalaban a sus acompañantes femeninas (imaginamos que esposas-compañeras). Por supuesto, no faltaron los «¡a mí ya, para lo que me queda!» o «¡vaya, todo el día trabajando y luego me voy a tener que poner a planchar…!».
Pero a pesar de todo, muchos hombres se permitieron acceder a los talleres (las paredes eran de cristal y que, por tanto, estaban a la vista de las miles de personas que pasaban continuamente) y practicar-aprender un poco de planchado, costura y cocina. Allí los esperaban los sonrientes compañeros de AHIGE, que junto a las habilidades domésticas, derivaban la conversación sobre la necesidad de avanzar hacia la corresponsabilidad doméstica y lo importante que es, para los hombres, ir rompiendo con los tabúes de la masculinidad tradicional.
«Los corros de personas -especialmente mujeres con la boca abierta- alrededor de los talleres evidenciaban claramente lo mucho que sorprendía la escena de hombres planchando y cosiendo», dice el artículo de AHIGE. «En este punto, hay que decir que una de las mayores dificultades las encontrábamos en convencer a algunas de las señoras para que se dieran un paseo y dejasen de indicar a sus esposos cómo había que planchar. Allí no había ningún tipo de examen, ni para ellos ni, por supuesto, para ellas».
La conclusión del trabajo de talleres durante los cuatro días es que «en pleno siglo XXI, actividades tan sencillas, domésticas y habituales como planchar y coser, son rompedoras de moldes sociales, cuando son realizadas por hombres. Por ello, podemos afirmar que, en lo que a los hombres se refiere, planchar y coser es revolucionario».